Capítulo Treinta y Cinco

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Ignorar a Blake resultó más complicado de lo que en un principio creí.

Me sentía vigilada, cualquier movimiento que hacía él ya estaba pendiente de mí, me abría la puerta sin que se lo pidiese, me recogía las cosas del suelo, se adelantaba cuando quería coger algo..

Verlo a diario empezaba a ser agobiante, sobre todo por la forma en la que me miraba; tan atento que no despegaba su mirada de la mía, como si el mundo dejase de girar y solo importase yo.

Era una situación difícil, seguíamos compartiendo el mismo grupo de amigos y algunas clases, quisiera o no tenía que tratar con él, aunque fuese por tonterías.

Parecía un alma en pena, como que por mucho que lo intentase seguía teniendo ese aspecto de no descansar bien por las noches y como si el hecho de haberme perdido era lo peor que le podría haber pasado en la vida. Hasta daba impresión que le costaba respirar si yo no le dirigía la palabra o no lo miraba.

Y en el caso que eso fuera cierto, era demasiado intenso.

Nadie era imprescindible en la vida de otra persona por muy importante que fuese o por muchos años que llevase al lado de otra.

Blake no podía centrar su vida en mí, no nos conocíamos de mucho tiempo, solo habían sido un par de meses en los que ni siquiera habíamos estado juntos románticamente. No podía ser tan importante para su vida, si era así, Blake debería ordenar sus prioridades.

Además, lo más pronto posible me iría de West Salem para no volver, pudiendo proteger a las gemelas de todos los peligros de esta ciudad y Blake, por mucho que quisiera o lo intentase, no me haría cambiar de opinión.

Era una decisión firme, las gemelas eran lo primero para mí y así sería siempre.

Matthew por su parte había cumplido su palabra, no se había separado de mi lado y había cumplido su broma de ser mi guardaespaldas.

Era gracioso, conseguía hacerme reír en situaciones inverosímiles y con cualquier tontería, pero por muy cómoda que me sintiese a su lao, había algo que fallaba; no lo conocía en absoluto.

Siempre me preguntaba sobre mis gustos, aficiones o sobre mi familia mientras que cuando yo hacía lo mismo, no conseguía nada de su parte, eludía mis preguntas casi de forma mágica, sin esfuerzo, con una elegancia natural y yo acababa igual que antes de preguntar, con las ganas de saber más de él.

Tampoco le daba muchas vueltas a la cabeza, ni siquiera lo de Blake ocupaba mis pensamientos, lo único que me importaba era encontrar a los vampiros que iban detrás de mí y hacerles pagar todo el sufrimiento que me estaban haciendo pasar.

Todo los vampiros que había encontrado con el señor Fitzgerald en nuestras aventuras nocturnas no nos habían proporcionado mucha información que no supiésemos ya, algunos mencionaban a Kier y otros no decían nada. Por mucho que intentásemos hacerlos hablar más que eso, nada servía, ni mi fuego ni las técnicas del señor Fitzgerald de tortura.

A cuantos más nos encontrábamos, menos me costaba usar la violencia para obtener información.

Empezaba a ver a esa criaturas solo como un medio para mi fin, para estar tranquila y que las gemelas lo estuvieran.

Si tenía que usar el fuego o matarlos, lo hacía sin inmutarme...

Estaba perdiéndome en la oscuridad, dejando que el fuego tomase el control de mí, pero me era igual si con eso encontraba a los responsables.

Y al hacerlo los mataría; no de forma rápida ni mucho menos, si los encontraba les daría una muerte dolorosa, tanto, que me suplicarían que acabase con su vida para no sufrir más.

Inolvidable ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora