Otra vez el puñetero teletransporte

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Para mi sorpresa, algo detiene mi caída al vacío. Reboto en alguna cosa blanda un par de veces y me detengo. Y para sorprenderme de nuevo, es una nube. Estoy parada en mitad del cielo. Palpo la superficie, que parece hecha de niebla, y mi muñeca se hunde en esta hasta que noto algo frío y blando, cómo caucho. Me levanto rápidamente. La verdad, sin saber muy bien que es esto, ya me da asco.

- Ei! ¿Como lo llevas? - pregunta una voz a mis espaldas. Me sorprende ver que es Absent. Está más tranquilo encima de una nube que Clarvi cabalgando un venti. Todos tenemos cosas raras.

- ¡Al suelo! - grita de repente. Me agacho y algo pasa por encima de mí. La silueta carga contra Absent y le tira al suelo. O no tan suelo. De repente, le oigo gritar algo que suena cómo «kumbayá». Se oye un ruido de algo rasgándose, y de golpe, el camuflaje de la coraza desaparece y delante mío aparece nuestro agresor. Esto coge por sorpresa al silde, y Absent aprovecha para quitárselo de encima de una patada. Le arreo un golpe con el extremo del arco y cae hacia atrás, al vacío. Los mercenarios se dan cuenta de que su coraza invisible ya no es una ventaja para ellos, y se la quitan. Es lo que pasa cuando dejas fuera de combate a tres de ellos sin pestañear.

Calculo que habrá unos 10. Nos rodean, pero se mantienen alejados de la nube(a mí también me gustaría). Un silbido hace que me eche a un lado, justo a tiempo para evitar un dardo directo al cuello. ¿Así que nos quieren vivos, eh? Se arrepentirán de ello.

- Si os entregáis voluntariamente, el rey será benevolente.- dice uno. Tiene la arrogancia pintada en la cara y la insignia de la Guardia Real aérea en el chaleco. Y una mierda.

La respuesta llega cuando uno de los mercenarios da un codazo a Absent en un intento de reducirle. Antes de que lo alcance, una de mis flechas le atraviesa el hombro. Su grito agudo suena a victoria. Consigo acertar a tres en otros miembros antes de que se alejen demasiado de mí, fuera del alcance de mi arco. Entonces aparece Clarvi, montada en un espíritu de la tormenta cabreado. De su mano sale un rayo que se divide en varios, todos al corazón de nuestros enemigos. Cuando les alcanza, se quedan tiesos en el aire. Su expresión es la mar de graciosa, debería ver a más gente congelada en el aire.

Grito para que Clarvi se acerque a nosotros, y cuando me mira, en su cara se pinta la sorpresa. Justo entonces una nueva piedra, lanzada por la ciudad ahora que nos hemos librado de sus amigos, pasa entre Absent y yo. Ah, y también a través de la nube, que desaparece y nos precipita al vacío. Logro cogerle de la mano y tirar de él, pero el peso es demasiado. Mientras caemos, estiro un brazo hacia arriba y logró rozar la punta de los dedos de Clarvi, antes de que todo se haga oscuridad.

Lo primero que siento al despertar es frío. Estoy completamente helada. También noto que no me llega aire a los pulmones. Repentinamente asustada, lucho por recobrar la conciencia. Cuando lo consigo, abro los ojos. Estoy bajo el agua, pero no veo un pimiento por culpa de la tierra y la suciedad. Me impulso hacia arriba, y mi cabeza sale a la superficie. Sigo sin ver nada, el agua está muy agitada y la corriente me arrastra río abajo.

- Absent! Clarvi! - chillo, mientras mi boca se llena de agua. Tengo que salir de aquí o moriré de hipotermia. Entonces llega el primer golpe. Una roca aparece de la nada y el río me empuja contra ella a toda velocidad. El resultado es un crujido de mi hombro. Grito de dolor, pero sólo sirve para llenarme los pulmones con más agua. Intento mantenerme a flote, y consigo vislumbrar algo que parece un tronco. Con mis últimas fuerzas, nado hacia él, me agarro con fuerza a su corteza, y caigo dormida de cansancio.

Sildes, los hijos del aire.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora