Capítulo 2

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El cuarto de Francesca estaba pintado de muchos colores, tenía frases escritas a mano en las paredes, fotografías de ella misma arriba de una cómoda color salmón, la cama estaba bien tendida y en la mesa de luz había un celular que no dejaba de vibrar.

Morgan vio como vibraba, temía agarrarlo, no podía hablar... Eso era algo que había dejado de hacer desde aquel momento.

Salió de la habitación y vio como Pierre llevaba sus valijas a su futura habitación. Cuando entró no se llevó una gran sorpresa.

Era un cuarto blanco, pequeño y sin muebles.

Morgan observó el cuarto pero no se atrevió a entrar, ni bien Pierre terminó, le guiñó.

—Bien señorita, este será su nuevo cuarto. Hoy en la tarde iremos a comprar sus muebles, tal vez esta noche duerma con su hermana o tal vez en mi cama. Noche en el sillón ¡wow!—suspiró graciosamente.

Morgan no sabía si ese chico era el novio, el esposo o el amigo de Francesca, pero ya le estaba cayendo bien.

Francesca se lanzó en el sillón y Morgan se sentó frente a ella. Se miraron.

—¿Tienes miedo?—preguntó Francesca.

Morgan asintió.

—¿Sabes quién soy?—preguntó.

Morgan negó.

—¿No recuerdas a esa castaña que te sacaba el chupete para que lloraras?

Morgan recordó y asintió. Había olvidado miles de cosas después del accidente.

—Esa era yo, luego crecí y me mudé acá y los arboles pintaron mi pelo de naranja-sonrió Francesca, recordando la vez que le explicó a Pierre su alocado cabello.

Amaba ser pelinaranja, iba a juego con todo el vecindario y además le quedaba increíble.

Pierre entró en la habitación, tiró el celular (que antes vibraba), en el estómago de Fran y ella lo recogió.
Él puso una hoja en la mesa, sobre ella soltó una lapicera de tinta anaranjada y miró a Morgan con las manos en los labios.

—Escribe que te gusta desayunar, que te gusta hacer, que color te gusta, todo lo que quieras. Aúnque no tenga nada que ver con lo que dijiste antes.
Escribe lo que sea necesario.

Morgan lo miró y lanzó una pequeña sonrisita que desapareció al relamerse los labios.

Se sentó en el suelo y tomó la lapicera, decidida a obedecer al que será su nuevo amigo.

Pierre y Francesca se levantaron y entraron a la cocina.

—Juliette me llamó—sentenció Francesca.

—¿El problema?

—Que me llamó cinco veces—rió Francesca.

—No suena a problema—rió Pierre.

—El problema no son sus llamadas, el problema es el sermón que me voy a comer por no contestarle—sonrío divertida.

—Estaré aquí para lo que necesites, querida—habló Pierre con dulzura.—¿Quieres un café?

—No, quiero otra cosa.

—¿Chocolate?

—El chocolate me hace mal al cuerpo, pero tan bien al alma.

—No quiero tener que llevarte de vuelta al hospital por comer mucho chocolate—recordó Pierre.

—Dame algo salado

—¿Te digo que preparé ayer?

—¿Qué?

—Torta de atún.

Sweet AutumnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora