Capitulo 7

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Capítulo 7

Narra Vanesa

Había pasado ya unos días de esas ganas desenfrenadas con Malú, de esa frase llena de rabia por parte de Alex, unos días que habían hecho que mi mente se fuera al pasado. La universidad, mi primera pareja y esa locura que me hizo sentir, Manuel y su manera de vivir. Su energía, su generosidad, un maestro del que aprendí todo lo que te podía pasar, bueno y malo. En casa o fuera de ella. Con él lo viví y probé todo, no tenía un no como respuesta, no podía negarme a nada... Fuimos primaveras de combates contra el sol, como hacíamos caer la lluvia de los arboles después del sexo. Una mañana con demasiada gente en la cama, una llamada desde España con un golpe a la realidad hizo que dejara Argentina, su camiseta y pelo descuidado, nuestras cervezas y el salón donde teníamos libros de psicología para ponernos a salvo. Me fui con el recuerdo de su boca en mi cabeza, y me da miedo, me da miedo porque el único momento que no me acuerdo de él es cuando su boca se trasforma en la de Malú. Y me tiene.

-¿A qué te refieres Vanesa?

Había salido de mi almacén dejando a mi hermana detrás de mí, se puso a mi lado una vez me senté en el taburete donde tenía el ordenador. Me giré y la miré de nuevo.

-Creo que... que este no es mi sitio... y...
-No. (Me dio la espalda) No vuelvas hacerlo.
-Alba...

Cogió su chaqueta, no me dirigió la palabra.

-Alba.

No volvió a escucharme. Salió por la puerta y se fue por donde había venido. Miré de nuevo al almacén, estaba vacío, las flores naturales del evento de aquel fin de semana las había llevado esa misma mañana, me quería ir lo antes posible de allí, aunque sé que no sería fácil, lo tenía que hacer.
Esa tarde cerré antes la tienda y me dirigí hasta la casa de mi hermana, un pequeño piso cerca del centro que se había comprado con lo que nos dieron de la casa de Málaga. Llamé al timbre, se encendió la pequeña luz de la cámara, la miré y me abrió.

-¿Qué haces aquí?
-Te has ido...

Estaba a un lado de la puerta así que entré, me quité la chaqueta y me senté en el sofá, la miré e hice que se sentara también. Antes de hablar di un vistazo a la sala, no venía mucho, no me gustaba molestarla, además, no tenía muy buenos recuerdos de aquel piso. Discusiones, palabras que ninguna de las dos sentíamos, rabia, y mucho rencor. Se lo compró de una sola habitación, dijo que no quería nada más, necesitaba calma y estar sola. Pensé que al reencontrarnos y venir juntas a Madrid, una de las cosas que volvería a ser como antes era nuestra relación, nuestras conversaciones hasta altas horas de la noche como hacíamos en casa, pero ahora, en una casa nuestra en la capital. Me equivoqué, me enteré dos días antes que ya tenía piso en Madrid y yo no había aun buscado nada. Me dolió el gesto y volvimos a distanciarnos.

-Alba...
-No quiero oír lo que vas a decir...

La miré pero ella no lo hizo, estaba moviendo sus manos nerviosa, sonreí y las cogí con las mías.

-No sabes lo que voy a decirte, pequeña... (Me miró, al fin)
-Te vas... ¿verdad?

Ahora fui yo al que no pude mirarla a los ojos, escondí mi mirada y la centré en nuestras manos.

-Necesito... necesito irme Alba... yo...
-Tú. (Se levantó y la observé) Tú, solo tú... tú y después tú. Egoísta, Vanesa... eso eres. Quieres irte, adelante. Vete. Pero no te despidas de mí, no quiero.

No paraba de moverse de un lado para otro, me levanté y la frené poniéndome delante de ella.

-No soy egoísta... necesito irme...
-¿Por qué Vanesa? Por mí, ¿quizás? (rio sarcástica) no... es por ti. (Bajó la cabeza) Por ti y por tu locura en empezar lo que lo empezaste con Alex...

Le solté los brazos que había cogida para frenar su paseíto en aquella pequeña sala de estar, di un paso atrás. Cogí aire.

-Estoy cansada... Y si, quizás es más por mí que por nadie más... Llámame egoísta. Hazlo. Júzgame. Me da igual. (No aparté mis ojos de su cara) No tenía que haber empezado esta locura, pero lo hice. Se lo empecé.
-No. ¡Claro que no! ¡Vanesa, abre los ojos! ¡No se merece eso!
-Alba... Él me ayudó. Él fue el único que estuvo a mi lado cuando llegamos. ¡Él! Recuérdalo...
-Tardabas en decirlo... (Hizo unos pasos hasta llegar al sofá) Solo él te ayudó... vaya...
-Es así.
-¿Y quién me ayudó a mi Vanesa? ¿Quién? (Se giró aun sentada, y me miró) ¿Quién me ayudó cuando papá se puso enfermo? ¿Cuándo no dormía por las noches porque él se quejaba de dolor mientras mamá solo lloraba? ¿Quién estuvo para darme un abrazo y susurrarme que todo iría bien? ¿Quién Vanesa? (Bajé la mirada al suelo) Debieras haber estado... Desde la primera llamada. Desde la primera vez que te pedí que vinieras. ¿Lo hiciste? (Oí como reía, la miré, sus lágrimas ya brotaban por sus mejillas) No... Viniste porque ya no había vuelta atrás, llegaste y a los dos días papá murió. Cuéntame Vanesa... O quizás me equivoco... quizás volviste por ti... Porque ya no quedaba nada que probar en Argentina, quizás se había acabado... ¿Por qué no volviste a irte? Te quedaste aquí y aun no sé porque...

Dolieron aquellas palabras, pero me las tragué, bajé la cabeza y aunque no se lo esperaba y pensase que me iría dando un portazo no lo hice, me senté a su lado y la miré.

-Ha llegado la hora... la hora de decirte la verdad...







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Mi historia llega a la intensidad más pura, y el sr Wattpad vuelve a hacer el tonto... 😅
¡Segundo capítulo de hoy, disfruten!
¡Gracias por estar atentos!

Dejemos las excusasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora