Capítulo Veintisiete

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Estaba muy molesta. No entendía su actitud, por mucho que lo intentase, no lo hacía, no lo procesaba.

Blake me mentía de forma constante, y sí, por lo que me había dicho, él no quería hacerlo, pero no podía evitar que la sensación de saberlo fuese agobiante.

¿Tan difícil era ser sincero? Yo lo era con él, le decía todo lo que pensaba al momento, fuese bueno o malo, incluso las cosas que no le gustaban escuchar.

—Blake, te he hecho una pregunta —insistí, frunciendo el ceño al ver que no me respondía.

¿Tanto tardaba en pensar qué decir? Podría disimular mucho mejor.

—No lo sé —murmuró con voz queda—. No he hablado mucho con él. Desde que vino a la ciudad he estado casi todo el tiempo contigo, no lo conozco tanto como puede parecer.

—Si no lo conoces, ¿por qué lo juzgas? No tiene sentido... —Suspiré y negué con la cabeza—. Me estás mintiendo.

En cierto modo estaba empezando a abrirme con Blake de forma más íntima, le estaba dejando que me conociera más allá de lo que solía hacer con los demás.

No estábamos en el mismo punto, eso era muy obvio, él quería una cosa de mí que no podía corresponder, al menos no por el momento, pero poco a poco empezaba a derribar ciertos muros y barreras que me había impuesto.

Éramos amigos, el único que sabía que era un hada, ya que no contaba al señor Fitzgerald, con él me mostraba tal y como era. Habíamos compartido cosas que, en mi caso, nadie sabía, por no mencionar ese beso que nos dimos. Estaba empezando a confiar en él...

Y me mentía.

—No digas tonterías. —Levantó una ceja y me miró, sin entender cómo había sacado una conclusión tan rápida—. ¿No hemos dicho que no nos mentiríamos?

—Responde la pregunta —gruñí y me centré en la hierba del suelo, era mucho más interesante que escuchar cómo se justificaba de forma absurda.

—No lo haré si no me miras. —Resoplé e hice lo que me pidió. Sus ojos azules me analizaban sin titubear, firmes, como si intentase saber lo que pensaba. Me incomodó, por lo que intenté apartar la vista sin poder hacerlo, una de sus manos sujetaban mi barbilla para que no desviase la mirada—. ¿Por qué crees que estoy mintiendo?

—Porque es muy obvio —dije y me mantuve firme. Si se trataba de una competición de quién aguantaba más la mirada, no iba a perder—. Sabes más de lo que me explicas, te delatas muchas veces sin darte cuenta. Y eso me fastidia, si soy sincera, porque juegas con la ambigüedad a tu favor.

No me lo callé, tampoco me servía guardármelo para mí. Si no era honesta con él, ¿cómo podía pedirle lo mismo?

—Bien, estamos siendo sinceros. —Asentí de forma leve—. Yo también lo seré, me ha molestado que des por hecho que te estoy mintiendo.

—¿Perdón? —Me reí, incrédula con su reacción—. ¿Tú te has molestado?

—Sí —reafirmó—. Dudas de mí de forma constante, es como si también dudases de lo que siento por ti.

—Eso no tiene nada que ver ahora —lo interrumpí.

—¿Segura? —rebatió—. Porque a mí me ha dado la sensación de que sí, por eso has preguntado que porque contigo es diferente que con Lydia, que porque quiero estar contigo después de lo que te conté. La respuesta es muy fácil, ¿sabes? Y mucho más simple de lo que crees.

—Lo dudo, aquí nada es tan simple y fácil...

—Sé que quizá cuando nos conocimos no actué bien, lo reconozco, me he disculpado por ello varias veces. Sin embargo, a medida que ha pasado el tiempo te he demostrado que me importas, que me gustas de verdad —explicó y me cogió la mano—. Sí, sé que estuve con Lydia, y sé también los motivos que nos hicieron no estar más juntos, yo ya no siento eso que sentía por ella... Es mi amiga. Y tú... —Suspiró y negó con la cabeza—. Tú eres un mundo aparte, ¿no te das cuenta?

Inolvidable ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora