CAPITULO XVIII

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Claudia cenó normalmente con su padre esa noche, conversaron sobre los detalles de la fiesta del día siguiente. Antonio estaba satisfecho con el comportamiento de su hija, convencido de que ella al fin había doblegado su carácter.

-Tengo algo para ti. _Le hace saber. –Es por tu cumpleaños, prefiero entregártelo hoy y no esperar a mañana.

-No debiste padre.

-No es algo nuevo, pero me gustaría que lo lucieras para la celebración.

Le entrega un paquete que Claudia abre con cuidado para encontrar un vestido color crema, adornado con piedras preciosas, labrado con hilos de oro en los relieves.

-Padre es precioso.

-Era de tu madre, lo usó en nuestra boda, sé que a ella le hubiera encantado que lo llevarás puesto en la formalización de tu compromiso.

-Gracias padre, es el mejor regalo que me has dado.

-Hay que levantarnos temprano así que recuperemos fuerzas con el sueño. -Añade Antonio

-Que descanses padre.

-Igual, mañana será un grandioso día para ambos.

-Sí que lo será. -Recalca Claudia con sarcasmo. Pero Antonio no se da cuenta del doble sentido del comentario, por lo que ambos se retiran a sus respectivas habitaciones.
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Azeneth ayuda a vestirse a Claudia, con lentitud le trenza el cabello. Aunque intenta no llorar no puede evitar que una que otra lágrima recorra sus mejillas.

-Deja de llorar, todo va a estar bien.

-No estoy tan segura de eso.

-Siempre me has recalcado que debemos tener pensamientos positivos para que las cosas se resuelvan satisfactoriamente, ¿Acaso no deseas mi felicidad?

-Con todo mi corazón mi señora, pero me duele verla partir de esta forma. Siempre soñé que el día que mi señora se marchara sería del brazo de su esposo, y no a escondidas de su padre y aventurándose a lo incierto.

-Cornelia dice que Lucio está con vida, ¿Acaso hay algo más certero que el corazón de una madre?

-Es cierto, que así sea entonces.
-Azeneth no comenta nada más, la ayuda a terminar de alistarse.

Faltaban unos cuántos minutos para las 12:00 p.m. la casa estaba en silencio, Claudia se preparaba para partir, su cuerpo temblaba, su corazón latía apresuradamente ahora era ella la que sentía un profundo temor por su actuar. Dejaría atrás todo lo amado para enfrentarse a lo desconocido, y por primera vez dudó.

-¿Qué estoy haciendo Azeneth?, tienes razón es una locura, pero si no lo hago, mañana tendré que afrontar un destino que no quiero, estoy tan asustada.

-No vaya mi señora, quédese, yo misma le avisaré a Dedrick de su cambio de parecer.

-"Dedrick" -Repite Claudia reflexionando. -No ya es hora, no me puedo demorar más.

-No se despida mi señora, esto no es un adiós es un "hasta pronto" corra vaya, antes de que me arrepienta y no la deja partir.

Claudia se coloca el manto que le cubre el cabello, y tratando de no hacer ruido se escabulle por los oscuros rincones, da una última mirada a la casa y sus alrededores. Sin tiempo para lamentaciones llega a la caballeriza donde un impaciente Dedrick la esperaba.

-Te has tardado, ¿Ocurrió algo?

-Nada, ya estoy aquí.

No le comenta que Azeneth, en contra de sus advertencias, conocía sobre su huida.

Dedrick sostenía las riendas de dos de los mejores caballos de Antonio. Uno un corcel negro como la noche que los cubría, y la otra una yegua gris con crin blanca que pertenecía a Claudia y era la que de vez en cuando cabalgaba a escondidas de Antonio.

Dedrick la ayuda a subir y se escabullen entre las sombras, cabalgan manteniéndose alejados de los caminos sin detenerse, sin conversar, Claudia trata de mantener el paso de Dedrick, cuando se encuentran a punto de dejar territorio romano se detiene.

-¿Qué haces? No podemos detenernos.

-Sólo dame un momento, necesito despedirme de la tierra que me vio nacer y crecer.

-¿Quieres devolverte? aún hay tiempo.

-No comprendes, no es indecisión es melancolía.

Dedrick se coloca junto a ella, acaricia su mejilla derecha. Ella toma su mano entre la suya, después de un profundo suspiro agrega: -Estoy lista,. -Y siguen su recorrido.

Cabalgan toda la noche, los caballos estaban cansados y Claudia también, le empezaba a doler la entrepierna y el sueño reclamaba su párpados que amenazaban con cerrarse en contra de su voluntad.

Dedrick se detiene, buscando entre los árboles, cuando al parecer lo encuentra, le da indicaciones para que lo siga. Ella desmonta con habilidad y ambos se internan en una maraña de ramas y enredaderas que curiosamente tapaban la entrada de una cueva.

-¿Qué lugar es este?

-Lo descubrí en una de nuestras inspecciones.

-¿Inspecciones? -Pregunta Claudia con curiosidad.

-Sí, hacíamos grupos de reconocimiento y en una de las excursiones descubrimos esta cueva por casualidad.

-No pensé que formaras parte de la rebelión. No lo mencionaste, ¿Por qué?

-No era relevante, ven debemos avanzar.

Continúan uno al lado del otro seguidos por los caballos. Para sorpresa de Claudia llegaron a una parte donde la cueva se hacía más ancha y la claridad iluminó el sitio. En el techo un enorme hueco permitía que entrara la luz de la luna y en el centro una naciente de aguas cristalinas se abría majestuosa. Dedrick lleva a los animales a la naciente y permite que tomen agua, les quita la montura y de un rincón jaló lo que parecía ser paja y les dio de comer. Detrás de la entrada sacó una cerca hecha de palos sujetada con amarras que coloca para que los caballos no puedan irse.

-¿Acaso acondicionaron este sito como un escondite? -Interroga Claudia sorprendida.

-Bienvenida a nuestra guarida.

Dedrick se acerca a un baúl, saca un arco con su carcaj, lleno de flechas, un cinturón de cuero en donde coloca una espada.

-Ten. -Se aproxima a Claudia entregándole una daga. –Para que no estés del todo desarmada.

Claudia mira la daga y luego a él, Dedrick puede ver en sus ojos el temor que se desarrolla y responde a la pregunta sin hacer.

-Ya no estamos en la seguridad de tu hogar, estos son mis dominios, hay muchos mercenarios y gente que no te agradará conocer, es mejor estar preparados.

-Entiendo. Pronuncia Claudia tratando de lucir calmada pero en realidad no puede evitar sentirse asustada.

-Descasaremos durante el día y cabalgaremos en la noche, no podemos llamar la atención. ¿Quieres comer o beber algo?

-No, prefiero dormir, estoy muy cansada.

-Claro. -Dedrick se acerca a un montículo de mantas que envolvían, al desamarrarlo se encuentra con un puñado de pieles que extiende en el suelo.

-Ven, están limpias, huelen un poco a humedad porque hace mucho no se usan.

Claudia se acomoda y mira a Dedrick, alejarse.

-¿A dónde vas?

-A borrar las huellas que quedaron cuando ingresamos a la cueva, no quiero visitantes indeseados.

-¿Me dejarás sola?

-No tardaré.

Claudia apoya la cabeza sobre su brazo, más tranquila se entrega al sueño de Morfeo.

Claudia: Belleza Indomable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora