Después de casi un mes ya no esperaba una llamada, un mensaje, ni encontrársela en el tren siquiera. Mauricio había continuado con su vida trabajando en el cine, pagando las cuentas, leyendo y, para su sorpresa, conviviendo con Sofía.
La primera semana revisaba constantemente su celular por si acaso recibía un mensaje o una llamada y no había sentido la vibración o escuchado el tono. En la segunda semana había pasado casualmente por el parque donde le había invitado un helado. En la tercera, Sofía se le había acercado con el ceño un poco fruncido por la preocupación.
— ¿Estás bien?—preguntó su compañera.
Estaban en su descanso, a solas en la sala para empleados. Mauricio pensó que no eran lo suficientemente cercanos para que él le contara, pero la verdad es que ya le daba lo mismo si quedaba como un tonto enamorado frente a ella porque, bueno, eso era precisamente. No podía negarlo, ya no.
Entonces le contó. Sofía escuchó sin decir una palabra ni ningún gesto que delatara lo que pensaba. Justo cuando iba a preguntarle si pensaba que era correcto ir a buscar a Lucía, entró su jefe. Ambos tomaron lo que quedaba de su comida y con una sonrisa amable al gerente, salieron de la sala.
A Mauricio le volvía a tocar la taquilla pero Sofía había intercambiado con otro compañero de la dulcería, así que también se despidieron, él con la esperanza de encontrarse con ella en la salida y poder continuar con la conversación.
Claro que no sucedió. Al parecer su compañera había tomado doble turno porque iba a faltar al día siguiente. Al final de su turno, Mauricio buscó con la mirada a Sofía pero no la encontró, con un suspiró, se dirigió hacia su casa.
Ya en el tren, Mauricio volvió a pensar en sus padres. Sus padres, a los que no había visto desde los diecinueve, ¿o había sido a los dieciocho? Había pasado tanto que el chico ya no se acordaba de la fecha.
Los había abandonado y ellos a él. Al principio habían insistido en mantener contacto con él pero el chico simplemente no quería tener nada que ver con ellos si eso significaba dejar a la chica que amaba.
La chica que amaba. Mauricio casi se ríe en voz alta. Su novia en ese entonces, con la que se suponía debía pasar el resto de su vida, por la que había abandonado todo y a todos, había sido su novia solo dos años. Y aunque no se arrepentía de haberla amado, sí cambiaría su manera de manejar las cosas porque ahora que estaba sin ella, ahora que veía las cosas con mente fría, se daba cuenta de lo mal que había tratado a sus padres.
Los había dejado sin un adiós, solo una carta en donde explicaba que no quería nada de ellos y que no los volvería a ver. Y todo porque se habían opuesto a su relación. Un ultimátum: Es ella o tu herencia. Tan típico de familias ricas. Y para el chico la elección había sido sencilla. Ella. Siempre ella.
Sus padres insistían en que ella no era más que una cazafortunas. Claro que habían estado equivocados. Ella lo había querido tanto como él a ella. De hecho, ahora que lo pensaba el chico, no habían sido muy diferentes a Lucía y Daniel. Solo les había fallado la edad. Su amor los había sobrepasado y no eran tan maduros para saber qué hacer con él. Al final ambos habían terminado con el corazón roto.
Mauricio había sido el de la decisión de separarse. Le había dolido dejarla pero sabía que si no se iba, ella terminaría por odiarlo y eso sí que no podía soportarlo. Así se fue con la promesa de volver.
Solo que no volvió. Mauricio aún no sabía qué lo había detenido pero en la primavera pasada, cuando él visitó la capital, la encontró del brazo con otro. Él vio cómo sus ojos volvían a llenarse de lágrimas y era lo último que Mauricio quería. Sabía que sería la última vez que la vería y no quería recordarla así, triste. Así que él sonrió para hacerle saber que lo entendía, entendía que ella hubiese querido continuar con su vida, que él sabía que su vida no debía detenerse por nadie, ni siquiera por él. Y ella correspondió la sonrisa, unas cuantas lágrimas corrieron por sus mejillas pero el chico quiso creer que habían sido de felicidad por haber concluido ese capítulo de sus vidas, y no por tristeza.
Él estaba seguro de que ahora hasta tenía una familia, si no era con ese hombre, entonces otro.
Mauricio revisó sus contactos. Aún tenía el número de sus padres y su dedo estaba a punto de apretar el botón de llamada, sin embargo en el último minuto se arrepintió. No podía. No todavía.
Los días pasaron y el chico no llamó a sus padres y tampoco buscó a Lucía. En cambio buscó otros trabajos. Se daba cuenta que si no lo hacía, lo comodidad que lo había mantenido en ese cine, se apoderaría de él y sus ganas de un cambio. Sorprendentemente, Sofía lo ayudó con eso. Todos los días llegaba al trabajo con una propuesta para él. Cuando él le preguntó si ella no tenía planeado irse también, ella le contestó que ese trabajo le gustaba y solo era de medio tiempo en lo que terminaba la universidad. El chico se sintió mal porque en todo el tiempo que llevaban trabajando juntos, jamás había demostrado interés en la vida de su amiga.
Unas semanas después, Sofía no llegó con un anuncio, sino con un número. Cuando Mauricio se le quedó viendo interrogante porque había reconocido el número, la chica habló.
—Resulta que dar con el número de tus padres no es tan difícil una vez que te das cuenta de quiénes son.
El chico se sintió avergonzado. Hacía mucho que nadie le recordaba su origen.
— ¿Por qué?—fue lo único que preguntó la chica.
Él había empezado a tenerle cariño a su amiga y también confianza. Sabía la historia de Lucía pero no la de él, entonces se la contó. Esta vez nadie los interrumpió y cuando él acabó de hablar, la chica le dio un apretón cariñoso en la mano.
—Creo que es tiempo de que hables con ellos.
Mauricio se quedó unos segundos callado, pensando, entonces le sonrió a Sofía y le devolvió el apretón.
Sí, era momento de hacer las paces con su familia. Sacó su celular y marcó. Sonó una vez, dos veces. Al tercer tono, Mauricio escuchó que decían su nombre. La voz no había provenido del celular, sino de alguien detrás de él. El chico se giró y se encontró de frente con Lucía.
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La chica del tren
Ficción GeneralComo todos los días, Mauricio sube al tren que lo lleva al trabajo, ajeno a todo y a todos hasta que su mirada capta a una joven. No sabe nada de ella, lo único que sabe es que no puede dejar de mirarla. * * * * * ADVERTENCIA ⚠️: Esta historia no es...