Capítulo 26

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Capítulo Veintiséis: Un Día Corto.

"Un brindis, por todas esas cosas que no aprendí a superar."
-Liam Ponce - Pensamientos Torturadores.

Narrador.

Como un relámpago su vida había cambiado, en un abrir y cerrar de ojos... Todo se había derrumbado; Habían pasado varias semanas en los cuales Liam no había salido de su habitación, había perdido completamente el control del tiempo, no aprendía a manejar la situación, no aprendía a centrarse, era un caos completo, sin control alguno para él.

Por otro lado estaba su familia, completamente pérdida, por una parte, a Liam le alegraba que sus padres estuviesen juntos... Demostrando aquella unidad que hace mucho no se oía por la casa, pero... ¿A que precio? Al tener un hijo depresivo, al cual ni siquiera le mirabas el rostro en el transcurso del día, mucho menos, ese hijo salía de su habitación o conversaba con sus dadores... Un precio demasiado caro, ¿No crees?

El punto es, que Liam había sido atacado por su depresion desde antes de aquel suceso con Victoria. No es que aquél chico considerara a Victoria como la única culpable por su depresion; Se culpaba a sí mismo por no ser la persona valiente, la cual batallaría para destruir sus demonios, ponerle un alto a Jhonny y a su familia, ó mejor dicho a su padre quién tiempo atrás muy a diario tomaba alcohol y le asestaba una golpiza mientras con su mano izquierda lo sostenía con brutalidad desde su cuello. ¡Oh! Y ¿Como olvidar el día en que fue humillado por toda su familia, cuando su madre descubrió que se cortaba? Fue lo peor, su madre comenzó a regar lo noticia por cada rincón de la familia, a tal punto que Liam comenzó a ser llama "El loco y anormal de la familia"

Un toqueo en la puerta se escuchó, Liam arrugó su rostro y se cubrió con la sabana de pies a cabeza. Aquello se había vuelto rutinario, algunas veces era su madre, otras, era su padre; Su rebeldía había aumentado más de lo común, cuando el toqueo de la puerta lo terminaba fastidiando soltaba un fuerte: "¡Vete a la mierda! ¡¿Quieres?!" Eso hacia que el toqueteo cesara, pero se daba cuenta que era su madre, pues se escuchaban sollozos desde el otro lado.

Quizás aquello no fuese tan desgarrador, pero si analizaras aunque fuese por un momento toda aquella situación, tu corazón comenzaría a extremeserce, no porque estés sintiendo el dolor de tal persona, sino, por que imaginas que se sentiría si fueses tu en tal posición.

Los toqueteos habían terminado, pero después de unos minutos se escuchó una suave voz.

-Liam, soy yo- Se escuchó la voz dulce voz de Caleb -Está bien si no quieres hablar conmigo, no se porque estas molesto, y tampoco creo que me lo digas.

Aquello se detuvo por un momento. Liam en aquél momento volvió a sentir aquella agonía en su pecho, sabia que todo aquello era su culpa, y de nadie más.

-¿Puedes acercarte a la puerta? Necesito saber que me estas escuchando, toca dos veces.

Por un momento dudó en hacerlo. Pero después de estar pensando, se puso de pie y se deslizó hasta quedar acurrucado contra la puerta, con temblor en su mano derecha hizo como su hermanito se lo había dicho, tocó dos veces la puerta.

-Te admiro, hermanito- Su suave y ya no tranquilizante voz se escuchaba un poco temblorosa. Al igual que Liam, el se encontraba acurrado contra la puerta, mientras una lágrima comenzó a descender por su mejilla izquierda -: ¿Me estas escuchando?- Susurró el pequeño Caleb.

Liam volvió a tocar dos veces la puerta.

-¿Por que estas haciendo esto? ó ¿Que ganas? No veo nada, solo veo a mis padres discutir, a mi madre tocar tu puerta y después de un ratito regresa llorando a su habitación, Martín ya no se preocupa mas por si mismo, el suele decir que tu eras como su superman, su superheroe favorito. Al igual que yo, te consideraba como el hermano súper divertidisimo y genial, aquel que nos cargaba en su cuello y nos lanzaba contra el sofá y comenzaba a hacernos cosquillas hasta caer al piso.

Liam comenzó a llorar, su corazón ya estaba que salía de su pecho, no sabia que hacer, su consciencia lo comenzó a tocar de manera bipolar; su lado bueno proponía un futuro cargado de éxito, pero por otro lado, su lado malo le decía que una sobredosis de pastillas o un disparo en la cabeza traería aquella felicidad eterna.

Todo aquello era calcado como un día corto y cargado de desolación, culpa, dolor, lágrimas y todo aquello que se desprendía de lo miserable. No quería escuchar más a su pequeño hermano, pero tampoco quería que se callara, llevaba muchos días desconectado de lo exterior, quería saber mas de las cosas que alimentaban a su depresión y pensamiento suicida. Demasiado masoquista, ¿No crees?

-¿Sigues escuchándome?- Volvió a preguntar Caleb.

Liam estaba apunto de tocar la puerta, pero después se detuvo. -Escucho cada palabra que me estas diciendo, Cal- Su voz... Su voz en aquel momento no era de lo mas animada, mucho menos con la fuerza que tendría la voz de un Líam de hace un año.

Pues hacía días que no tomaba agua, su boca lo único que la mantenia húmeda era su propia saliva. Su estomago rugía por el hambre, pero estaba completamente decidido, no quería rosarse más con el exterior.

La voz de Caleb no se volvió a escuchar, el lugar quedó en silencio. Después de unos minutos, Lían se había quedado dormido con su cabeza apoyada contra la puerta, al oteo lado, igual Caleb, se había quedado dormido.

La señora Ponce salió de su cuarto para poder verificar si sus pequeños descansaban, su corazón dio un pequeño salto al no ver al pequeño Caleb en su cama. Con prisa salió al pasillo y se tranquilizó al ver al pequeño Caleb que yacía dormido contra la pared de la habitación de Liam. Se acercó a él y lo levantó para poder llevarlo a su cuarto.

La señora Ponce dejó al pequeño en su cama. Caleb medio abrió sus ojos.

-Lo extraño- Susurró.

-Pronto... Todo estará bien- Dijonla señora, y besó la frente de Caleb. Mientras que mentalmente enviaba gritos y suplicas a Dios de que su afirmación se volviera realidad.

Más Frío Que La Nieve | Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora