Epílogo
-Y la última caja...
Sonreí, la miré mientras dejaba aquella caja en el suelo de la sala, me miró sonriente y vino hacia mí.
-¿La ultima? (Asentí) ¡Por fin!
Me reí rodeando su cintura con mis brazos, y ella hacia lo mismo en mi cuello.
-¿Por qué me mentiste? (Alcé mi ceja sorprendida ante aquella pregunta)
-No te mentí... te dije que estaba buscándote un piso. En ningún momento dije que era solo para ti.
-Dijimos que nos lo tomaríamos en calma, y pensé que...
-Piensas demasiado, Malú. Has venido hasta aquí por mi, no voy a perder el tiempo estando lejos de ti cuando podemos estar juntas.
-¿Y si sale mal Vanesa?
-Si sale mal... (Rodeé los ojos) Volveré a casa de mi hermana, y tu... podrás irte a Madrid.
-¡Uy! (Dijo apartándose de mi) ¿Con tu hermana? (Asentí) Con Alba y Manuel querrás decir. (Sonreí)
-Y no te olvides de la pequeña Vanesa.
Nos reímos cómplices, había pasado ya tres semanas de toda aquella pesadilla de la que fuimos protagonistas, tres largas semanas de idas y venidas, de charlas eternas, de horas sin dormir, de ojeras que tapar al día siguiente, de duras decisiones, y también, alguna que otra no tan dura. Una de ellas, es que al fin estábamos en Génova, y sí, vivimos juntas. Le tenía una sorpresa preparada a Malú, había buscado un piso delante mismo de la plaza donde habíamos convertido en casi nuestra. Era amplio, luminoso, dos habitaciones, una cocina comedor que me enamoraba por su barra americana, y un pequeño balcón donde poder cenar en verano. Era perfecto.
-He quedado con mis padres directamente en el despacho, y luego podemos comer con ellos y nos despedimos.
Asentí mientras colocaba algunos de mis discos en la estantería. Mi suegros estaba de visita a la ciudad, se vinieron con nosotras para no dejarnos solas los primeros días. Nos habían ayudado con la mudanza, y querían conocer lo que sería el nuevo hogar de su hija, y por su puesto el nuevo lugar de trabajo. Juntamente con Lucas y su marido. Que también vinieron a ayudar. Esta misma mañana era la inauguración, la observé recogiendo algunos papeles y guardándolo en una pequeña maleta de mano, me miró sonrojada.
-¿Qué pasa? (Me preguntó, sonreí)
-Nada... ¿Estás nerviosa?
-Un poco. (Sonrió, y se sentó en una de las sillas que teníamos en el comedor) Es... es como empezar de nuevo. (Sonreí y me acerqué, me puse delante de ella agachada cogiendo sus manos)
-Lo es. (Dejó de mirarme) Pero tú puedes con esto y con todo...
-Soy... soy un poco idiota... (Noté que sus ojos se inundaban, cogí su barbilla mirándola seria) Le... le echo de menos...
Me levanté, respiré hondo y me acerqué de nuevo a la estantería.
-Vanesa... lo siento...
Sonreí, cogí la foto que estaba observando y me giré, miré a Malú para que se relajara. Me acerqué poniéndome enfrente suya, volví a mirar la foto.
-Entonces, yo también soy un poco idiota...
-Nos ha hecho daño pero... (La miré, una lágrima cayó por mi mejilla que fue cogida rápidamente por sus dedos)
-No voy a recordar al Alex que nos hizo daño, sino a este Alex, (dije señalando la foto) al que nos hacía reír, al que nos quería de verdad... (Asintió) No se merecía ese final...
Quedamos en silencio mirando aquella foto de Navidad, la familia unida. Que duro cuando algo no puede volver a pasar, y no por ganas sino porque es imposible. Dos días después de mi salida del hospital, el mismo agente que llevo el caso de Malú nos llamó informando de una de las peores noticias para la familia. Alex se había suicidado en la prisión horas antes del primer juicio contra él. Lo paralizamos todo, por supuesto. Nuestro viejo de vuelta a Italia, los planes futuros de negocios de Malú, todo. Se despidió de nosotros con una carta a lado de su cuerpo. Nos pidió perdón, y nos deseó que fuéramos felices, tanto como a él le hubiera gustado serlo. Creo que no quiso serlo... pudo, pero... no quiso.
Dejamos la foto donde estaba, y donde se quedaría, al lado de los libros y la música de ambas. Pasé por su lado antes de irme a duchar y le dejé un beso rápido en la mejilla, me sonrió.
-¡Chicas!
Sonreímos mirando a Lucas mientras nos gritaba desde la otra punta de la oficina. Andábamos hasta él cruzándonos con algunos invitados que Malú y él habían invitado, algunos de Madrid, Barcelona y nuevos clientes y patrocinadores italianos. Llegamos hasta Lucas, él y Malú se dieron un abrazo mientras yo saludaba a su chico.
-Ha quedado genial, felicidades. (Le dije a Lucas)
-Felicítate a ti también, sin tus consejos no hubiéramos podido hacer nada.
Le sonreí, cogí una copa que el camarero me había traído, un poco de vino para celebrar que por fin esto iba enserio. Miré a mi alrededor, me gusta mucho ese despacho, un local que encontramos en una gran avenida, entraba mucha luz ya que el acceso era todo una cristalera, dos pequeñas salas juntamente con la gran entrada hacían completo el lugar. Malú había elegido un color crema para las paredes, unos sofás de piel para que los clientes se sintieran como en casa, alguna estantería y poco más. Algo sencillo y cálido. Todo ello acompañado por algún cuadro y... mi primera guitarra. Sonreí cuando la vi colgada. La trajimos de Madrid antes de venirnos con sus padres, cuando fui a buscar algunas cosas que aún quedaban en casa de mi hermana la encontré. Estaba vieja, y algunas cuerdas ya no sonaban muy bien, pero, seguía llena de magia, y ahora, estaba en el lugar indicado.
-¿Te gusta? (Me preguntó Malú abrazándome por atrás y apoyando su barbilla en mi hombro, sonreí)
-Mucho. (La miré de reojo) Gracias...
-Nada de gracias, (me giró) necesito tenerte cerquita siempre, así que cuando trabaje también estarás.
Sonreí, le besé rápido, no era el lugar ni el momento. Nos sonrojamos cuando vimos que su padres estaban ahí. Les saludamos, y Malú les enseño el local. Yo les seguía sonriente. Se sentían orgullosos de ella, y me encantaba. Habían pasado las peores semanas de su vida, pero, eso se terminaba en ese viaje. Habían tomado la decisión de volver a Madrid pero solo para coger una maleta e irse. Los negocios de Manolo se habían terminado, le prometió a su mujer que estaba harto, harto de todo aquello. Había llegado el momento de disfrutar y pensar en ellos. Se irían a visitar toda Latinoamérica, empezarían por allí ya que quieren pasar una navidad al sol, o eso, al menos, me dijo mi suegra. Se iban de Italia esa misma noche, y se irían a Chile, su primera parada, dentro de dos días.
Nos despedimos de todos los invitados y nos fuimos a comer con ellos y por supuesto, con mi hermana. Alba, Manuel y la pequeña Vanesa, que nos tenía a todos enamorados. Tanto que ella fue a la que dejamos elegir el restaurante, y no lo hizo del todo mal. Le apetecía pasta y pizza, ¿y donde mejor que en Italia?
-¿Mañana actúas de nuevo en el local? (Me preguntó Manuel)
-Si... estoy un poco nerviosa...
-Saldrá genial. (Dijo Alba) Además, estaremos todos allí.
-Nos encantaría quedarnos para verte, Vanesa...
-No te preocupes Maria, espero estar ahí cuando volváis a visitarnos.
-Yo os envío el disco cuando salga. (Miré a Malú con una de mis cejas alzada) ¿Qué?
-¿Como que qué? ¿De qué disco hablas?
-Del que vas a sacar...
-Claaaaro. (Dije cogiendo un trozo de pizza)
-Tiempo al tiempo, cariño...
Todos se rieron mientras yo moría de vergüenza. No era la primera vez que lo decía, pero me lo había dicho a mi, no delante de toda nuestra familia. Un momento. Nuestra familia. Suena tan bien...
Nos despedimos de mi hermana, Manuel, y la pequeña después de comer, se irían al colegio para hacer la guardia de aquella noche. Alba habría entrado también a la ONG que llevaba su chico, les enseñaba a los pequeños y ella lo disfrutaba tanto que no necesitaba nada más. Era maravilloso verla, estaba radiante. Algún día también sustituía alguna profesora del colegio y podía ganar algo de dinero, que nunca viene mal.
-Tengo que dejaros... (Dijo Malú) He quedado con un cliente en media hora. (Dijo nerviosa, sonreí) Sí, estoy atacada. (Nos reímos) Es el primero...
-Ey, tranquila... saldrá bien. (Le cogí las manos) Confía en ti.
Asintió mientras respiraba e intentaba relajarse. Se despidió de sus padres, ahora definitivamente. Les llevaría al hotel, para que pudieran descansar y acabar de prepararse para la vuelta a casa. Les despedí en la puerta de donde se alojaban, 'Cuidaros' fue lo último que me dijeron. Asentí y sonreí mientras volvía al taxi. Llegué a casa minutos después, terminé de ordenador un poco. Eran ya las ocho, Malú me había avisado que tardaría aun un poco, las reunión había salido bien y tenía que redactar los contratos para mañana. Eso había que celebrarlo. Cogí mi chaqueta y salí, un rato más tarde, me encontraba delante de la oficina, las luces estaban apagadas, en el fondo, el despacho de Malú iluminaba hacia ver que estaba aún allí. Sonreí mientras cogía mi móvil del bolsillo, dos tonos después me contestó.
-Y me abrazaras tanto que no dejaras aire entre tú y yo que nos rindiera...
Di unos golpes suaves en la cristalera después de tararear aquella frase en el teléfono, oí que reía y segundos después la puerta de su despacho se abría, la vía parecer con un moño mal hecho en su cabeza sonriente, unos pasos más y abrió la puerta.
-¿Y esto? (Preguntó mientras entraba en la oficina y ella cerraba la puerta)
-La nueva casa me inspira... (Sonreí) He traído la cena, y un vino blanco exquisito. (Sonrió) Tenemos que inaugurar el lugar.
Di unos pasos más dirigiéndome hasta el despacho, dejé las cosas en la mesa, me gustaba esa pequeña sala, la había hecho muy a su estilo, la mesa era bastante grande pero no lo suficiente para ocupar toda la habitación, había dejado un pequeño sofá de dos plazas en el lado derecho que quedaba genial. Un cuadro que pintó su padre, me hacía sonreír cada vez que lo veía. El sonido de la puerta cerrarse me hizo reaccionar y girarme. Sonreí cuando la encontré con su espalda apoyada en ella, y sus dientes mordiendo su labio inferior.
-Me apetece inaugurarlo de otra forma...
Me reí sonrojada, me quité la chaqueta y me acerqué a ella, despacio, mirándole a los ojos, me volvía loca que se mordiera así el labio, se quitó con una mano la goma que llevaba en el pelo, y aun me excitó más. Negué sonriendo. Llegué a su altura y fui directa a su oreja.
-Me encanta las inauguraciones.
Se rio para segundos después, al notar mis labios en su cuello, suspirar. No había sido fácil volver a tocarnos, y hacernos el amor como lo hacíamos después de lo que paso, pero el amor y las ganas pudieron con la cabeza. Y nuestras manos se perdían entre nuestros cuerpos, y aquel sofá nos vio disfrutarnos, con toda la delicadeza que sabemos, con todo lo que nos sabemos. Y así empezamos desde cero, despidiendo una tarde de noviembre.
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Y mientras ellas inauguran, yo me despido de la novela.
Como siempre, y nunca me canso, muchas gracias... Qué bonito es que dediquéis minutos de vuestra vid apara leerme. <3
Nos leemos pronto, muy pronto.
¡GRACIAS!
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Dejemos las excusas
Fiksi PenggemarQué fácil ponerse en la piel de los demás mientras ves la vida pasar desde la barrera. Que difícil tener la felicidad a tu lado pero no poder hacer nada para cogerla fuerte. ¿No poder o no querer? Miedo, una de las causas más sonadas por el amo. Dej...