CAPITULO XII

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-¿Cómo lo has encontrado?

-Muy mal, el doctor ha dicho que posiblemente muera.

-¿Tan graves son sus heridas padre?

-Mucho, en realidad no sé cómo ha resistido.

-¿Y Lucio? ¿Alguna noticia sobre él?

-No hija, lo siento.

-Acaso el velo del luto vuelve a ceñir mis ojos.

-Al menos padre e hijo volverán a reencontrar en los Campos Elíseos.

Claudia no dice nada, pero el sentimiento de culpa la carcome, ella deseó su muerte, se cumplió todo lo que quiso que le ocurriera.

-Espero que Plubio se recupere por el bien de Cornelia, aún sufre la pérdida de su hijo como para sobrellevar también la muerte de su esposo.

-¿Y tú? ¿Cómo te sientes?_Consulta a su hija.

-Debo admitir que guardé ciertas expectativas de que él volviera a mí, pero al parecer tengo que aceptar de una vez por todas que Lucio ya no está entre los vivos.

-Lo lamento, encontrarás algún hombre que gane tu corazón.

-¿Y acaso consideras que lo pueda encontrar en tan poco tiempo? casi cumplo dieciocho. ¿Que pasara entonces padre?

-No pensemos en eso ahora, ¿Ya cenaste?

-No, pero no tengo apetito.

-Come algo, no es bueno que te acuestes con el estómago vacío.

-Lo haré.

Antonio toca con cariño el rostro de su hija, la besa en la frente. Plubio y él eran buenos amigos, pero ahora los vientos soplaban nuevamente en su contra, Lucio había muerto y su hija seguía soltera, tendría que tomar una decisión prontamente que conocía no agradaría a Claudia pero al menos él le dio la oportunidad de escoger, su esposa lo comprendería y lo apoyaría desde el más allá.

-¿En qué piensas padre?

-En nada, estoy cansado me voy a mi recamara.

-Que descanses.

-Igual hija.

Antonio se retira, Claudia queda sola, lo conocía, sabía que no le había dicho la verdad.

Ya en su habitación no podía dormir, la conciencia parecía gritarle que ella era la culpable de lo sucedido a Plubio. Si él moría no se lo perdonaría nunca, si pudiera hacer algo para que el Tribuno se recuperará. Pensó en Dedrick, él podía utilizar algunas de sus hierbas para que Plubio se curara. Amanecía cuando la idea afloró en su mente, se puso un camisón encima de su bata y salió en busca de Dedrick cuando el sol apenas se asomaba. Lo buscó por todos los rincones, hasta llegar al puente que conectaba con el campo de pastoreo, ahí se detuvo ¿Qué estaba haciendo? era una locura, cómo le iba a pedir a Dedrick que salvara al hombre que era su suegro en teoría, al hombre que representaba a Roma y que conocía lo que Roma le había hecho a él. Es entonces cuando lo ve venir hacia ella con un balde que utilizaba para cargar agua del arroyo hasta las canoas donde el ganado y ovejas tomaban el precioso líquido.

-¿Claudia? ¿Qué haces levantada a esta hora?

-Te buscaba, pero ya no estoy tan segura.

Claudia temblaba, la mañana estaba fría, su cuerpo tiritaba aunque quería evitarlo.

-Se va a enfermar, regrese a la casa al calor de su habitación.

-¿Por qué te comportas tan indiferente conmigo? no lo soporto. Te he pedido que me llames por mi nombre pero ahora que lo haces, es tan despectivo que creo que prefiero que me digas señora.

Claudia no puede evitar que las primeras lágrimas recorran sus mejillas. Dedrick no soportaba verla llorar, sus cabellos se mecían con la suave brisa y reconoció cuanto le costaba estar separado de ella. Colocó el balde en el suelo, con tono de voz más amable le pregunta: ¿Por qué me buscabas?

-Sabes que el Tribuno Plubio Casio regresó sin éxito de su misión de encontrar a Lucio, y que por sus heridas está muy grave.

-Sí, lo he escuchado.

-Bueno pensé que quizás pudieras verlo y utilizar tus conocimientos en medicina natural con él.

Dedrick no puede evitar soltar una carcajada, lo que molesta a Claudia.

-¿Qué es tan gracioso?

-Señora, siempre me sorprende, ¿De verdad cree que van a dejar que un siervo como yo, examine a una persona como Plubio Casio? jamás permitirán que me le acerqué y menos que intente curarlo.

-Yo me encargaría de hablar con su esposa Cornelia. Ella es más abierta, sé que dará la autorización si pensara que puedes ayudarlo.

-¿Y por qué lo haría? ¿Qué gano yo con esto?

-Porque te lo estoy implorando.

-Sabe cuál sería mi castigo si ése hombre muere bajo mi cuidado.

-Él ya está al borde de la muerte, el mismo médico ha dicho que no le da mucho tiempo de vida, nadie te juzgaría si fallece.

-Lo lamento, no tomaré ese riesgo.

-Por favor, tienes que ir a verlo, por favor.

-Ni siquiera te agrada ese hombre.

-Lo sé, y he sido yo la causante de esto, desee su muerte y si él perece nunca me lo perdonaré.

-No es usted responsable por lo que le ha sucedido, no se sienta de esa forma.

-Por favor Dedrick.

Los ojos suplicantes de Claudia casi lo convencían, no podía decirle que no, esa era su debilidad.

-Si convence a la esposa lo haré.

-Gracias. _Claudia lo abraza, él corresponde.

-Qué clase de magia ejerces sobre mí, que no me deja pensar con claridad.

-La misma con la cual tú me has hechizado. -Contesta Claudia teniendo el rostro de Dedrick a escasos centímetros del suyo.

Esta vez fue él quien encuentra sus labios, los aprisiona con firmeza, aquellos labios significaban su perdición, sabía que Claudia nunca podría ser suya, pero aun así su fortaleza se quebrantaba cuando estaba ante su presencia. Después de disfrutar de la calidez de aquel contacto, se separan para añadir: -Es mejor que regrese señora, antes que su padre se dé cuenta que no está en casa.

-De Claudia pase a señora.

-Bueno al menos suena menos despectivo.

Ambos sonríen, ella se aleja dejando a Dedrick en el puente, quién levanta el balde y retoma sus labores.

Claudia: Belleza Indomable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora