Visito la ciudad real

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Sigo a toda velocidad el rastro del carro, esquivando árboles mientras vuelo. No lo entiendo.¿ Como han podido secuestrar ya a siete personas esos cabrones, sin que el Imperio lo haya notado?¿Son magos? No, un mago no tendría que drogar a sus víctimas.¿Y porque lo hacen? Los sildes sólo tenemos alas y...¡Claro! Es la única explicación. Hace unos mil años, según una leyenda, un ser humano se enamoró de una sílfide, un espíritu del viento. Sorprendentemente, el amor era correspondido. Sus hijos nacieron con las alas de su madre, pero eran materiales como su padre. Y mil años más tarde, los sildes, sus descendientes, somos la segunda raza inteligente más numerosa de Lauremtum. Si la madre de nuestra especie era un espíritu de la naturaleza, debía tener algo de magia en su interior, algo que hoy en día está perseguido bajo pena de muerte, según la ley del rey Caler. Habrá gente que quiera utilizar la magia en nuestra sangre para sus propios fines, por que si no, no secuestraría gente inocente. Entre ellos Tuhon. Malditos malnacidos.

Soltando palabrotas a la velocidad del rayo, salgo del bosque y me dirijo al camino que lleva a la capital, Silauren. Sigo el camino, porque la ausencia de huellas alrededor indica que han ido por este. 6 horas de vuelo más tarde, avisto la ciudad. Situada con el mar en la cara sur y la boca del gigantesco cañón que rodea Laurentum en el norte, Silauren es la ciudad de las bibliotecas, museos y palacios. Sólo he estado aquí una vez en mi vida, hace 17 años, cuando tenía dos. Fuimos mi madre y yo, para oír el comunicado real que prohibió el uso de la magia y desterró a los magos y criaturas mágicas.

Cruzo la gigantesca puerta para sildes, y una vez dentro, el rastro se pierde entre los de los miles de carros que entran y salen de la ciudad. Mierda, mierda, mierda, maldigo, mientras vago sin rumbo por encima de los edificios excesivamente coloridos y adornados de los ricos. Sin embargo, todos palidecen ante el Palacio Real. Situado dentro de la muralla interior, tiene varios kilómetros de jardines desde un extremo al otro. En el centro, encima de una gran colina, se alza un edificio dorado con torres, y murallas decorativas. Está claro que se construyó para decorar y no para defender la ciudad. El rey gastó todos la recaudación en algo inútil. Que novedad.

¿Qué demonios puedo hacer ahora? Mi mejor amigo está prisionero de personas que no dudarán en matarle cuando ya no sea útil. Me poso en el suelo mientras me tiro de los pelos como una loca, buscando la manera de encontrar a Tuhon. Si darme cuenta, acabo chocando contra un muro de personas que miran hacia la misma dirección.

- Perdone- pregunto a un hombre- ¿ Que hacen todas estas personas aquí?

- ¿No lo sabe? Hoy hay un desfile en el cual participará el rey-

¿El hombre más poderoso del mundo va a hacer un desfile y yo no lo sabía? El ego del rey tendría que haberse encargado de que todos lo supieran. Intento acercarme hasta que topo con una barrera de seguridad de guardias armados. Entonces empieza a sonar música y veo una carroza dorada y enorme rodeada de jinetes salir de la ciudadela, justo antes de que una especie de estrella fugaz azulada aparezca de la nada y se estrelle contra ella con un ruido de mil demonios, volcándola. La gente huye despavorida. Todos los guardias corren a atacar a alguien  que si los ojos no me engañan, los deja inconscientes con tocarlos. Durante un instante la veo y lo entiendo. La que ha atacado el convoy es una maga.

Sildes, los hijos del aire.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora