Capítulo Dos

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No sabría decir la razón, pero estaba convencida de que las palabras del chico no eran un mísero intento para hablar conmigo. Había más, y no sabía el porqué, por lo que me preocupé por esa simple frase.

El corazón se me aceleró por los nervios y apreté los puños con fuerza en el momento en el que empecé a notar cómo las manos me hormigueaban. Sabía lo que iba a suceder a continuación si no conseguía controlar la situación; crearía llamas de la nada.

Respiré de forma más pausada mientras hacía fuerza con las manos, evitando así que me saliese fuego de ellas.

—Acabo de hacerte una pregunta —volvió a hablar el chico. No se había movido, seguía delante de mí evitando que me pudiese ir.

—No, no la has hecho —rebatí después de haber tragado saliva para no tener la garganta seca—. Has dicho que me conoces.

—Es que te conozco —insistió y sus ojos azules, de un azul tan intenso que parecía brillante, seguían mirándome.

—No, no nos conocemos —soné lo más segura que pude mientras aún seguía pendiente de no quemar todo a mi alrededor.

No mentía, no me hubiera olvidado de él de forma tan fácil. No porque fuese guapo, que lo era, sino por la cicatriz que tenía en la mejilla izquierda, que le llegaba hasta el cuello. Llamaba la atención solo verla. Era una de esas cosas que destacaban sin quererlo. En el caso de que lo hubiese conocido, me acordaría al ver la marca de su rostro.

Esperé un poco para que dijese algo más, pero no lo hizo. Siguió mirándome, observándome de arriba abajo de tal forma que me sentí intimidada.

No me creía, su expresión hablaba por él.

—Soy nueva —dije y rompí ese silencio incómodo—. Es por eso que no nos podemos conocer. Nunca he estado en esta ciudad.

—¿Nueva? —repitió alzando una ceja.

—Sí, quizá te debo recordar a alguien. —Quería que la conversación acabase e irme lo más lejos de él. No me gustaba la forma en la que me miraba.

—Debe ser eso... —musitó y tuve la sensación de que intentaba convencerse a sí mismo—. Nueva. —Se pasó la mano por el cabello, haciendo que unos mechones sueltos se le cayesen por la frente—. Sí, eso...

Me miró una última vez y se fue sin despedirse, a paso rápido, como si estuviese huyendo de mí.

No entendía nada y mi mente se llenó de preguntas sin respuesta, o no por el momento, debido a ese chico. Ni tan siquiera se había presentado, como si solo le hubiera importado el hecho de que creía conocerme. Otra persona en su lugar hubiese aprovechado eso como una excusa y así hablar conmigo.

Él no. ¿Por qué?

Esa pregunta me intrigaba porque había sido inmune a mi lado hada.

Suspiré. No quise pensar más en ello, por lo que cerré los ojos para poder controlar mis emociones, aún demasiado alteradas. Al conseguirlo fui a clase, dispuesta a llamar la atención de mis compañeros sin quererlo.

—¡Aerith! —No había acabado de entrar en el aula cuando llamaron mi atención. Era la chica que me había ayudado al llegar. Lo había hecho con buena intención, pero consiguió que todas las miradas se centrasen en mí—. Ven, siéntate a mi lado.

No puse objeción, sabía por lo poco que había tratado con ella antes que si lo hacía, iba a seguir insistiendo con cualquier otro argumento hasta que le hiciese caso, no aceptaba un no. Así que me senté a su lado haciendo que sonriese, por enésima vez.

Inolvidable ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora