Tal vez porque había pasado su infancia aislado en el mundo mágico, Scorpius tenía muchas dificultades para entender el mundo muggle. Leía pesados tomos antiquísimos, que a Albus le daban un poco de risa. Su lado más Slytherin moría por burlarse de él, pero su parte más Evans (su cuarta parte, para ser más precisos) sentía algo parecido a la ternura.
Por eso, le tomaba lección los jueves y lo corregía y aconsejaba con delicadeza.
Scorpius había perdonado por completo a su amigo, ya que su forma de ser era tan serena y amable, que hubiera sido incapaz de guardarle rencor, sobre todo porque se trataba de su único y más querido amigo.
Por eso, aquel martes se explayó acerca de los medios de comunicación muggle. Lo hizo con tal gracia y soltura, que Albus se dejó fascinar por el cabello casi blanco, sobre los ojos grises y el ligero sonrojo de su pálido amigo. Era tan sabelotodo que hubiera hecho palidecer a su tía Hermione.
- Creo que lo harás bien. Además, es solo un simulacro. Todo estará bien- aseguró, abrazándolo con cariño.
La sonrisa gigante de Scorpius ante sus palabras iluminó a Albus por horas.