Dipper
Realmente había pensado que el enojo y la decepción de Mabel se irían en algunas horas o cuando se le olvidase, no creí que durara ya casi tres días. Ford había notado que estábamos algo extraños, principalmente porque no almorzábamos ni desayunábamos juntos o hacíamos bromas entre nosotros como de costumbre; aunque prefirió no hacer demasiadas preguntas y encerrarse en su laboratorio para variar.
El tío Stan por otro lado, estaba prácticamente encima de nosotros intentando sacarnos información sobre qué demonios pasó para que estuviéramos tan distanciados. Se veía frustrado, y deduje que no quería que a Mabel y a mí nos pasara lo mismo que a él con Ford. Y para ser sincero, eso también me inquietaba bastante.
—Mabel —murmuré, dando ligeros golpecitos en el marco de la puerta de la que antes había sido nuestra habitación. No me fue necesario acercarme a su cama para notar que ella no estaba ahí, y en su lugar habían cojines y almohadas bajo las mantas.
Decidí no molestarla con una llamada, ya prácticamente era adulta y si necesitaba salir a escondidas y preocupar a los ancianos para divertirse, que así sea. Ya vería el momento correcto para hablar con ella y echarle en cara la estupidez que estaba haciendo.
—¿Mabel no está en su cuarto? —fue lo único que preguntó Stan cuando me lo crucé por el pasillo, y la mueca que se formó en mi expresión fue suficiente respuesta para él.
Y al igual que yo, se encerró en su cuarto con el entrecejo fruncido de la preocupación. Cuando estuve solo, sentado en el borde de la cama con los codos apoyados en mis piernas, pensando en Mabel, en dónde y con quién podría estar, empecé a sentirme como a los doce años, cuando no teníamos idea de el agujero sin fondo de rarezas que era el pueblo, cuando me sentía observado cada vez que ponía un pie fuera de la cabaña; empecé a sentirme muy paranoico. Y todo era culpa de Mabel.
Cerré los ojos y apoyé mi mentón en mis puños, realmente tratando de no pensar en mil y un posibilidades de que a Mabel le sucediese algo o no volviera a la cabaña. Y sólo en ese momento, entre pensamientos más que negativos y que preocuparían a cualquiera, me di cuenta de lo necesaria que era la alegría y la gran sonrisa de Mabel en mi vida. Y estaba a punto de levantarme para salir a buscarla cuando oí algunos golpecitos en el marco de la puerta.
Me hubiese puesto de pie de golpe por el susto, pero milagrosamente pude disimularlo y giré la cabeza hacia donde el anciano con gafas y suéter rojo me observaba con una mirada un tanto dudosa, como si intentase, con los ojos y el silencio, pedirme permiso para ingresar al cuarto.
No me había dado cuenta que, mientras me preocupaba a mí mismo de forma tan estúpida, empecé a acariciar con dos dedos el collar que Bill me dio en la fiesta de los Noroeste. Sólo lo oculté dentro de mi camiseta, me enderecé y esperé a que Ford no lo hubiese visto.
—¿Si, tío Ford? ¿Sucedió algo?
Dio unos cortos pasos hacia delante y se llevó ambas manos detrás de la espalda, no sin antes haberse acomodado los lentes de un empujoncito en la parte del tabique. Intenté quedar en silencio para que dijera a lo que vino.
—Supuse que estarías preocupado por Mabel, aunque estén algo afectados por alguna pelea entre ustedes sigue siendo tu hermana y es normal que te preguntes dónde y con quién podría estar —permaneció sin hablar algunos segundos, como si empezara a dudar si fue buena idea o no ir hasta mi cuarto para decirme eso—. No quiero que pases otra noche sin poder dormir, no es nada bueno para tu salud.
Quizás era la leve desesperación que tenía por que dijera ya dónde estaba Mabel, que asentí rápidamente con la cabeza, dándole la razón.
—¿Sabes dónde está?
—Fue a la mansión de los Noroeste a una pijamada, si mal no recuerdo. No creo que nada le pase estando allá, pero supongo que puedes quedarte tranquilo.
Solté un largo suspiro. No pude ni quise imaginarme lo que sucedería en esa pijamada, y en ese momento decidí no involucrarme en la vida amorosa de Mabel a menos que ella me lo permitiese, lo cual era difícil que sucediera, con suerte me pediría uno que otro consejo pero estaba seguro que no pasarían de eso.
—Mabel no corre peligro entonces —susurré, más para mí mismo que para el anciano de cabellos grises.
—No, Dipper —con una pequeña sonrisa, Ford tomó la perilla—. Mabel está bien. No te preocupes e intenta dormir un poco.
Y tras decir eso, cerró la puerta y pude oír sus pasos alejándose. Me lancé hacia atrás en la cama, con los brazos extendidos hacia los lados y la vista en algunas manchas de moho en el techo. Con Mabel segura en la mansión de Pacífica, podía darme el lujo de esperar la visita de Bill y una forma de convencerlo para que visitase a Mabel también aunque sea una vez, supuse que era la única forma que tenía para que ella decidiera perdonarme. Ella creía que estuve con otra persona, que había bailado en el jardín con un chico totalmente diferente a Bill, y que ese mismo chico me había dejado tal mordida en el cuello, lo cual era más que mentiras.
Nunca hubiese dejado que me tocase de esa manera si no se trataba de Bill.
Cerré los ojos, esperando que al abrirlos todo el cuarto estuviese ya sin color y me encontrara con la hermosa sonrisa de... ¿podía seguir considerando a Bill como mi novio? Mas con lo único que me encontré fue con la ventana.
Había olvidado lo que era esperar por el momento en el que a Bill se le ocurriera aparecerse en mi mente. Era una sensación que no había extrañado para nada, siendo sincero.
Me senté de nuevo en la cama para extender el brazo y apagar la lámpara que iluminaba sólo una parte del cuarto. Decidí creer que Bill no se aparecería esa noche, por lo que, bastante decepcionado, me propuse descansar un poco como había dicho el tío Ford.
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MindScape •BillDip•
FanfictionLa existencia de ese leve odio hacia aquel castaño que alguna vez amó ya era malo, pero, ¿qué tan malo era verlo únicamente en la MindScape? •Secuela de Conociéndome a mí mismo. •Yaoi (chicoxchico) •Lenguaje vulgar. Créditos de la portada: @BooksLov...