Un nido de serpientes tiniebla

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- ¿Dónde crees que andará Clarvi? - pregunta Írisa. Tras el reencuentro lleno de abrazos y lágrimas, ha recuperado su postura dura e inflexible. Encendió un fuego con un pedernal, ya que yo había gastado toda mi energía mágica.

- No lo sé. El Leviatán habló de que se perdía en la oscuridad, pero nada más-

Le he contado mi sueño, y no se lo ha tomado muy en serio hasta que le he explicado que la encontré gracias a la serpiente. Eso implica que fue algo más que un sueño o una alucinación.

- ¿ Írisa, tienes idea de quien puede ser “el captivo”? - le pregunto.

Su expresión se ensombrece un momento antes de responder:

- Es obvio. Se trata de Tuhon, que se está muriendo. - contesta mientras remueve el fuego con un palo.

O mierda. Se me había olvidado que su mejor amigo está prisionero de Caler. Mucho tacto no tengo.

- Deberiamos ponernos en marcha - dice, poniéndose en pie de repente. Recoje su arco el suelo, y tras colgárselo en la espalda, se dispone a entrar en el bosque. Sabiendo que no tenemos otro camino dónde ir, hecho agua al fuego y la sigo.

En seguida me doy cuenta de que este no es un bosque normal. Las ramas de los árboles, negras cómo la noche, se unen entre ellas, dando la sensación de estar en una jaula gigante. Algunas son más anchas que el camino que recorremos.
No se oyen animales o pájaros, y no hay ni un soplo de viento. Írisa se resigna a volar al ver que hay lianas que se interponen en su camino.

Mi percepción mágica se activa un segundo y todo mi cuerpo se pone en tensión. Hay un ser mágico cerca.

- ¿ Tú también lo has notado? - pregunta Írisa, sacando un cuchillo de la bota.

- Hay algo. A unos cincuenta metros al norte. Creo que no nos ha visto. - respondo.

En silencio, damos un rodeo y nos vamos acercando a lo que espero que sea Clarvi y no otra cosa. Cuarenta metros. Veinticinco. Diez.

Cuando quedan menos de 5 metros, nos paramos. Cuento mentalmente hasta tres, y entonces, corro en dirección a la criatura. Imaginad mi sorpresa al desaparecer el suelo bajo mis pies antes de llegar. Resbalo por un barranco profundo, golpeándome contra todas las piedras del camino hasta que choco contra algo sorprendentemente blando.

Cuando consigo levantarme, descubro que estoy hundido en una capa de hojas secas que me llega hasta el pecho. Cada movimiento provoca un crujido que suena increíblemente fuerte.

- Írisa! - grito, mientras trato de alcanzar el borde del barranco.

- Absent! - responde una voz. La cabeza de Írisa se asoma por el borde. Mira a mi alrededor, y sus ojos se abren cómo platos.

- Absent sal de ahí! - chilla - ¡Es un nido de serpientes! -

- ¿Qué? -

- ¡Un nido de serpientes tiniebla, idio. . .!

Lo último no consigo oírlo, por qué algo clava sus colmillos en mi brazo y tira hacia abajo. Antes de undirme la masa de hojas, logro ver a la criatura que percibí antes. Parado en el borde del barranco, olisqueando una flor, hay un venti. Uno cuyo rostro he visto antes, pues es el que montaba Clarvi. Ajeno a que tengo una serpiente negra de 5 metros enganchada al brazo y que tira de mi para devorarme. Después sólo puedo sentir cómo me arrastran entre el mar de hojas secas, con el brazo ardiendo de color y sintiéndome idiota por no relacionar antes las palabras" se pierde en la oscuridad" con el mayor depredador de sangre fría de este bosque, cuyo nombre significa " serpiente oscura". Oye, al menos he encontrado a Clarvi. Dentro de poco los dos seremos cena para reptil.

«Ah, no. No pienso morir así. Todavía he de derrocar un tirano, devolver la libertad a los sildes capturados, reunir de nuevo la magia en Laurentum  y entender que rayos era ese sueño que resultó ser real» pienso.

Sildes, los hijos del aire.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora