Capítulo 17.

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Capítulo Diecisiete: Soledad o Dolor.

"—No trates de entender todo, no es cuestión de sólo entender, también tienes que aprender a aceptar."
Liam Ponce - Pensamientos Torturadores

Liam.

Viernes, 6:08 A.M

Una leve desesperación hizo que me despertara demasiado temprano, todo estaba en un completo silencio, silencio que toda persona como yo, amaría. Desde ya podía sentir que este sería un largo día, un día sin pausas, un día con grandes nubes de pensamientos. Me puse de pié y observé a Keneth quien aún seguía sumergido en un profundo sueño, me dirigí al baño.

Después de unos diez minutos ya estaba listo, tenía planeado dar una gran caminata por aquel lugar.

—¿Liam?— Escuché a un somnoliento Keneth.

—¿hum?

—¿A donde rayos vas tan temprano? — Aún tenía sus ojos cerrados.

—A distraerme.

Keneth levantó el pulgar y se envolvió con la sabana de pies a cabeza.

Abrí la puerta.

—¿Liam?— Volví a escuchar a Keneth.

—¿Si, Keneth?

—No hagas nada estúpido hermano.

—Tranquilo, no ahora.

Sacó el dedo pulgar nuevamente y el silencio volvió.

Salí de aquella cálida cabaña. El frío caló mi rostro, era una suerte que llevara suéter y los pantalones más ajustados que tenía. Metí mis manos a los bolsillos del suéter y comencé a caminar.

El lugar se miraba completamente solitario, era como viajar en la soledad, el sonido de la naturaleza, el rozar del viento con mis oídos, era a mi manera, el lugar perfecto, la hora perfecta, el ambiente perfecto.

—¿Puedo acompañarte?— Escuché una voz tras de mí.

Giré y allí se encontraba ella. Una Valentina fresca como el clima de aquel, con una sonrisa medio curvada y con ganas de explotar en sentimientos, ¿Como es que lo sabía? Una leve conexión me hacía sentir todo aquello.

—Claro— Sonreí. Aunque anhelaba estar completamente solo, pero, ¿Como negarle a Valentina?, suficiente daño había hecho a su vida era tiempo de aprender a calmar a mis demonios.

Comenzamos a caminar, ambos estábamos decididos a sólo cruzar miradas, a sólo caminar y escuchar los susurros del viento. Llevábamos tanto tiempo caminando que todo aquello era como si hubiésemos entrado a una galaxia interminable.

—Mira— Señaló Valentina hacia el cielo.

Era tan maravilloso, era una buena alineación de nubes, era un arcoiris de nubes con tan solo dos colores, un naranja rojizo y un gris, era como si la felicidad luchara con la tristeza. Una buena expectativa.

A Valentina le asombraba más lo que estaba en el cielo que lo que estaba en tierra. Ella admiraba lo extraño, y eso me volvía loco. No loco en mal humor, sino, loco en sentido... ¿Sentimental? Me recuerda tanto a ello, se parece demasiado a mi Piedrita, a mi hermosa Piedrita, a esa microhumana que cargaba mis días de tantas sonrisas y me envolvía en diversas emociones.

Quizás... Eso era lo que me hacía comportarme de esa manera con Valentina, en si, era como si Victoria hubiese brindado la mitad de sus emociones a ella, es que era tan... Extraño, tan envolvedor, nunca lo había analizado de tal manera, sólo me centraba en su otro mitad, aquella mitad que yo transformaba en egoísmo, llegamos hasta el lugar donde el lago iniciaba a dejar de ser pequeño, ya no había nada más que agua al fondo.

Más Frío Que La Nieve | Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora