Gran tragedia.

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Lo observé detenidamente. ¿De verdad? No había rastros de engaño, él no estaba jugando conmigo. Él no era como el resto. Esperaba mi respuesta y me di cuenta de que era el momento de ser valiente. Nadie me impediría ser feliz. Nadie iba a impedirme hacer lo que toda mi vida quise.

Sonreí ampliamente por primera vez en toda la semana y me sentí dichosa por tenerlo conmigo.

-No podría decirte que no a ti- respondí.

Y sí, por un momento estuve feliz, por un momento me sentí en las nubes, por un momento creí que todo estaba bien; y lo estaba, al menos con Chris. Salimos un par de veces luego del colegio, y sorprendentemente el gorila no nos seguía. Claro, a mi padre le convenía mi relación con Christopper Shaw, pues era beneficioso para la empresa. No obstante, la felicidad se fue apagando con el paso de los días. Chris no lograba llenar el vacío que la falta de Lucas me había dejado. Lo extrañaba, más que eso, me preocupaba. Por lo que sabía, él podía estar muerto y yo como si nada. Eso me mataba. Necesitaba saber de él, y la depresión que me causaba su falta era incomprensible para los demás.

Todos los días al llegar del colegio, o de una cita con Chris, me encerraba en mi habitación, me envolvía en mis sabanas y me lamentaba por no estar con Lucas. Deseaba poder tomar a Betty y cabalgar, tan rápido como sus patas dieran, hasta llegar a él. ¿Cuántas veces había ido a buscarme y no me había encontrado?, ¿Cuántas veces se quedaba hasta tarde esperándome?, ¿Cuántas veces había llorado solo?, ¿Cuántas veces me había necesitado?... Todo culpa de mi padre. Si tan solo ese gorila me dejara cabalgar sola...

-Cariño ¿Puedo pasar?- era mi madre. Abrió un poco la puerta.- ¿Qué pasa cariño?- preguntó preocupada al verme toda envuelta y yendo en mi dirección- Has estado encerrada aquí últimamente, ya no has salido a tomar el sol en el jardín, ni siquiera a cabalgar como de costumbre.

-Ya no tiene sentido...-respondí cubriendome con la almohada- Mi padre me ha quitado la libertad... Me ha robado a Lucas...

-¿Lucas?

-El chico que me salvó la vida aquella vez.

-¿Quieres contarme?- interrogó pasando su mano suavemente por mi espalda.

Sí, si quería. Sentía con desespero la necesitad de contarle a alguien lo mal que me encontraba sin él. La falta que me hacía.

-Él se ha hecho mi amigo. Hemos pasado muchos momentos juntos. Cada vez que salgo a cabalgar es para verlo a él. Él es el único que me entiende a la perfección- se me aguaron los ojos y la abracé- Quiero verlo mamá, quiero saber cómo está. Él me necesita, yo lo sé. ¿Qué si su padre enloqueció y lo mató? ¿Qué pasaría entonces?- comencé a llorar ante la idea. Sabía que quizás estaba exagerando pero no podía evitar pensar lo peor- ¡No lo soportaría madre! Él salvo mi vida... ¿Por qué yo no puedo salvar la suya?- ella acarició mi cabello- Seguramente ha ido al campo a verme y yo estoy aquí con ese hombre detrás de mi todo el día. ¿Por qué me hace esto mi padre?, ¿Qué daño le provoca el que yo vea a Lucas? "¿Qué dirán de la hermosa señorita Xan?” ¡Eso no me importa! ¡Es una estupidez!- grité- ¡Lo odio, odio a mi padre! ¿Qué derecho tiene de quitarme mi felicidad?

-Cariño- pronunció con cuidado y tomando mi rostro en sus manos, me miró directo a los ojos- ¿Te has enamorado de ese chico, Lucas?- preguntó algo sorprendida.

-¡No madre!- me sobresalte- ¿Cómo crees? Es solo que él es mi mejor y único amigo... Eso es todo.

-Bueno cariño, me encantaría ayudarte, pero no puedo hacer nada tampoco. Creeme, no me gusta para nada que ese hombre te siga día y noche pero, ¿Cómo explicarle eso a tu padre?- se levantó y me dijo con una sonrisa triste- Se que quieres verle, pero por ahora debes tener paciencia.- se fue a la puerta. Antes de salir me susurró- Se astuta, las mujeres lo somos. Te estaré apoyando en todo momento.


Tú eres mi escapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora