Capítulo 8.

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Capítulo Ocho: ¿Que debo Hacer?

"-El tiempo seguía, sin embargo yo me estaba quedando atrás, hasta la misma vida me daba a entender que si no me preocupaba por mi mismo, nadie más lo haría"
-Liam Ponce - Pensamientos Torturadores.

Liam.

Las fuertes lluvias se habían detenido, eso significaba que volvería a clases. Me puse pié, me di un baño y me alisté. Era demasiado temprano por lo que tuve que esperar, me senté en la cama. Mi mirada se clavó en la carta de Victoria, estaba en el mismo lugar en el que la dejé esa misma noche que llegué a casa, no me sentía listo para leerla.

No creo ser capaz de seguir con esto, me estoy asfixiando, y no, no es porque yo quiero, sino porque no puedo salir de esto, no se como escapar de estas asquerosas garras. Me recosté en la cama y cerré mis ojos aproximadamente por cinco minutos. Me estaba quedando dormido por lo cual me puse de pié y salí silenciosamente.

-Es un adolescente - Escuché a mi papá -. Perdió a su novia, claro que esto tiene que pasar, es común.

-No es común, Daniel. Martín a dicho que tiene cortes en sus brazos, e incluso lo han visto golpear la pared con gran coraje.

-Con el tiempo se le pasará - Soltó secamente mi papá, como siempre -. No entiendo que es lo que le hace falta, le brindamos todo lo necesario, dinero, vestimenta, alimentos...

Entré e interrumpí aquella conversación -Me hace falta Victoria, papá, lo material es lo de menos, valen más unas palabras de aliento en lugar de un millón de dólares.

-¿Cuanto tiempo llevas escuchando la conversación?- Preguntó mi mamá un poco incómoda.

-Lo suficiente como para saber qué ustedes creen que todo lo que me está pasando es un caso común, que pobre es el pensamiento de los adultos, según ustedes el único problema de los jóvenes son las tareas, los noviazgos y todo eso, pero están equivocados - Me senté en la silla -. No se imaginan cuanto lo están.

Mi papá sólo me observó.

-Y según tú, ¿Cualos son los exagerados problemas?

-En ningún momento dije que eran exagerados.

-Pero qu...

-Voy tarde al colegio- Interrumpí -. Adiós, quizás tenga tiempo más tarde- Caminé hasta la puerta principal -. O quizás nunca- Cerré fuertemente la puerta tras de mí antes de que iniciarán con sus absurdos comentarios de adultos.

Empecé a dirigirme a la parada de autobuses. No había rastro alguno de Keneth, mi teoría es que ya estaba esperando el camión, y la otra, que poco creía que acertara es que llegaría tarde. Después de unos minutos logré observar que el ya estaba esperando el autobús. Mi primera teoría acertó, lo que explicaba que tenía que soportar las "graciosas" charlas de mi amigo.

-Hey Keneth- Saludé.

-Hermano- Sonrió. Al parecer su sonrisa nunca se eliminaba de su rostro, algo que envidiaba de Keneth -. ¿Todo bien?.

Asentí. -Tu, ¿Como estás?.

-Perfectamente bien- Levantó el pulgar -. Hombre, no te imaginas cómo anhelaba que la lluvia se detuviera.

-Venga, ¿Desde cuando te gusta asistir al colegio?.

-Desde que conocí a una chica, perfecta en todos los sentidos- Observó al cielo como si aquella fuese un regalo enviado desde lo alto.

-¿Ah si?- Lo observé fijamente -. ¿Cual es su nombre?.

-No tengo idea de cual es su nombre- Rió.

Más Frío Que La Nieve | Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora