Capítulo 11.

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Dipper

  Soporté muchas bromas por parte de Mabel y sus amigas durante todo el día, ansiando tener un momento sólo para mí, así, quizás, Bill aparecería. La noche llegó más lento de lo que pensé, y yo estaba en mi habitación, sobre la cama con mis piernas cruzadas, esperando.

  Pero Bill no llegó esa noche, ni la siguiente, ni la que le sigue. Pasaron casi dos semanas y él no dio ni un solo indicio de vida, y estaba empezando a preocuparme, ¿y si Ford tenía razón y tan solo soñé con sus visitas? Odiaría a mi cerebro de por vida por hacerme ese tipo de jugarretas de mal gusto.

  Me levanté del sofá con desgano y abandoné la cabaña sin importarme que fueran las dos de la mañana del décimo tercer día que Bill no me visitaba. Quería verlo, ¿y si estaba molesto por haberle besado? No me arrepentía de nada de todos modos, algún día debía volver.

  Llegué a un pequeño claro en el bosque que era iluminado únicamente por la luna llena y las estrellas, aprovechando aquella calma para sentarme bajo un árbol y pensar o, si tenía algo de suerte, descansar un poco. Sonará ilógico, pero prefería dormir en el bosque que en la cabaña, al menos esa vez.

Omnisciente

  Algunos minutos habían transcurrido desde desde que el castaño se había acomodado bajo aquel árbol de pino con la espalda apoyada en su tronco y los ojos cerrados, disfrutando de las fresgas brisas y el leve sonido de algunos animales inofensivos. No fue, luego de otro largo rato, que sintió movimiento justo a su lado, lo que le obligó a abrir los ojos alarmado.

  Su expresión se ablandó al ver al demonio sentado junto a él, viéndole de frente con una sonrisa en su rostro.

—¿Dónde estuviste éstas dos semanas? —quería saltarle y llenarle el rostro de besos por haberlo extrañado tanto, pero también darle un buen golpe por preocuparle.

—No metas tu nariz donde no te llaman —giró los ojos y su sonrisa se borró—. Y no fueron dos semanas, fueron trece días.

  Esta vez fue el castaño quien giró los ojos y soltó un pequeño bufido, antes de que una leve sonrisilla traviesa adornara su rostro. Se acercó al rubio y de un rápido movimiento besó castamente sus labios, haciéndole fruncir el ceño.

—¡Eh, quita! —lo empujó y se cruzó de brazos, viéndose adorable a los ojos del adolescente.

—Sólo si me dices dónde estuviste los últimos trece días —sonrió de lado y ladeó la cabeza, divertido al verlo tan frustrado.

—Agh, es una sorpresa —giró los ojos y se puso de pie, acomodando sus mangas con elegancia.

  Dipper también se puso de pie y le tomó de la mano en cuanto se distrajo, sólo le gustaba molestarlo y qué mejor forma que esa. Bill, sorprendido, bajó la vista a su mano y luego la regresó a los ojos del menor  entrecerrando sus párpados para verlo con algo similar a la duda.

—¿Qué? —cuestionó el rubio, sin siquiera molestarse en intentar liberarse del agarre del castaño, después de todo, estaba seguro que no querría soltarlo.

—Nada, sólo quería tomar tu mano —la sonrisa divertida en ningún momento se fue de su rostro.

—Hum... vale —la duda seguía en él, pero no preguntó más y empezó a caminar, llevándose consigo a Dipper.

—¿Adónde vamos? —finalmente quitó su sonrisa y al darse cuenta que Bill no le había soltado la mano, su corazón enloqueció.

—No hagas preguntas —bufó y le soltó la mano, para ocultarla en sus bolsillos y voltearse, haciendo que el castaño chocara con su pecho por estar un tanto distraído—. Tsk.

MindScape •BillDip•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora