Capítulo 11

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El grito que Justin suelta es tan duro que truenan en sus oídos, tan alto que le obliga a abrir los ojos completamente asustado.

Estaba empapado de sudor, erecto y agitado. Escuchó pasos apresurados por el pasillo que se acercan, su corazón se encoge.

— ¡JUSTIN! — exclama Diego asustado.

Justin se cubrió la erección con las sábanas y la cara con sus manos, cansado de tanta mierda. Sintió caricias en su cabello.

— ¿Qué pasa Justin? — insiste Diego sentándose junto a él y mirándole con ojos de preocupación.

Justin no podía contestarle, para él todo esto era irritante porque no entendía qué demonios le pasaba, realmente estaba histérico. Tomó aire y se tranquilizó.

Cuando estaba seguro de que podía hablar, levantó su frente para darle la cara a Diego, que lo esperaba con sus cejas refinadas.

Justin intentó no parecer un idiota y como pudo sacó una pequeña sonrisa.

— Tuve una pesadilla — confesó Justin.

— Me lo imaginé, aunque por un momento creí que habían entrado a robar y estaban asesinándote.

— Lo siento, sabes que mis problemas familiares más mi ruptura con Maluma me tienen mal, eso es todo — mintió Justin, ni loco le diría que tuvo un sueño erótico con él.

— Está bien — dijo Diego acariciándole el cabello

— ¿Qué pasó anoche? — preguntó el rubio.

— Estábamos en el restaurante, pediste un par de bebidas, te emborrachaste, querías ir a una disco pero te dije que no y terminaste vomitando en mi alfombra.

— ¿Y eso es todo? — preguntó el rubio.

— ¿Quieres más? Luego despertaste gritando, por cierto, si sigues así voy a tener que comprar una litera para estar más cerca de ti — bromeó Diego.

Justin sonrió, algo de dulzura para su amarga vida, Diego esperó un minuto más hasta asegurarse de que Justin estaba mejor, se levantó y le devolvió la sonrisa.

— ¿Quieres desayunar? — preguntó.

Diego era tan amable. Justin recordaba cada instante por qué habían sido tan amigos en su infancia.

Justin se sentía afortunado de tenerlo cerca en ese momento, porque era de esas pocas personas que siempre estaban ahí para brindarle su apoyo.

Por lo tanto el rubio no le dijo nada cuando el fotógrafo lo arrastraba hasta la cocina y lo acomodaba en una silla del comedor, entretanto lo bombardeó con un montón de preguntas estúpidas solo para distraerlo y subirle el ánimo mientras preparaba café.

Junto al café, Diego puso una tortilla gigante frente a Justin.

— Gracias — dijo Justin.

— Gracias ningunas, voy a comenzar a cobrarte alquiler y servicios — bromeó — Por cierto, quiero pedirte perdón nuevamente, por mi propuesta te peleaste con tu padre y con tu novio, parece que llegué a tu vida solo para destruirla.

— Solo te odio por querer victimizarte todo el tiempo — dijo Justin.

Diego había sido tan detallista con Justin, él había aprendido muchas cosas, no solo sobre publicidad, fotografía o modelaje, sino también sobre la vida.

Eran nuevamente como los compañeros de campamento que habían sido hace muchos años, aunque Diego muy en el fondo no perdía la esperanza de que se formalizara algo más.

Diego y él todavía no eran novios, solo bailaron juntos aquella noche en París.

Justin lo veía como un gran amigo, pues en el fondo no se sentía preparado para iniciar otra relación.

Finalmente y luego de mucha preparación, Justin regresó a Bogotá en compañía de Diego y otros dos modelos que se instalaron en un par de apartamentos de un edificio común que la empresa chocolatera les brindó.

Justin solo veía en las portadas de las revistas a Maluma con su nueva novia acompañados por por titulares como "Melissa Wilson y su guardaespaldas: ¡La pareja del momento!" que a Justin le daban igual, era como ver un chisme más de cualquier cantante.

Justin y Diego se quedaron en uno de los apartamentos, ubicado en el piso 4. El resto del equipo se quedó arriba en el piso 5.

Cada piso tenía dos apartamentos.

El apartamento de Justin y Diego era bastante acogedor, las paredes estaban recién pintadas y entraba mucha luz a través de dos ventanas, si se asomaban por una de ellas veía el apartamento de al lado, allí vivía Rosa, una solitaria jubilada de 80 años obsesionada con la cocina que se identificaba fácilmente por su rubio moño, ojos verdes y su fuerte olor a perfume.

— Ay qué alegría, gente joven en el edificio, soy Rosa — saludó por la ventana.

— Hola, soy Justin y él es Diego... — presentó Justin.

— Preparé una tarta de arándanos, para ustedes — dijo Rosa.

— No hace falta que trajeras nada Rosa — explicó Diego. — Además soy alérgico a los arándanos

— Si no te cae bien no la puedes comer, en navidad me comí unos camarones y estuve hasta Año Nuevo en el baño, JAJAJAJAJA — rió Rosa. — ¿Ustedes vienen del extranjero?

— Sí, de Francia — afirmó Justin.

— Qué envidia, cómo me gustaría a mí hacer un cambio rotundo en mi vida, aparecer un día en otro lugar, en otro continente, con otra gente, porque si te digo la verdad yo todavía tengo deseos — dijo mirándole el paquete a Diego. — Bueno, vendrán cansados del viaje y querrán descansar, tomen su tarta, hasta luego.

— Gracias, hasta luego.

— Lo que me faltaba, un romance con la vecina — dijo Diego cerrando la puerta.

En ese momento el celular de Justin sonó y recibiría una llamada que jamás imaginó.

El Guardaespaldas IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora