Extrañamente, Scorpius seguía durmiendo. Madame Pomfrey juraba que estaba prácticamente curado, que no podía explicarse semejante sueño en un adolescente.
Albus, que lo había visto pasar los últimos tres días casi en vela repasando para la simulación del TIMO de Aritmancia, encontraba el hecho comprensible, pero no por ello estaba menos preocupado. Quería estar junto a su amigo cuando despertara.
Con una amabilidad inusual, Madame Pomfrey le permitió quedarse a dormir allí. Y ahí estaba, a las 3 de la mañana, garabateando una traducción de Runas Antiguas, cuando la voz de Scorpius lo sacó del sopor.
- Por Dumbledore, Albus, ¿qué me pasó? ¿Por qué estamos en la enfermería?
Abrumado de alivio, Albus abrazó a su amigo con fuerza.
- Sé que ahora nos abrazamos y no digo que me desagrade, pero sigo esperando mis respuestas.
Albus murmuró contra su hombro: -Lo siento tanto, Scorpius.
Scorpius lo apartó de él, para poder mirarlo con seriedad. Con furia contenida, le espetó: -No me digas que volvimos a viajar en el tiempo.
Albus rodó los ojos, pero no pudo ocultar su sonrojo culpable mientras explicaba que le había dado por error Amortencia y que una fresa radiante había estado a punto de ahorcarlo.
Cuando terminó su confesión, levantó la mirada y vio a Scorpius presionando sus ojos con ambas manos.
-Yo... Si crees que es lo mejor, te dejaré en paz, Scorpius. Soy el peor amigo del mundo. No dejo de meterte en problemas.
- ¿Qué?- preguntó Scorpius extrañado.
- Que entiendo si quieres dejar de ser mi amigo.
- No- respondió Scorpius, contundente.- Sólo me preguntaba si había funcionado y ahora debía pagar nuestra pequeña apuesta en Pociones.
Albus no esperaba aquella respuesta en absoluto. Feliz, volvió a abrazar a Scorpius, repitiendo sus disculpas entre risas.
- La verdad es que funcionó, pero no tengo testigos. Y no quiero que creas que hice trampa.
- Supongo que esa es tu parte Gryffindor al habla. Aunque me gustaría saber cómo olía tu poción.
- ¡Eh!- protestó Albus.
Scorpius se rió y le revolvió el desordenado pelo negro y dijo:- Tu pastelillo olía a duendes de menta, por cierto.
Y si la afirmación no hubiera estado acompañada de un guiño, Albus hubiera creído que le estaba coqueteando.
