Desprecio buen consejo.

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Una hora más tarde de mi loca cacería, consigo arrastrar el "botín" hasta la armería de Sayher, el pueblo donde vivo (ya os dije que las plumas de samer son tan duras que sirven para fabricar cuchillos). Me duelen los músculos de la espalda como si me hubiera pisoteado un rinoceronte, porque he venido volando, pero consigo vender la pieza a muy buen precio. Antes de irme, paso por el puesto del herbolario para comprar más polvos de sígir. Gracias a los dioses, los eruditos al servicio del rey lo consideraron ciencia y no magia, porque si no lo borrarían de la faz de la tierra.

Como hicieron hace 17 largos años.

Llego a la taberna del pueblo, donde se oyen los típicos gritos de pelea que se pueden oír todos los días. Ignorándolos, voy hasta la barra y le pido al camarero que me sirva lo de siempre. (dato curioso: en Laurentum se puede beber alcohol a cualquier edad).

Un trago de la fuerte bebida hace que me olvide de mi espalda dolorida. El dinero que he ganado hoy es satisfactorio, pero los sildes estamos diseñados para la velocidad, no para ser mulas de carga. Miro a mi alrededor buscando una cara en concreto cuando alguien me grita en la oreja: "buu!!" y doy un salto en mi asiento. Antes de darme la vuelta, ya se quién encontraré. Mi mejor amigo Tuhon, un cazador silde, según él, tan gracioso que hace reír a las piedras(si hombre y que más).

-¿Qué tal princesa?-dice él, mientras se sienta a mi lado- Cómo te ha ido la cacería?

-Mejor que a ti seguro-, respondo con una sonrisa- Y no me llames princesa.

-Venga ya. ¿Acaso has encontrado un oso de las cavernas tomando el sol?-

-Una manada de samers- digo yo con orgullo, porque atrapar una de esas aves y salir ileso es como encontrar un elefante de 7 patas en una reunión de elefantes de 6 patas.

-¿Has cazado un samer y no has perdido un ojo? No me lo creo - dice él agitando su cabeza rubia.

-Ya ves.- presumo yo.- No eres el único bueno con el arco.-

-Por cierto -suelta él, repentinamente serio - ¿Lo has oído? Ha vuelto a desaparecer otro silde. Esta vez un adolescente.-

-Oh mierda. El Imperio no hace nada otra vez, verdad?

-Claro que no. Los soldados son vagos como las piedras, y lo atribuyen todo a que los desaparecidos huyeron voluntariamente.-

Tuhon es muy crítico con las acciones del Imperio (básicamente ninguna, ya que son unos vagos ) y no pierde ocasión para criticar el sistema o hacer lo que el Imperio considera indigno de atención. Por ello me cae tan bien. En este caso, decidió investigar las 6 desapariciones de sildes en las ciudades próximas a Sayher.

-Menudos imbéciles. No saben lo que se siente al no saber nada de un ser querido que no aparece, se pasan todo el día rascándose la panza y viviendo del dinero que nos quitan a los trabajadores por la cara y que luego no devuelven porque no les importamos nada aunque son ricos gracias a nosotros y no se lo merecen ...

- Relájate Írisa, y acuérdate de respirar.-Me corta Tuhon.- Y recuerda que tienen espías por todos lados- susurra.

-Ya lo sé. Pero creo que un cepillo para el pelo tiene más cerebro que cualquiera de la nobleza.-

-Bueno- responde él aguantando la risa - Ten cuidado, vale? No quiero investigar tu  desaparición.

-Tranquilo Tuhon, que yo si se defenderme.-

Salgo de la taberna más tarde de lo que creía, lo suficientemente tarde como para ver la patrulla del recaudador entrando a la fuerza en la casa de mi vecina anciana. Gruño mientras me escondo en una esquina y espero. El recaudador tiene que llenar un cofre entero cogiendo la misma cantidad de cada ciudadano, pero prefiere coger todo lo que necesita del primero que encuentre, arruinándole. Por suerte los soldados imperiales son tontos del culo. Siguen su camino  (hacia la taberna, como no) sin darse cuenta que les falta la bolsa de dinero, la cual devuelvo a su propietaria con una sonrisa maliciosa.

Sildes, los hijos del aire.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora