Dipper
En cuanto llegamos a la Cabaña del Misterio nos encontramos con el tío Stan en la puerta del lugar despidiendo amablemente a algunos turistas, recibiendo un par de billetes por su buen comportamiento que no hizo más que dejarle una sonrisota en el rostro. Sólo reímos, y Mabel y Pacífica se despidieron de mí con la excusa de que darían unas vueltas por el pueblo y harían cosas de chicas.
No me quedó de otra que despedirme e ingresar solo a la cabaña, pensando en todo lo que había ocurrido en el día hasta ese momento, algo que hacía de vez en cuando cuando estaba solo y aburrido. Lo único extraño hasta ese momento fue el encuentro con Robbie, jamás se me hubiera ocurrido pensar en diría algo así.
—Pensé que los humanos hacían eso cuando moría otro —me sobresalté al oír la voz de Bill, y me levanté de mi cama para encararlo.
Estaba de pie sobre un pequeño mueble de caoba con cajones de poca altura, con sus dedos jugando con su bastón y moviéndolo de un lado a otro. Me acerqué a él a paso lento, intentando no molestarlo y no ganar otro golpe con ese maldito bastón, hasta que quedamos frente a frente.
—Sólo me resultó algo extraño viniendo de Robbie —me encogí de hombros y sonreí levemente —. ¿Por qué sigues con tu forma triangular después de todo?
Me crucé de brazos cuando oí un bufido por su parte, y luego un chasquido de dedos que creó un leve brillo en su cuerpo que me obligó a entrecerrar los ojos y dar unos pasos hacia atrás, encandilado. En cuanto pude ver correctamente de nuevo, abrí los ojos como platos al ver su forma, había vuelto a ser un humano de cabellos rubios y piel pálida, aunque no se veía igual que antes.
Si bien, aun se veía bastante joven, ya no aparentaba unos diecinueve años, sino unos veinticinco, veintiséis o incluso veintisiete. Estaba algunos centímetros más alto, con la espalda más ancha y el cuerpo más fornido, después de todo, seguía viéndose malditamente atractivo. Lo que más me llamó la atención a todo esto, fue la ausencia de ese parche triangular de color negro que antes llevaba; dejaba al descubierto su ojo celeste, diferente al otro que era, como antes, negro.
¿Podía ver mi alma con ese ojo?
—¿Mejor? —giró los ojos y se sentó sobre el mueble como indio, apoyando su bastón detrás de sus hombros mientras lo sujetaba con ambas manos y me sonreía con cierta burla, igual que siempre lo había hecho— Ya sabes a lo que vine.
Sonreí, y escondí mis manos en los bolsillos de mi pantalón.
—Quiero hacer un trato, Bill.
Por un momento hubo un silencio que empezaba a darme escalofríos, hasta que él lo cortó con una pequeña risa. Dejó caer el bastón al piso y apoyó su codo izquierdo en su pierna, con su mentón sobre su puño, viéndome directamente.
—Te escucho.
—Bueno —llevé una mano a mi nuca con nerviosismo, tenía que convencerlo de alguna manera aunque el trato fuera una locura—. Te pediré favores, y tu tendrás que cumplirlos sin poder negarte... y te los devolveré cuando tú me lo pidas, podrás pedir lo que sea —balanceé mi cuerpo ligeramente de adelante hacia atrás, nervioso por su respuesta.
Bill pareció pensárselo un par de segundos, y luego cruzó sus brazos sobre su pecho con la expresión un tanto seria, pero con una leve sonrisa de lado.
—Sólo podrás pedir dos favores por día, y hay trato.
Asentí con la cabeza y di un paso hacia delante cuando Bill extendió su mano con esa característica llama azul rodeándola. Su retorcida sonrisa lo decía todo, tenía buenas —malas, para mí— ideas para cuando me pidiera los favores de regreso, sólo esperaba que valiera la pena arriesgarme de esa manera.
Sellamos el trato con un leve apretón de manos, y luego Bill volvió a cruzarse de brazos soltando un muy suave suspiro. Sonreí, él sabía lo que le esperaba al estar obligado a cumplir los favores que le pidiera, y aún así aceptó.
—Bien, a lo que vine.
—No —le interrumpí, dando otro paso hacia delante para acercarme a él, y posé mis manos muy delicadamente sobre sus mejillas, intentando ignorar su ceño fruncido—. Quiero pedirte el primer favor del día.
Giró los ojos con fastidio, podía asegurar que ya sabía lo que iba a pedirle. Lo miré con una sonrisa, y acerqué mi rostro al suyo algunos centímetros.
—Bésame.
Un pequeño gruñido salió de sus labios, después de todo, no podía negarse.
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MindScape •BillDip•
FanfictionLa existencia de ese leve odio hacia aquel castaño que alguna vez amó ya era malo, pero, ¿qué tan malo era verlo únicamente en la MindScape? •Secuela de Conociéndome a mí mismo. •Yaoi (chicoxchico) •Lenguaje vulgar. Créditos de la portada: @BooksLov...