Capítulo Nueve

7.2K 701 271
                                    


Justo después de decir eso, vi cómo seguía con la sonrisa de autosuficiencia en el rostro. Estaba disfrutando de la situación y se le notaba; como si se hubiera reservado esa información más de lo que quisiera. Al tenerlo tan cerca como lo tenía, me di cuenta de que era más joven de lo que creí en un principio, aunque no sabría decir qué edad tenía, era inmortal.

Sabía que su intención había sido provocar una reacción en mí, y lo había conseguido. No obstante, no la que él esperaba.

—¿No cree que es algo extraño seguir a su alumna por la noche? —espeté sin inmutarme a su afirmación.

—Aerith, sé lo que intentas hacer, me he dado cuenta. —Su sonrisa se ensanchó un poco más y negó con la cabeza—. Conmigo no funciona que desvíes la atención introduciendo otro tema. Veo que no quieres hablar de ello, por lo que no insistiré, no quiero incomodarte.

—Solo resalto lo que para mí es un hecho preocupante —maticé—. Perseguir a una menor de edad que conoce por su trabajo no es algo que le deje en una buena posición. Imagine que se entere alguien del instituto, podría perder su puesto de trabajo. Además, tiene razón, me incomoda.

—¿Eres consciente de lo peligroso que es ir sola? —Levanté la ceja ante ese cambio de tema, no era la única que lo hacía—. Creía que tenías coche, al menos es con lo que vas al instituto.

—¿Me vigila que hasta sabe si tengo coche o cómo voy a clases? —remarqué la primera palabra porque me parecía irreal.

—Estando sola te atacó un vampiro, ¿se te ha olvidado? —siguió hablando, no le importaba lo que acababa de decir.

—No me sucedió nada —repetí e inicié la marcha de nuevo—. Sigo aquí, sin ningún tipo de herida.

—Porque yo estaba ahí —recordó y empezó a andar a mi lado—. Te salvé la vida, Aerith.

—Y se lo agradecí en su momento, y si quiere, vuelvo a hacerlo —gruñí, molesta—. Gracias por salvarme la vida, señor Fitzgerald. Ahora si es tan amable, quiero volver a mi casa andando sola.

—¿Ignorarás lo que acabo de decirte?

—¿A qué se refiere? —rebatí de inmediato—. ¿A que es peligroso ir sola o a lo que soy? —Su silencio me dio la respuesta—. ¿No ha dicho que no quería incomodarme? —repetí sus palabras y le miré a los ojos. Los dos colores combinaban a la perfección, dándole un toque extraño y único.

Al fijarme tanto en ellos, recordé lo que podía hacer con una simple mirada, por lo que centré de nuevo mi atención en el camino.

—No hace falta que me apartes la mirada, Aerith —manifestó—. No te haré nada que tú no quieras hacer. Cuando estoy contigo intento controlarme todo lo que puedo para no asustarte para que no me tengas miedo. Te he dicho más de una vez que no soy tu enemigo.

—Odio no tener control sobre mi propio cuerpo —expliqué—. Por eso no quiero mirarle, porque siento que me pierdo... —Respiré y proseguí la marcha—. ¿Por qué tiene tanto interés que le reconozca lo que ha dicho? ¿Cambiaría algo?

—No, quizá no, pero podríamos ser sinceros el uno con el otro...

Sospechaba que sabía que era un hada, por lo que no me sorprendí cuando lo verbalizó, pero aunque lo intentaba, no lo entendía.

—Buenas noches, señor Fitzgerald —finalicé la conversación y anduve sin mirar atrás un poco más rápido para dejarle claro que no quería que me siguiese. No me apetecía seguir hablando con él, estaba cansada de la situación, del tira y afloja que me sometía. Parecía que quería que aceptase su ayuda a toda costa.

Inolvidable ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora