Iba a hacer la explicación de Mabel todo el capítulo prácticamente, pero cambié de opinión porque sería puro relleno. 🌚
Lo voy a dejar como algo secundario.
—o—
Bajé la mirada al elegante traje que llevaba, sin poder creer aún que Bill lo había escogido por mí. En verdad, ese demonio me conocía perfectamente; sabía que habría comprado cualquier traje aunque no me gustase sólo para escapar de la tienda, y él me había dado servido en bandeja un traje perfecto.
Solté un suave suspiro, intentando limpiar mi mente de todo posible pensamiento que pudiera molestarme, y levanté la mirada para ver a Mabel a mitad de un vals con Pacífica. No pude evitarlo pero, mierda, me imaginé lo hermoso que hubiese sido bailar esa pieza con Bill, con sus cálidas manos en mi cintura y mis brazos rodeando su cuello.
Nuevamente, otro suspiro. Había perdido la cuenta de las veces que lo hice en esa misma noche, no podía quitarme a Bill de la cabeza por más que lo intentara. Mabel lo notó en el mismo instante que me vi frente al espejo con el traje puesto, supo que yo habría querido ir con Bill como mi pareja, tomados de la mano.
No hizo más que abrazarme y susurrarme lo mucho que lo extrañaban, no sólo yo, incluso Stan echaba un poco de menos sus burradas. Pero aún así, ellos no podrían entender la manera en la que yo le extrañaba. Ellos no habían visto la mejor parte de Bill, esa faceta suya que sólo a mí me había mostrado. No era sólo locura, burla y egocentrismo; había más, una dulce capa bajo esa máscara, una capa que yo destruí en esa fiesta.
—Dipper, ¿estás bien? —la voz de Ford me sacó de mis pensamientos. Me sobresalté ligeramente y lo miré, pasando el dorso de mi mano por mis mejillas.
—Sí, sí, no es nada —asentí con rapidez, totalmente convencido de que no, no le diría que estaba pensando de nuevo en Bill. No quería llevarme más desilusiones, no quería oírle decirme otra vez que Bill no seguía con nosotros.
—Mira —llevó sus dedos al tabique de su nariz, desacomodando un poco sus lentes. No le presté mayor atención y miré hacia la gente que bailaba muy a gusto con sus parejas—, ¿por qué no bebes algo ponche o, no sé, tomas aire fuera?
No le respondí nada. Hice un gesto con mi mano, uno muy vago, en señal afirmativa, y me alejé de la gente, yendo hacia los elegantes jardines que decoraban con algunos pavos reales. La luz de la luna les dio una hermosa y majestuosa vista en cuanto me vieron y revelaron sus plumas pintadas de colores verdes y ligeros celestes.
Me senté en una banca de metal muy elegante para mi gusto, pero no había otro sitio donde sentarse que no fuera el cesped, y no ensuciaría el traje por nada del mundo. Donde estaba aún podía oírse la música suave, lenta y romántica, que hizo que me cuestionara la maldita razón de por qué asistí a esa fiesta. Una parte de mí decía que fue por Mabel, ella quería que saliera un poco; pero otra gran parte de mí decía que fue por Bill, ¿por el maldito traje que eligió?
Quise llorar, y ni siquiera sabía por qué. ¿Para qué rayos elegir un traje si no estaría aquí? Dudaba siquiera que pudiera verme, empezaba a dudar siquiera que siguiese existiendo en otro sitio que no fuera mi mente o mis sueños.
Me incliné hacia atrás y me recosté en el respaldo de la banca, cerrando los ojos, oyendo la música e intentando disfrutar de mi soledad. A quién pretendía engañar, no quería estar solo, quería que él estuviese conmigo.
Ni siquiera los pasos a unos metros hicieron que le prestase atención a algo más que no fuera la melodía que salía del salón principal, supuse que sería Stanford, los pasos sonaban igual que sus elegantes zapatos.
Se sentó a mi lado, quienquiera que fuese, y lo miré. Era un hombre, alto, delgado, con una encantadora sonrisa. La mitad superior de su rostro estaba oculta como la de todos los invitados que quisiesen bailar. Sí, a Preston se le dio por entregar mascarillas decoradas a las personas que se acercaban al centro de la sala para compartir una pieza con su pareja.
Me sonrió y se puso de pie de nuevo, con su enguantada mano extendida hacia mí. Quería bailar, y yo sólo por educación acepté. No fuimos dentro como pensé, bailamos allí, bajo la luna, en el césped. Una de mis manos estaban sujetas a las de él y la otra en su hombro, mientras su mano libre posaba con tranquilidad en mi cintura.
Sus movimientos eran lentos, elegantes y cautivadores, a excepción de los míos por la falta de experiencia en ese tipo de bailes, en realidad, en todo tipo de bailes que no fueran el baile de la oveja o los vulgares de las fiestas.
Nos detuvimos, dejamos de bailar casi por incercia en cuanto la música acabó, y una amplia sonrisa surcaba su rostro. Parecía muy satisfecho de sí mismo, rebosaba confianza. Se acercó a mí con claras intenciones de besarme, y aparté hacia un lado mi rostro, haciendo que sus labios fuesen a parar en mi mejilla izquierda, donde dejó un sonoro beso y soltó una risa.
Una risa muy conocida, una que me había enamorado totalmente.
—¿Bill? —mi voz me tembló, pero no me importó en lo más mínimo.
Con la mano que estaba en mi cintura, se retiró la mascarilla, dejándose ver. No pude evitar y tampoco evité que las lágrimas inundaran mis ojos y una gran sonrisa creciera entre mis mejillas.
—¿C-cómo..? —siquiera podía hablar, la voz se me quebraría, no quería llorar.
—Te dije que sería una sorpresa, Pino —murmuró, con su sedosa voz que hizo que mi corazón empezara a latir con fuerza—. Valió la pena —continuó, su tono no subió en ningún momento, porque estaba allí, a pocos centímetros de sus labios, y lo que estaba diciendo era solo para mí— el no haber estado contigo todos estos días, dejar de visitarte —tomó una de mis manos, me frustró no poder sentir la suave piel de sus dedos rozando los míos, y dejó un beso en mis nudillos. El calor subió a todo mi rostro y orejas—. ¿Valió la pena para ti el haberme extrañado esas noches de insomnio, Pino?
Reí, cortamente, y no le respondí, actué sin pensar. Rodeé su cuello con mis brazos y planté en los labios un beso. Uno que ya había extraño durante tantos meses, como el sentir la calidez de sus labios sobre los míos, y esas sonrisas que soltaba mientras nos besábamos.
Como la que tenía plasmada en ese momento, mientras sus manos se aferraban a mi cintura.
—o—
Los amo y lo saben. ❤
Actualizando a las seis de la mañana, bamos vien.
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MindScape •BillDip•
FanficLa existencia de ese leve odio hacia aquel castaño que alguna vez amó ya era malo, pero, ¿qué tan malo era verlo únicamente en la MindScape? •Secuela de Conociéndome a mí mismo. •Yaoi (chicoxchico) •Lenguaje vulgar. Créditos de la portada: @BooksLov...