CAPITULO XXIII

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-Bien Dedrick estamos reunidos por petición de tu tío, ¿Qué es tan importante para que solicitarás la presencia del Consejo?

El que habló fue Hendrick el Jefe de la Tribu.

-Agradezco al Consejo su presencia esta noche y el que me hayan recibido. Lo que les voy a pedir quizás les suene ilógico, pero requiero su ayuda para rescatar a alguien.

-¿De quién hablamos? -Pregunta Hendrick.

-Del Centurión Lucio, hijo del Tribuno Plubio Casio.

Todos se levantan exaltados y molestos, se arma un ambiente hostil y discuten sobre lo escuchado.

-Silencio. -Grita Hendrick con autoridad.

Al escuchar la potente voz callan y vuelven a tomar asiento.

-¿Por qué habríamos de ayudarte?

Para sorpresa de Dedrick la que habló fue una mujer. No la había visto antes ni comprendió porqué estaba ahí ya que en las reuniones del Consejo sólo hombres eran admitidos.

-No has contestado, ¿Por qué ayudarte?

La mujer se coloca en frente de él. Su cabello era caoba, lo traía suelto, peinado con una trenza que le surcaba la cabeza como una diadema. Sus ojos avellana se postraron en Dedrick, había en ella una belleza salvaje y exótica que llamaron poderosamente su atención.

-Contesta a mi hija. -Agrega Hendrick. – Ilse te ha hecho una pregunta cuya respuesta nos interesa conocer.

-Lucio es el prometido de Claudia, la romana que está conmigo. Su padre, ya una vez vino a buscarlo y no descarto que regrese. Para no tener romanos merodeando por nuestras tierras podríamos liberarlo y enviarlo a casa.

-¿Y qué me dices de la mujer romana? a ella también la están buscando. -Ahora es Ilse quién habla.

-Ella regresará con él cuando lo encontremos.

Almar mira con sorpresa a su sobrino, sus palabras contradecían lo discutido días atrás.

-Ésa no es una buena razón para poner en peligro a nuestros hombres, el romano recibe el trato que se merece. -Ilse habla con firmeza y mirando a Dedrick directo a los ojos.

-No tengo más argumentos para convencerlos, sólo que personalmente tengo una deuda con la familia de Claudia. Ellos me dieron un buen trato, nunca hubo maltrato de su parte para mi persona, siempre me dieron la opción de marcharme en el momento que decidiera, incluso pagaron por mi trabajo como cualquier jornalero. Tengo que admitir que jamás me sentí como un esclavo si no parte de ellos. Debo a Claudia y a su padre mi agradecimiento y lealtad deseo retribuirles trayendo a su prometido con bien. No podemos juzgar a todos los romanos con la misma moneda, hay una minoría que hace la diferencia.

-Ése es tu deber no el nuestro, ¿No es cierto padre? -Ilse habla con prepotencia y arrogancia.

-Admiro tu devoción hacia esta familia, pero mi hija tiene razón, escuché los rumores sobre el romano y sé quiénes lo tienen. Su tribu dobla la nuestra en hombres, son fieros guerreros, la entrada de su aldea la resguarda cabezas de hombres y mujeres clavadas en lanzas, no tememos ir a luchar y morir con honor, pero no por alguien cuya gente ha masacrado a nuestro pueblo y lo sabes, tú has sido testigo de su crueldad.

-Comprendo,  iré solo entonces no temo morir por una causa en la que creo.

-¡Estás loco! -Exclama Ilse. -Solo no llegarás ni siquiera a sus fronteras.

-Yo iré con él. -Almar se pone de pie.

-Dos locos, sucederá lo mismo, dos hombres no pueden enfrentar a una mayoría.

Claudia: Belleza Indomable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora