Conociéndonos

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Es pleno verano, el sol arde sin piedad y no puedo hacer más que estar sentada junto al ventanal de mi habitación esperando que el viento se apiade de mi y me acaricie la piel sudada. Decido entonces, luego de largos minutos de intenso calor, tomar un refrescante baño, y ¡Wow! Qué bien se siente el agua sobre mí. Sin embargo, bastó que estuviera cinco minutos fuera para que volviera a sofocarme. Me dirige a la pequeña plaza del jardín trasero, me senté bajo una sombrilla y respiré la tranquilidad del lugar. Llamé a una criada para que me llevara una jarra de limonada y un libro, y me dispuse a pasar el resto del día allí.

Lo sé, son vacaciones de verano, debería estar saliendo con mis amigas y divirtiéndome, debería estar disfrutando mi tiempo libre, debería estar haciendo cualquier otra cosa salvo derretirme en el jardín. Pero esta es la triste y aburrida historia de mi vida: no tengo amigas. ¿Por qué? Solo Dios sabe la razón.

Cuando creo propicio entrar nuevamente a la casa ya ha oscurecido. Voy directamente a la sala del comedor pues ya es pasada la hora, seguramente mis padres ya estarán sentados a la mesa esperando que su única hija aparezca para comenzar a comer. Y efectivamente, al abrir las puertas ya tenían los ojos sobre mi.

-¡Mi querida Sophia! ¿Dónde has estado toda la tarde? Apenas te he visto hoy- pregunta preocupado mi padre.

-He estado en la plaza del jardín leyendo- les explico mientras tomo mi respectivo asiento en la mesa- No tienes porqué preocuparte, no es como si tuviese otra cosa que hacer.

-Ya veo...- se llevó un bocado de puré de papas a la boca pensativo- Podrías salir con tus amigas, ir de compras o algo parecido- sugirió al acabar de tragar- Las chicas suelen divertirse haciendo ese tipo de cosas.

-Claro, eso suena estupendo, pero no me llevo muy bien con las chicas del colegio...- confesé con la mirada fija en mi plato- ¡No es que me importe!- dije rápidamente pues el ambiente se había puesto pesado. Apresure lo que me quedaba de cena y aclarando mi garganta me puse en pie- Ya me iré a mi habitación, hasta mañana mamá, papá.

-Hasta mañana cariño.

Prácticamente corrí a mi habitación, casi caigo de boca por las escaleras al tropezar, pero al final llegue sana hasta ella. Cerré la puerta a mi espalda y me deje resbalar hasta el suelo. Tome un respiro y tape mis ojos con ambas manos. ¿Cómo se me ocurre decir algo tan deprimente? Ellos no tenían porqué saber que tienen una hija marginada ni nada por el estilo. ¡Agh!

Me paré lentamente y me fui a tumbar en la cama arrastrando los pies al caminar. Había dicho que no me importaba pero no era cierto. Sufría todos los días en silencio el hecho de no ser como los demás. Quería relacionarme con las otras personas pero se me hacia realmente imposible, ni siquiera por ser la única hija de la venerable familia Xan, es decir, al menos podrían acercarse por cochino interés, pero no. Intentaba fingir que me importaban sus temas de conversación pero quizás no lo hacia bien. Leí varias revistas para instruirme bien sobre ropa, maquillaje, chicos, relaciones románticas o como sea que se llamen, sin embargo nada de eso me valió ni me vale. Incontables veces se burlaron de mi por el simple hecho de no haber salido con nadie, pero ¿Acaso es demasiado importante eso? Es decir, ¿Si no he salido con alguien no merezco amigas?

Realmente, tal vez, ellas tienen razón y yo soy la que esta fuera de lugar. No obstante, ¿Cómo se supone que tenga un novio cuando si quiera los hombres me miran? Y la verdad esa parte de la historia me da igual, porque no me interesa que los chicos babeen por mi, a menos claro que sea Christopper, él si que es perfecto, con su cabello dorado y sus ojos como el cielo claro. Suspiro con su simple recuerdo.

Tú eres mi escapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora