Después de los simulacros de los TIMOs, las clases se volvieron mucho más distendidas, a medida que se acercaban las vacaciones de Navidad.
Los períodos libres les permitían a Scorpius y a Albus vagar por el castillo con asiduidad. Así fue que encontraron la Sala de Requerimientos.
Esa tarde estaban hablando sobre los festejos muggles de Año Nuevo, mientras Albus pensaba en cómo fascinarían a su amigo las decoraciones navideñas que había visto en los paseos de compras muggles. Le hubiera gustado mostrarle los árboles de Navidad y los pesebres. Justo en ese momento, mientras discutían quién sabe qué tontería, volvieron varias veces sobre sus propios pasos. Y de la nada, una puerta apareció en la pared junto a ellos.
Dentro de la Sala, un árbol de Navidad muggle lucía mil luces eléctricas y un San Nicolás a cuerda, muy rechoncho, hacía reverencias.
Sobre la chimenea colgaban calcetines y en varias mesitas se apilaban dulces.
Scorpius sonreía de oreja a oreja. En un rapto de entusiasmo, se llenó la boca de turrón de maní, por lo que casi se asfixió. Albus le dio una atenta pero enérgica palmada en la espalda y conjuró rápidamente un vaso de ponche.
Scorpius se rió de su propia torpeza.
- Tienes que contarme más sobre las fiestas muggles, Albus.
- Sé que pasas Navidad con tu padre, pero... ¿no les gustaría recibir el Año Nuevo con nosotros? Es una tradición que papá aprendió de los muggles en América y es muy divertido.
Scorpius abrazó a su amigo con fuerza.
-Será genial. Le diré a papá. Seguro estará de acuerdo.
- ¿Y si no le está?
- Le diré que es un aprendizaje útil para mi TIMO de Estudios Muggles- repuso Scorpius con un guiño.
Contentos por el prospecto de una fiesta compartida, pasaron la tarde en la Sala y regresaron a su Sala Común justo antes de la hora de dormir.