Vacaciones I

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La noche anterior habían arreglado su equipaje, habían comido más golosinas de la cuenta y se habían dormido en el sofá de la Sala Común.

Por suerte, despertaron mucho antes que sus compañeros y tuvieron tiempo para subir al Gran Salón y empezar a desayunar, hablando de la tan temida charla que deberían tener con sus padres.

Acordaron hacerlo lo más pronto posible, para que los adultos pudieran procesar el asunto antes de la víspera de Año Nuevo.

Scorpius estaba particularmente aterrado. No podía imaginar nada más alejado de las expectativas de la noble casa Malfoy. Y le dolía muchísimo decepcionar a su padre. 

Albus estaba algo más tranquilo. Creía que podía soportar reproches y caras largas, con la certeza de que su familia lo aceptaría finalmente y se adaptaría a ello. Por eso, procuró distraer a su amigo en el viaje de regreso. Le hizo preguntas difíciles sobre predicciones aritmánticas y jugó interminables partidas de ajedrez mágico. Contó absurdas anécdotas de su infancia y retó a Scorpius a un concurso de comida, específicamente de Ranas de Chocolate.

Con el estómago repleto de golosinas, Scorpius se veía más verde que pálido, cuando llegaron a King's Cross. Se puso de pie muy lentamente y comenzó a juntar en silencio sus libros y chucherías desperdigados por todo el compartimento. Albus no le quitó los ojos encima ni un segundo, ni siquiera cuando trataba de alcanzar un alfil fugitivo que se había escondido debajo de un asiento. Estrechó suavemente la mano de su amigo antes de bajar y le susurró: - Tranquilo, Scorp.

Scorpius respondió con un profundo suspiro y bajó del Expreso de Hogwarts como quien marcha al cadalso. Apenas unos pasos más adelante, Albus comenzó a caminar junto a él, hacia su padre. Extendió su diestra y saludó a Draco con un fuerte apretón y su más encantadora sonrisa: - Buenas tardes, señor Malfoy. 

- Buenas tardes, Albus- respondió su padre, con una cortés sonrisa.- ¿Ansioso por las vacaciones?

- No tanto como por los exámenes...

- Entonces Scorpius ha sido una buena influencia.

- Como siempre.

Draco soltó una risita, abrazando a Scorpius, que sonreía de oreja a oreja: - Bienvenido, hijo... ¿Tu familia, Albus?

- Por allí, señor- contestó Albus, señalando una turba de cabezas morenas y pelirrojas.

- Tranquilo, Albus. Puedes llamarme Draco, si lo deseas. 

-Mmmmh... Claro.

Los Malfoy empezaron a avanzar hacia los padres, hermanos, primos y tíos de Albus. Él se retrasó unos segundos, los que tardó en entender que se acercaban a saludarlos. Con aprehensión, mientras respondía a los besos y abrazos de su familia, observó los diferentes apretones de manos, tensos con los tíos, más cordiales y efusivos con sus padres y tía Hermione, apenas corteses con sus otras tías. Solo se relajó cuando su madre dio a Scorpius un abrazo como para romper huesos, la clase de abrazos que daba en los reencuentros. Ambos chicos se quedaron parados uno al lado del otro, escuchando las peleas de sus hermanos y sus primos y las bromas y educados comentarios de los adultos, por unos minutos.

Entonces, Draco se aclaró la garganta y se despidió anunciando: - Bien, Potters, Weasleys, nos veremos en Año Nuevo.

El saludo fue recibido y respondido con corrección. Aparentemente todos estaban enterados del asunto. Albus sintió que un nudo se aflojaba en su garganta. Y entonces recordó lo que debían hacer antes de Año Nuevo y el nudo volvió a formarse. Aún así, decidió ser lo más Gryffindor que podía, por su amigo. Le dio otro abrazo rompehuesos y le susurró en el oído: - Todo saldrá bien.

Scorpius asintió suavemente, su piel blanquísima como papel de arroz, y se alejó arrastrando su carrito. Albus lo siguió con la mirada hasta que atravesó la barrera junto a su padre, para volver junto a los suyos.






Año Nuevo con Los PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora