—¿Qué es eso de que te han asaltado, Aerith?
Esa fue la forma en la que me saludó Lydia cuando subí a su coche, ni parecía que tenía intención de hacerlo, me miraba en silencio esperando una respuesta por mi parte.
—Buenos días —murmuré poniéndome el cinturón.
—Sí, tienes pinta de que te hayan asaltado —comentó sin dejar de observarme—. Tienes muy mal aspecto. No has dormido, ¿verdad? Es que estás hecha un asco. —En ese momento se dio cuenta de que quizá se había excedido—. Siento mi ataque de sinceridad, pero cuando estoy preocupada no puedo evitarlo.
No, no había dormido.
Sin embargo, no es por lo que ella se creía que me había ocurrido. Ni me sorprendía de que ya lo supiese, lo más probable es que mi madre se lo hubiese contado. Lo que no sabía era cuándo habían intercambiado los teléfonos, no tenía ninguna duda de que era obra de mi madre.
Y ella era la razón por la que no había podido conciliar el sueño.
La idea de que fuese la culpable de los ataques que había sufrido por parte de los vampiros no se me había ido de la cabeza. Todo encajaba; conocía el mundo sobrenatural, investigaba las ciudades antes de que fuéramos a ellas, no se sorprendió cuando se lo dije y supo mi localización todas las veces que me asaltaron.
Estaba segura de que ella sabía que West Salem no era la pequeña ciudad tranquila que aparentaba ser.
Sin embargo, me negaba a aceptar que eso fuese verdad, no podía serlo.
No podía ser mi madre.
Ella no intentaría matarme ni elaboraría un complot par que lo hiciera, ¡era mi familia! Siempre me había protegido de todo, o eso es lo que decía. Nos mudábamos tanto a causa de ello, aseguraba que aún estaba intentando ponerme a salvo.
Además, cuando le confesé que me había atacado un vampiro no se lo esperaba, su reacción fue genuina, real, que no podía aceptar que estuviese mintiendo o fingiendo para disimular sus hipotéticas decisiones.
Mi madre no mentía bien, nunca lo había hecho, por eso nuestra relación no estaba en nuestro mejor momento.
Había estado a mi lado desde siempre, ayudándome cómo podía cuando empecé a manifestar mis poderes, intentó calmarme y no me tuvo miedo, no como mi progenitor.
A su manera, porque seguía sin saber nada de mi don, había conseguido controlarme, nunca había tenido un accidente o había quemado algo sin quererlo.
No era posible. Me negaba a aceptar la posibilidad de que mi madre fuese la mala de mi historia, la que deseaba mi muerte. Por mucho que me mintiese, me ocultase tantas cosas y no entendiera sus acciones, no podía ser ella.
Mi madre no me traicionaría de esa forma.
—No he dormido mucho —reconocí. Lydia seguía demasiado pendiente de mí—. Así que debe ser normal que no tenga buen aspecto.
—¿Cómo pasó? —Su tono estaba lleno de preocupación y añadió después de arrancar—. Me refiero al asalto. ¿Fue al volver de mi casa? Sabía que debería haberte llevado en coche, era muy tarde.
—No es tu culpa —respondí casi de inmediato. No quería que se sintiese de ese modo—. Y siendo sincera, agradezco tu preocupación, pero no quiero hablar de ello.
Hoy no gozaba de la suficiente imaginación para elaborar una mentira que pareciese creíble para que no siguiese insistiendo. Apreciaba que estuviese así por mí, demostraba mucho de cómo era, solo no me apetecía hablar de eso y menos con ella, que no sabía nada de los seres sobrenaturales.
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Inolvidable ¹
FantasyTras mudarse a un pueblo misterioso, Aerith se verá obligada a elegir entre un vampiro que grita peligro y un chico que oculta un secreto. **** Aerith odia las mentiras. L...