Capitulo 18

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Capítulo 18

Bajé del escenario después de dar las gracias, había gustado o eso aprecia tras el gran aplauso que me estaba llevando. El amigo de Manuel me felicitó, me dijo que me llamaría para otra noche. No le hice mucho caso, le di también las gracias a él, y me fui directa a mi hermana, estaba en la barra, con el móvil en sus manos.

-Alba... (Levantó la cabeza y me miró seria)
-¿Tenías que cantarla hoy?
-Sí. Claro que sí. ¿Dónde está?
-No lo sé... no me contesta...
-Pero... ¿Por qué sabe que estamos aquí? (Bajó de nuevo su cabeza, había sido ella) Alba... (Me miró)
-Alba no, Vanesa... ha venido a hablar contigo. Necesita hacerlo, y tú también.
-No...
-¡Sí! ¡Claro que sí! (Exclamó) Lo estás deseando pero eres una cabezota. Ha venido a buscarte. Ha cogido el primer avión que salía porque no le has contestado un simple mensaje. Y la recibes así... (Cogió su chaqueta)
-¿Dónde vas?
-Fuera, voy a llamarla.
-No.
-Si Vanesa... yo no soy como tu...
-Alba...

No me escuchó, se giró y fue directa hacia la puerta, la seguí. Al llegar a la calle la frené cogiéndola del brazo, me miró.

-¿Dónde va a pasar la noche? (Le pregunté)
-Ha encontrado habitación en un hostal cerca de la plaza que vimos...

No le contesté, le sonreí y la abracé.

-No la llames... esto... esto es cosa mía.

Me sonrió antes de darme el nombre de su alojamiento y el número de su habitación, caminé un par de calles y cogí un taxi que me llevara hasta el lugar. Cuando llegué, respiré, Manuel me había dejado un mensaje, 'Alba y yo cuidamos de tu guitarra mientras arreglas un poquito tu vida... ;)', sonreí, volví a respirar hondo y crucé la puerta de aquel hostal. Me acerqué al mostrador, como italiano aun no era pésimo, pero por suerte el inglés mi sirvió para hacerme entender. Salí fuera después de que me dijese que Malú no se encontraba en su habitación, lo único que sabía es que no se había ido de la ciudad, y que tenía que volver en algún momento. Cerré mi americana cruzando los brazos mientras me sentaba en un escalón de la calle.
Abrí el móvil, le mandó un mensaje a mi hermana, me esperaría a que volviera, para que no se preocupase, aunque, estando con Manuel dudo que esté pensando mucho en mí. Sonreí, me gustaría que se llevasen bien, o mejor que bien, no me importaría para nada que pasase algo entre ellos, Manuel es un chico increíble, y Alba... Alba es magia, aunque ella no lo sepa.

-¿Vanesa?

Levanté rápido mi cabeza cuando oí su voz. Me sonrió, me quedé quieta unos segundos hasta que me levanté.

-¿Qué haces aquí? (Me preguntó)
-Creo... creo que eso me lo tienes que contestar tu a mi... (Dejó de mirarme)
-Hace frio... ¿Quieres subir?

Asentí y la seguí, no era un buen lugar para hablar, en medio de la calle y sin apenas abrigo, pidió la llave y subimos. Abrimos aquella pequeña habitación, se descalzó mientras yo apoyaba mi espalda en la puerta, ni un paso más, esperaba que hablase y me explicará que hacia allí, lo entendió sin decir nada, me miró y continuó lo que habíamos empezado en la calle.

-He venido a hablar contigo...
-No te he contestado el mensaje.
-Lo sé. (Me sonrió de nuevo) Me lo merezco... me merezco que no contestes el mensaje, me merezco esas letras cantadas... (Bajé mi mirada al suelo) Me he perdido quien eres, y me alegro que saltes al vacío con alguien que sabe ganarte.

Alcé rápido mi cabeza y vi que se giraba para ir hacia la puerta.

-¡No! (Exclamé) Eso... eso no es lo que te piensas... (Giró de nuevo su cuerpo hacia mí) He saltado al vació con alguien que sabe ganarme, sí (Sonreí), Alba... Me refiero a mi hermana...

Le brillaban los ojos, esos ojos marrones que me hacían temblar. Susurró un '¿De verdad?' que hizo que me riera y me relajara. Me separé de la puerta.

-Si...

Dio un paso, sonrió, estaba nerviosa, se lo noté cuando llegué a unos centímetros de ella. Y de nuevo, como aquella noche en su casa, juntamos nuestras frentes.

-Lo siento...

Miré sus ojos después de oír aquello.

-No quiero perderme como suena tu voz una tarde de abril y levante...

Sonrió, miré sus labios mientras lo hacía. Y aquello ganó a mi cabezonería, a mi rabia, a mis ganas de perdernos la una a la otra. Y la besé. Y los carnavales que quizás algún día formaríamos en las esquinas de las casas, los sentí en mi estómago mientras sus manos en mi espalda hacían todo lo demás, acompañando a nuestros besos, en la boca, en el cuello, en la oreja... Desaparecieron nuestras ropas, y nuestra sangre ardió entre las sabanas de aquel hostal, mientras gritábamos nuestros nombres. Como había echado de menos escuchar su respiración entrecortada mientras jugaba bajó su vientre, como arqueaba su espalda, como me hacía rodar encima de la cama para ganarme en la batalla, llegando juntas a nuestra particular guerra de gritos, jadeos y mordiscos en zonas prohibidas.

Dejemos las excusasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora