—Te lo eh advertido, Liam—digo dejando a un lado la cuchara—. No vuelvas a tocar mi diario—me acosté sin problemas en mi cama, mientras veía al castaño sentado en el suelo—.
—Podrías haberme echado agua, del inodoro tal vez, ¿pero una cuchara? Joder ____, tú sabes que las detesto con toda mi alma—me río negando con la cabeza, a la misma vez que se acostada a mi lado—.
—Extrañaba molestarte, Payne—él me sonríe y entrelaza nuestras manos, algo que siempre hacía de pequeños; obviamente en esos tiempos mi estómago no creaba tantas mariposas como en estos instantes—.
—Créeme _____, estos momentos nunca van a terminar, ni por lo más inútil y estúpido que pase, siempre juntos—me río leve y me acomodo en su pecho, escuchando sus normales palpitaciones del corazón—.
—¿Rita? —pregunté, dejándolo sin habla, lo supuse—.
—¿Por qué no dejamos de hablar de Rita? Quiero pasar el tiempo contigo—besa mi frente y cierro los ojos realmente embobada—.
—Estoy cansada… ¿podemos divertirnos mañana? —escucho su risa y siento como asiente con la cabeza. Acaricia mi cabello con delicadeza, logrando que durmiera en unos pocos segundos. Deseo que esto perdure por muchísimo más tiempo—.
.
La noche había llegado, la luz de la luna en lo alto del cielo alumbraba la mayoría del espacio de mi habitación. Note que Liam aún seguía en la misma posición que antes, solo que ahora con los ojos cerrados. Sonreí al verlo tan tierno y sin poder resistirme, acaricio con suavidad su mejilla, su tan perfecta mejilla.
El reloj de su lado marcaba las diez y media, hora de cenar y luego dormir. Me preguntaba constantemente por qué mi madre no nos había despertado, pensaba que tal vez se podría encontrar en la casa de Liam, pasando un gran tiempo con su madre.
Sonrío tontamente al verlo fruncir su ceño, posiblemente esté teniendo una pesadilla con cucharas que lo persiguen a un pozo en donde se encuentran aún más cucharas. Me río sin pronunciar ningún ruido y retiro su brazo que rodeaba mi cintura; me levanto aún con la sonrisa en mi rostro, y le doy una última mirada antes de ir hacia la cocina y cocinar algo para nosotros.
.-
Dejaba el último plato con cubiertos, cuando escuché los pasos de Liam bajar las escaleras.
—_____...—lo mire rápidamente, viendo que sus mejillas estaban sonrojadas, y su frente sudada—.
—¿Tienes fiebre? ¿Estás bien? —me acerco a él, pero Liam se aleja a unos pasos atrás—. ¿Pasa algo? —niega con la cabeza, para segundos después asentir con nerviosismo—.
—______, no voy a dormir nunca más, al menos no en donde estemos juntos…—frunzo el ceño y siento una punzada en el pecho—.
—¿A qué te refieres Liam? Realmente no puedo entenderte—traga saliva sonoramente, y se acerca a mí con la mirada fija. Por intuición, camino hacia atrás, siendo acorralada por la mesa de mármol—. Li… Liam…
Al parecer me ignora por completo. Sus manos toman de mi cintura, jalándome hacia su pecho, dejándome sin respiración, literalmente. Mis ojos se abren como unos grandes platos, mientras siento los besos mojados que se encaminan de mi mejilla hacia mi cuello. Muerdo mi labio inferior reteniendo aquellas ganas de gemir; mis ojos se cierran por obligación, y mis manos se mueven directamente hacia su pecho bien formado.
Ahora sus labios chocan con los míos, incitándome a más, a mucho mas. Nuestras lenguas se mueven a un compás con ritmo, y a pesar de que esto simplemente se pueda salir de control, ya no puedo volver atrás.
Mis piernas rodean su cintura, mientras sus manos acarician levemente mis muslos. Noto que me sienta sobre el mesón, dejándome sentir a su gran amigo de los pantalones. Mi mente me da una fuerte golpiza y abro los ojos realmente asustada.
Lo empujo lo más fuerte que puedo, logrando que al menos se separara de mí. Sus ojos muestran lujuria, como si sus mejillas sonrojadas y el sudor de hace minutos hubiesen sido provocados por mí.
—¿Qué mierda…
Avergonzada, salto del mesón y salgo corriendo hacia mi habitación, procurando que no la volvería a abrir hasta que él desaparezca de mi casa.
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"22 intentos y siempre fuiste Tú" LiamPayne
FanficLa mayoría de las personas se rinden al primer intento. Otros, se rinden al segundo. Liam James Payne es la excepción. Con tan solo diecinueve años se había enamorado de verdad, según él. Aquella chica con curvas, de cabello dorado y ojos azules, ha...