El rey me debe una

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Los siguientes minutos de mi vida son confusos. Llegan más guardias, que recogen los restos de la carroza, se llevan al rey dentro de la ciudadela, y por orden de éste me llevan dentro del Palacio Real. ¡¡¡El Palacio Real!!! El lugar más importante del universo conocido, el lugar donde solo entran nobles y gente rica, donde se toman las decisiones que rigen el destino del reino más grande del mundo. Tengo la sensación de que todo esto es un sueño. Hasta que me llevan al mismísimo salón del trono.
Es una sala enorme, con grandiosos ventanales en la pared de la izquierda y decenas de cuadros y tapices en la derecha. Al fondo, hay una plataforma con escalones hecha de mármol blanco, y encima de esta se encuentra el trono. Hecho completamente de oro, tiene incrustadas tantas joyas que parece un arco iris discotequero. Y encima de él, se encuentra el rey. Él, el monarca más poderoso del mundo. Yo, una cazadora de un pueblo pobre. Y una cosa en común. Le he salvado el culo. Que silencio tan incómodo.

-Vaya, vaya- suelta él de golpe, casi provocándome un ataque al corazón.- Así que tu eres la joven que ha disparado una flecha a la bruja, salvándome la vida.-

- Sí, majestad- digo yo, fingiendo un coraje que ahora mismo me falta.-

- Has de entender que estoy sorprendido de lo que has hecho. No todos los días uno puede se reunir el valor suficiente para plantar cara a tal desafío-

-¿Quiénes eran los que atacaron la carroza, señor?-

Una mueca de odio cruza fugazmente su rostro - Lamentablemente, existe un grupo de hechiceros que se oponen al Imperio y que trata de desbaratarlo. Pero nunca habían tratado de llevar acabo un ataque de tal magnitud. De hecho, creo que has sido muy valiente al intervenir. Y también creo que por ello debes ser recompensada -

- ¿Yo?¿ De verdad? - digo sorprendida. Esto no puede ser real. Sería demasiado bonito.

- Pues claro que sí! - dice él mientras ríe - Dime que es lo que más deseas y te lo concederé, siempre y cuando sea razonable y esté dentro de mis capacidades. ¿Oro? ¿Joyas? ¿Tierras y propiedades? ¿Un título? Suena bien lo de" Condesa de Alba blanca"¿ O tal vez deseéis otra cosa diferente?

- Yo... - digo vacilante. Puedo pedir lo que sea.¡Lo que sea! Podría pedir de una carta de agradecimiento a un cultivo de pepinos fucsia con topos negros y rayas amarillas, que además sepan a tarta de fresa. Entonces recuerdo el motivo de mi visita a Silauren.

- Majestad... si me permite, lo que realmente deseo es otra cosa... -

- ¿El qué? - Pregunta él, con pinta de interesado. Seguramente es la primera vez que alguien rechaza sus sugerencias.

Lentamente, empiezo a explicarle todo lo relativo a los sildes desaparecidos. La manera misteriosa en la que las víctimas iban a dar un paseo del cual nunca regresaban. La manera en la que Tuhon lo descubrió. Cuando avisó a las autoridades y se burlaron de él como si estuviera loco. Cuando decidió investigar por su cuenta y descubrió que era más grande de lo que pensaba. El día que encontré las huellas del claro y las descifré, descubriendo que era muchísimo peor de lo que creía. Mi alocada carrera siguiendo su rastro, cada vez más tenue. A medida que narraba los hechos, la expresión del monarca se volvía más y más preocupada, y cuando acabé mi discurso, parecía que hubiera chupado un limón ácido recubierto de picante. Finalmente dijo:

- No tenía ni idea de que algo así pudiera estar pasando sin que yo me diera cuenta. Te prometo que lo investigaremos a fondo y detendremos a los culpables de esto -

Salgo del Palacio sin darme cuenta de que es casi de noche. ¿ Podría ser que el rey no fuera tan capullo como pensaba, o vsolo era una máscara?

Sildes, los hijos del aire.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora