Adivinación

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Una divertida tontería era para Scorpius la Adivinación. Inventaba, junto a Albus, absurdas historias sobre la antiquísima profesora Trelawney y desarrollaba predicciones igual de disparatadas. Pero su amigo le había dicho que al menos dos de sus vaticinios habían resultado acertados y eso hacía que sus chanzas estuvieran cargadas de algo similar al respeto por la excéntrica mujer.
Aquel jueves por la noche estaba trazando su carta natal, actividad que disfrutaba enormemente, porque se relacionaba con la Astronomía.
Para realizar una proyección astral, necesitaba constatar ciertos datos. Así que, mientras Albus se dedicaba a abrir su correspondencia semanal en compañía de sus hermanos, subió a la Torre de Astronomía.
Era una noche gélida de principios de diciembre, por lo que se arrebujó en su abrigo más grueso, se encasquetó un gorro de lana verde esmeralda y le hizo frente a la escarcha.
Las estrellas brillaban asombrosamente en el cielo, titilando en un patrón de diferentes intensidades.
Fascinado por el extraño espectáculo, comenzó a otear con su telescopio y a tomar notas frenéticamente. Estaba releyendo su registro cuando descubrió la primera revelación. Clara como esa noche, escrita con su trazo ágil. Le hablaba del futuro de Albus y del suyo propio, enlazados sin más. Sintió un escalofrío y cerró al mismo tiempo su libreta y los ojos.
Fue por eso que se sobresaltó cuando una mano se posó en su hombro.
- ¡Eh!- saludó Albus.- Te busqué por horas. Papá te envió ranas de chocolate. Dijo en su carta que eran especiales, pero nada más.
Albus miró confundido a su amigo, que le devolvía la mirada como si hubiera visto un espantoso boggart.
- ¿Estás bien, amigo?
Scorpius asintió con énfasis. Tragó saliva y respiró profundo. Acopiando valor, decidió que era mejor contarle todo esto a su amigo, en lugar de esconderlo. Pero eligió una forma muy Slytherin de hacerlo.
- Claro que sí. Pero estoy algo cansado. ¿No revisarías mis notas? Ya no entiendo qué estoy haciendo.
Albus se rió, le entregó un paquete, tomó el telescopio y la libreta de notas de su amigo. Comenzó a mirar el cielo nocturno pero se detuvo extrañado. Scorpius lo miraba inmóvil, con el regalo cerrado en las manos.
- No me asustes, Scorp. Nunca antes te vi resistirte al chocolate.
Scorpius dejó escapar una risita incómoda y comenzó a abrir el paquete. El cromo de la primera rana que abrió mostraba a su padre, con una astuta expresión en el rostro pálido, las manos en el pomo de un sencillo bastón de caoba.
- ¡Genial!-  exclamó, mordisqueando la golosina y enfocando nuevamente su atención en Albus, que escudriñaba las estrellas con seriedad, con un aire de incredulidad creciendo poco a poco en su rostro.
Un cuarto de hora después, un atónito Albus lanzaba un silbido de asombro, depositaba la libreta sobre sus piernas cruzadas y se sentaba a su lado.
Pasaron cinco minutos más de silencio. Scorpius, en el límite de su tolerancia, dijo:-Entonces, ¿lo viste?
Albus asintió suavemente y tomó su mano, con precaución y sin atreverse a mirarlo a los ojos.
- ¿Ahora nos tomamos de las manos?- preguntó Scorpius, feliz, aliviado.
- Sólo si decidimos caminar juntos- respondió Albus, mirándolo finalmente, con brillantes ojos verdes.


Año Nuevo con Los PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora