Caminé lentamente hasta llegar a casa. Hacía un tiempo terrible, el sol quemaba y casi ni soplaba un poco de aire, pero lo necesitaba. Necesitaba un tiempo más fuera de la casa, sentir que no estaba encerrada en la inmensa mansión.
No duró mucho, no es como si pudiera retrasar lo inevitable. Al final llegué. Y tal vez algo en mi me decía que esperara un poco, y tal vez por eso había caminado lento, y tal vez, no lo sé, yo no necesitaba saberlo.
Me quedé petrificada en el umbral de la sala. Mis ojos veían a la perfección lo que sucedía pero mi cerebro no lo procesaba. Parecía que mi tiempo se había paralizado pero el de ellos seguía corriendo, ¿Era eso posible? Seguramente no.
Me notaron, me vieron ahí de pie con los ojos muy abiertos y respirando irregularmente por la boca. Muy probablemente había perdido el color del rostro como sucedió con el de ellos, y también debo haberme puesto muy roja de vergüenza o de rabia. Entonces pude moverme, me di cuenta de que mis extremidades gritaban que saliera corriendo de allí, y les escuché.
-Sophia!- gritó mi madre desde el piso de abajo.
Pero ya era tarde, ya yo había entrado en la seguridad de mi habitación. ¿Y ahora qué?
Me dejé caer en el piso, mirando sin mirar, respirando sin respirar, sintiendo sin sentir.
¿Era cierto? ¿Pero cómo era siquiera posible? No mi madre... Ella no podría...-Sophia dejame entrar nena, puedo explicarte- me suplicó desde el otro lado de la puerta.
Claro que debía explicarme, sin embargo, no estaba segura de querer escuchar esa explicación. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Desde cuándo? ¿Y papá? Necesitaba esa explicación, sí, si debía dejarle hablar. Quería que me dijera algo razonable porque era ella la primera en afirmar que toda mujer debía ser fiel a su marido.
Me puse de pie y fui a abrirle la puerta. Sin mediar palabra me senté en el sofá que se situaba a la izquierda de mi habitación y le indiqué que me acompañara. Así lo hizo, se sentó junto a mi y con la mirada clavada en sus manos inquietas comenzó a hablar.
-Cariño, de verdad lamento que presenciases ese momento tan vergonzoso... Sé que quizás esto es difícil de entender para ti, pero...- estaba nerviosa y no le culpaba- Javier y yo nos amamos, y es algo que uno no controla... Yo de verdad pensé amar a tu padre pero tú le conoces, él nunca tiene tiempo para mí, ni para nadie más que para él mismo. Sin embargo, Javier siempre esta cuando lo necesito, él jamás me ha dicho "lo siento estoy ocupado" y pues yo...- las lágrimas rodaron sin compasión por sus mejillas rosadas y se cubrió con ambas manos- Lo siento tanto cariño, yo no quería que tú... Perdoname- su cuerpo se sacudió por los sollozos fortísimos.
-Sé que esto es difícil para ambas- dije poniendo una mano sobre su hombro- Dame tiempo, dejame digerir mejor todo esto... Dejame sola ¿Si?
Ella asintió levemente y salió aun llorando de la habitación. Solté el aire que sin notar había estado conteniendo y me relaje tendida en el sofá.
Cerré los ojos con fuerza e intenté no morirme. Un engaño, eso era mi vida, un completo engaño. Todo a mi alrededor se resquebrajaba y desvanecía cual fina capa de hielo en verano.
Papá era un avaro compulsivo que no pensaba sino en él mismo, en sus riquezas y en dejar al resto del mundo por debajo de sus pies. Y mamá, mi sagrada madre, tenía momentos románticos con un criado mientras creía que nadie les veía.
¿Hay algo cierto en mi vida? ¿Acaso no soy yo también una mentira? ¡Por todos los ángeles! Esto era mucho más que desesperante. Mi cabeza iba a estallar y manchar las inmaculadas paredes de una sustancia pegajosa, viscosa y coagulada. Debía escapar con urgencia. Eso era lo más sensato.
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Tú eres mi escape
Teen FictionSophia está atrapada en una vida monótona gracias a su opresivo padre, una vida de la cual no es dueña y en la cual no tiene voz ni voto. Sin embargo su padre toma una buena decisión, le deja salir con el inigualable Christopper, claro por razones i...