Capítulo 12 | Sé que puedo morir.

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Capítulo 12: Sé que puedo morir.

Al otro día.

La alarma de mi teléfono me despierta a la hora que la programé, las nueve treinta de la mañana, para ser exactos.

Mike vendrá a recogerme temprano y no quiero estar durmiendo para entonces.

Recojo mi cabello y sustituyo el pijama por mi ropa. Me coloco los zapatos, guardo el pijama dentro de mi mochila y bajo.

Rápidamente, la perrita Lucy comienza a saludarme. Aún me parece raro que le hayan puesto mi nombre a una perrita. La saludo y camino hacia la cocina. Saludo a todas con un beso en la mejilla y me siento en mi respectiva silla.

Marta —la empleada— sirve unos huevos con tocino en un plato, me lo entrega, le agradezco y comienzo a comer. La empleada se aleja y la veo hablar por un telefonillo, se acerca hasta nosotras.

—Un chico está esperando a la señorita Keyla —informa. Mi mamá me mira interrogante, mientras que mi tía y mi abuela se observan cómplices.

—Mike está aquí —termino de comer y me limpio la boca con una servilleta.

Me despido de todas —inclso de Marta— y cuelgo mi mochila en mi hombro.

—Espero volver a verte pronto, cariño —mamá besa mi frente.

—Pronto volveré, mientras tanto, tú sigue recuperándote.

—Así lo haré, te quiero.

Nunca imaginé decir estas palabras, sin embargo las digo.

—Te quiero.

Luego de una despedida que se extiende más de lo pensado, al fin puedo salir. Veo un auto azúl, no es el de Mike, sino el de Max.

Salgo a la calle y me cruzo de brazos cuando lo veo apoyado en su choche.

—¿Tú? ¿Qué haces aquí?

—Buenos días también para tí, Keyla —sonríe. Ruedo mis ojos—. Mike tenía unos "asuntitos" importantes que atender y me dijo que pase por ti.

—Podría haber venido Joey.

—Mike prefiere morir antes que pedirle un favor a ese ñoño —ruedo mis ojos por segunda vez—. Bien, vamos.

Rodea su coche y sube en él. Abro la puerta y me subo en el asiento del copiloto.

Arranca el auto y conduce por las calles de Los Ángeles. Luego de unos diez minutos de trayecto, su teléfono comienza a sonar y sin importarle que va conduciendo, descuelga.

—¿Hola? Oh, mierda. Ahora no puedo, tengo que llevar a alguien a su casa... ¡Maldita sea, Brayan! Bien, pero si ella se entera, todo será tu culpa —cuelga.

—¿Quién era ese tal Brayan?

—Un amigo, tengo que ir a un lado y tendrás que venir conmigo —contesta sin mirarme.

—¿Para qué pasas por mi si luego va a ocurrir esto?

—Hasta el momento no adivino el futuro, ya estoy bastante, así que, por favor, cállate.

Sus palabras me molestaron bastante, ¿qué le dijo ese tipo para que se ponga así?

Miro por la ventanilla y puedo ver cómo nos metemos en un barrio peligroso, juraría que si bajo un pie aquí me roban los zapatos.

El coche se teniene y Max saca de sus pantalones lo que estoy segura que es un arma.

—¿Tienes un arma? —lo observó confundida y asustada.

Equal © [THE UNEQUAL II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora