La chica del tren se va

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Mauricio terminó la llamada, aliviado. Aliviado de ver por fin a la chica. Aliviado de no tener que lidiar con la llamada a sus padres. Sabía que no era algo que pudiera retrasarse por mucho tiempo; tenía que contactar con sus padres, pero por el momento prefería enfocarse en un tema un poco más sencillo.
El chico sintió que su amiga se ponía a su lado. La volteó a ver y había una mirada de curiosidad en sus ojos, como si el rostro de Lucía le fuera familiar pero no lo lograba ubicarla del todo. Por supuesto que Lucía se quedaría en la mente de hasta la persona más indiferente hacia los demás.
Pasados unos segundos sin que nadie dijera nada, el chico creyó ver el reconocimiento en el rostro de Sofía, entonces ella, aún sin decir nada o mostrar algún gesto, los dejó solos.
En su mente, la parte racional del chico, sabía que solo lo había hecho para darles un poco de privacidad. Sin embargo una parte de él le decía que detuviera a su amiga, que le explicara que Lucía y él solo eran... bueno, nada. En cambio Sofía y él eran amigos, y de pronto Mauricio se dio cuenta que la quería a su lado cuando por fin decidiera llamar a sus padres de nuevo. Iba decirle que la buscaría para continuar con la llamada, cuando la chica del tren habló.
—Hola—lo saludó Lucía.
Mauricio regresó su atención hacia ella. Su cabello estaba metido en un gorro de invierno y tenía por lo menos tres capas de ropa, al parecer era friolenta. Tenía una sonrisa honesta, como si de verdad se alegrara de verlo y en sus ojos había un poco de ese brillo tan distintivo de ella.
Mauricio le devolvió la sonrisa.
—No interrumpí nada importante, ¿o sí?—preguntó la chica.
Él negó con la cabeza y le hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera. Quería un poco de privacidad y sabía que no la conseguiría en la sala de descanso, así que la llevó a una sala de proyección fuera de servicio.
Cuando llegaron, Mauricio acercó dos sillas y ambos tomaron asiento.
—Entonces...—empezó él.
—Siento la desaparición—lo interrumpió Lucía—. Necesitaba tiempo para pensar, organizar mis ideas y sé que tú me dijiste que te llamara pero pensé que necesitaba resolver esto por mí misma.
— ¿Y ya tienes todo resuelto?—inquirió el chico.
Ella volvió a sonreír.
—No todo, pero en eso estoy.
Hubo un momento de silencio. Lucía se levantó de su lugar y comenzó a explorar. Había varios rollos de películas antiguas, unos en buen estado, otros no tanto. La chica tomó los rotos o descompuestos y los examinó. Luego se pasó al proyector y también lo revisó con cuidado.
—Un par de días después de aquel día en el parque, fui a ese pequeño restaurante.
La chica seguía observando el proyector, pero Mauricio supo que su atención estaba en él.
—Escuché que la dueña decía que te habías ido a tu pueblo.
—En realidad nunca me fui. He estado aquí todo este tiempo—confesó Lucía después de unos segundos—. Al principio me quedé en mi casa encerrada, llorando. Algo muy patético, si me lo preguntas. Pero tenías razón, tenía que llorar, dejarme llevar por las emociones para poder pensar con claridad.
>>Después de que se me acabaron las lágrimas, decidí arreglar mi departamento. Me dio un poco de vergüenza cuando me acompañaste aquel día—admitió la chica—. Vendí algunas cosas para hacer espacio. Cuando se me acabaron las cosas por hacer, decidí pensar un poquito en el futuro—hubo una pausa. Mauricio supuso que aún le costaba hablar de ese tema. Y comprendió, aún no pasaban ni dos meses—.Después de terminar mi carrera, yo tenía planeado buscar un trabajo en la capital. Daniel me pidió que reconsiderara y que me quedara aquí. Y yo acepté. Aún no se lo decía, pero acepté. Acepté desperdiciar mi potencial por él... Por un hombre.
—Bueno, tus sentimientos por él...
—No importaban—declaró la chica—. ¿Y sus sentimientos por mí? Yo lo apoyaba constantemente en su carrera, lo animaba en cada paso y me alegraba por su éxito. ¿No debió él querer lo mismo para mí? ¿Acaso no era eso egoísta?
Él permaneció callado, sabiendo que ella tenía toda la razón.
—Así que decidí irme.
Mauricio levantó las cejas sorprendido. Y tal vez también un poco desilusionado por todo lo que no fue y pudo ser.
El chico intentó sonreír genuinamente pero se le hizo difícil.
—Me alegro por ti—dijo él—. Estás decidiendo esto solo considerándote a ti y eso es bueno.
Ella le sonrió, agradecida.
—Tengo una confesión—dijo de pronto el chico—. Ese día en que escuché que te habías ido... Lo vi.
No dijo su nombre pero Lucía lo había entendido. Entonces Mauricio se dio cuenta porqué la chica no había dicho nada acerca de sus sentimientos; no lo había superado. Ni siquiera un poco.
Su cuerpo se tensó y, aunque quería esconderlo, él pudo ver la esperanza en su mirada.
El chico se sintió mal por ella. Seguramente era horrible saber que una persona no te convenía, que estabas mejor sin ella, y sin embargo seguir amándola con todas tus fuerzas.
—Se escuchaba devastado—admitió Mauricio—. Dijo que no podía vivir sin ti.
Lucía soltó un bufido pero no le salió con el desdén necesario. Había dolor en ella y sus ojos se humedecieron a causa de ello.
—No me ha buscado—y había tanto dolor en esa simple oración que el chico se levantó y acercó a ella con la intención de abrazarla.
Ya en sus brazos, la chica se dejó llevar y lloró por un par de minutos. El chico siguió hablando.
—La señora...
—Cris—indicó Lucía entre sollozos.
Mauricio se rio un poco.
—Cris le dijo que no se acercara a ti. Le dijo que no podía hacer nada por el momento para cambiar tu opinión—dijo—. Tal vez solo quiere darte tiempo y no tarda en tocar a tu puerta.
La chica dejó de llorar y el chico le dio un apretón de aliento en los hombros y se alejó.
—La cosa es—empezó Lucía—que no quiero que me busque. Si no lo hace, podré repetirme una y otra vez que en verdad no me quería, que solo signifiqué la primera aventura de muchas en su matrimonio. Pero si me busca...
—Entonces sabrás que su amor es verdadero. Que lo suyo fue más que un esposo aburrido de su mujer.
Ella asintió.
El chico quería contarle toda la conversación de aquella tarde, pero sabía que no tenía derecho. Si alguien iba a cambiar la imagen que ella tenía de Daniel, sería él mismo.
— ¿Ya tienes fecha de partida?—preguntó.
—En un mes—contestó ella—. Todavía tengo que encontrar departamento...
—Yo puedo ayudarte con eso—se ofreció el chico, pensando en uno de los edificios de departamentos que pertenecía a su familia—. Tengo algunos contactos y creo que hasta puedo ayudarte a conseguir un descuento en la renta.
—No, no—Lucía negó con la cabeza—. Con que me ayudes a buscar departamento es suficiente.
Pero el chico insistió.
—No me cuesta nada, en serio. Solo dime cuándo.
La chica le sonrió y lo miró directo a los ojos. Mauricio se sintió un poco cohibido y se aclaró la garganta.
—En cuanto te vi en esa taquilla—dijo Lucía—supe que ibas a cambiar mi vida. Había algo diferente en ti, lo presentí. Y estoy muy agradecida de tenerte en mi vida, Mauricio.
El chico sintió que los sentimientos que sentía por la chica crecían... Solo que ya no sabía si eran de amor o simplemente de amistad.

***
N/A: Lamento la tardanza, no me di cuenta de que había pasado casi un mes. Mi intención no es dejarlos con la intriga, es solo que subo capítulo en cuanto lo escribo. 
  Y bueno aquí está este. Espero que les guste y me disculpo por cualquier error ortográfico que encuentren. Nos vemos en el siguiente capítulo ;).

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