— Hela, ¿tienes algo que hacer esta noche?— la llamada de Carl no me sorprende.
Para mis amigos los viernes son el día sagrado de la semana; no perdonan ni uno. Ya puedo decir que no tengo ganas de salir o que estoy enferma que me va a dar igual porque, si hace falta, vienen a mi casa y me sacan a rastras.
— No. ¿Tenéis algún plan pensado?— silencio al otro lado de la línea.— ¿Hola? ¿Carl?
— Em... ¡Sí! Sí, estoy aquí— noto algo extraño en el tono de su voz.— Verás, te llamaba porque me preguntaba si querrías ir a cenar esta noche.
— Claro, llamaré a Leyre y...
— ¡No! Quiero decir, yo... Me refería a cenar los dos solos— eso me pilla de improvisto.— Necesito hablarte sobre algo. Si tú quieres, claro.
— Vale, ¿por qué no?
— ¡Perfecto! ¿Te paso a buscar a las ocho?
— Sí.
— Pues en eso quedamos. Hasta luego— y con eso cuelga dejándome a mí mirando el teléfono.
¿De qué querrá hablarme? Juraría que nunca hemos ido a ningún sitio los dos solos. Si me lo ha pedido será por algo importante pero ahora me ha dejado con la duda para el resto del día. Siempre hemos tenido buena relación. Es un tipo muy divertido pero no puedo recordar haber tenido ni una conversación seria con él. No entiendo por qué no ha llamado a Leyre; ellos dos tienen muy buena relación.
Me pongo mi abrigo azúl marino para ir al supermercado a comprar unas cosas. Normalmente era Esben quien se ocupaba de esto pero al haberse independizado supongo que me ha pasado el relevo y que todos han asumido que yo me haría cargo. Cojo una lista que hay pegada a la nevera con un imán de todas las cosas que necesitamos y salgo de casa.
Llego a una pequeña tienda de barrio que está a una calle de mi casa. Miro detenidamente estante por estante, buscando cada artículo que necesito comprar. Voy tan concentrada en mis pensamientos que no me doy cuenta de que alguien me da unos pequeños golpecitos en el hombro.
— Perdona, creo que esto es tuyo— me giro y veo a un chico bastante alto que me sonríe divertido con un papel de la mano.
— Gracias, a veces soy un poco despistada— cojo la lista que me tiende, la cual hasta hace un momento estaba entre mis manos.
— No hay problema— mete las manos en los bolsillos de su pantalón despreocupado.
Sigo mi camino al ver que el chico alto no va a decirme nada más. Es raro no haberle visto nunca por aquí. Este barrio es como un pueblo pequeño; nos conocemos todos. Continúo con mis cosas hasta que al fin termino y coloco cada producto en la cinta de la caja registradora. Cuando voy a sacar del carro un paquete de agua, mi mano choca con la de alguien. Alzo mi cabeza para encontrarme con el chico de antes.
— No pongas esa cara y déjame ayudarte— alza las seis botellas de agua con ligereza, como si no pesaran nada, y las pone con el resto de artículos.
— Gracias— me limito a responder.
Hay algo raro en este chico. Me mira de una forma extraña. No parece que quiera ser amable o incluso que intente conseguir mi número de teléfono. Siento como si supiese quién soy pero sin yo tener la más mínima idea de quién es él.
— Buenas tardes,— me dice una señora detrás de la caja que empieza a pasar mi compra y yo respondo a su saludo.
Noto la mirada del chico clavada en mi nuca. Me resulta un poco inquietante y admito que el hecho de que aún haya luz en la calle me relaja bastante.
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MI MATE ME MATA
WerewolfHela ya ha rechazado a su mate antes de conocerse. Ése siempre fue el plan. Ahora ha conocido a Leiv, no es su mate, pero se enamoran. ¿Podrá rechazar a su mate por la persona que más ha querido nunca?