Emily Jerclarf

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Insisto, si digo que todos los meses anteriores me prepararon para esto estaría mintiendo inmensamente.

No sabría describir el sentimiento abrasador que se apoderó de mi en cuanto mis oídos captaron el sonido de su voz.

No sabría explicar qué fue lo que pasó en mi interior cuando mi cerebro reconoció su timbre al hablar.

Se me apretó el corazón y un suspiro, o quizás mi propia voz, me trancó la garganta. Mi cuerpo se paralizó una milésima de segundo antes de que reaccionara e hiciera justo lo que tanto ha deseado.

Cuando digo "mi cuerpo" es porque mi ser consciente jamás lo hubiera hecho. Tal vez por vergüenza, tal vez por demostrar que no le había extrañado tanto, tal vez porque mi mente se empeñaba en decirme que él no me había esperado tanto como yo... Quién sabe. La cuestión es que, sin dar lugar a ningún pensamiento razonable o absolutamente lógico, me di vuelta tipo el exorcista y con toda mi energía me lancé sobre él.

Miento también si afirmo que siquiera le vi el rostro, o si me cerciore de alguna manera de que de verdad era él. No importaban esas pequeñeces. Luego de sentir sus brazos atrapandome no hubo nada que me dijera lo contrario.

Casi nos hice caer. Tal vez mi cuerpo se emocionó demasiado. Trastabilló conmigo en brazos y en cuanto hubo recuperado el equilibrio rió como desquiciado.

-¡Idiota nos harás caer!- exclamó.

Lo aparté de un empujón y monté mi puchero rabioso.

-¿Es eso lo que dirás luego de tanto tiempo? ¿Idiota?- crucé los brazos con ahínco y lo atravesé con la mirada.

Sus labios hicieron una curva perfecta hacia arriba y mis defensas flaquearon.

-Ven aquí linda.- abrió sus brazos de par en par. Sonrió mostrando todos sus dientes y entonces fue que me di cuenta de lo mucho que había cambiado, al menos físicamente, los últimos meses.- Te he estado esperando.

Corrí nuevamente a el alivio que eran sus brazos. Metí la cara en su cuello y aspire profundamente. Él hizo lo propio con mi cabello, hundió su nariz en el y llenó los pulmones de su aroma. Gracias al cielo me lo había lavado antes de venir. Ambos nos quedamos disfrutando del otro unos minutos.

Yo no quería soltarle y él tampoco daba indicios de querer deshacer el abrazo en el que nos encontrábamos atrapados. No pude evitar derramar un par de lágrimas por la felicidad que en ese momento me invadía el alma. Él acarició mi espalda y me apretó fuertemente en su pecho.

No tengo idea de cuanto tiempo habíamos transcurrido así cuando escuchamos una leve tos provenir de la puerta. Nos separamos de inmediato, como si nos hubiesen atrapado en medio de un crimen o algo parecido. Sin embargo, al ver que se trataba de su madre, volvió a pegarse de mi pasando un brazo por encima de mis hombros.

Me sentía apenada. La señora Jerclarf nos miraba desde el umbral de la puerta con cara de pocos amigos. Lo miré y él estaba sonriente a más no poder. Entonces la señora Jerclarf sentenció:

-¿Acaso no la invitaras a pasar?

-Era justo lo que iba a hacer.- respondió él en tono juguetón.

-Ajá, ambos sabemos que no pretendías siquiera romper el abrazo- dijo entornando los ojos. Entonces me miró a mi y su semblante cambió por completo- Sophia, niña hermosa, pasa adelante y ponte cómoda, prepararé algo de té.

Todo esto me tomó tan de sorpresa que apenas pude asentir y seguir los pasos de Lucas hasta el interior de la casa. Sí, me había asustado cuando puso la cara de cañón, pero al parecer era algo normal cuando hablaba con su hijo, seguro le daba muchos problemas.

Tú eres mi escapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora