Cuando Leyre me llamó por teléfono no lo dudé ni un solo segundo y me fui corriendo a su casa a las cinco de la mañana. Estuvo llorando hasta las nueve cuando se quedó dormida y yo junto a ella. Rechazar a tu mate es algo muy duro y yo siempre pensé que sería capaz de hacerlo, sin embargo al ver a mi amiga de esta forma, me entran dudas sobre mi fuerza de voluntad.
Por lo que me ha contado, Ander no parece un mal hombre. Pensé que sería un vampiro loco, pero solo el hecho de dejarla marchar para cumplir sus deseos me hace ver que la quiere lo suficiente como para preferir morir de dolor antes de participar en el motivo de su infelicidad. Entiendo las razones del rechazo de mi amiga, pero no las comparto. Ni todos los vampiros son malvados, ni todos los lobos somos unos santos.
Una vez se ha quedado dormida, regreso a mi apartamento. Al llegar voy directa a la cocina para servir un café. Me duele mucho el cuello por la mala postura en la que me he quedado dormida durante unas horas mientras abrazaba a Leyre.
— ¿Necesitas un masaje?— pregunta una voz masculina sobresaltándome.
Miro hacia la puerta y veo a uno de mis compañeros de piso apoyado en el quicio: Oliver. Esto es muy raro porque nunca hemos cruzado palabra aparte de los típicos saludos normales de la convivencia. Tiene un aura extraña.
— No, gracias,— respondo devolviendo mi vista hacia mi taza de café.
— Era broma,— dice riendo mientras camina hasta llegar a la nevera.— Oye, te quería comentar una cosa.
Le miro sorprendida.
— Mañana es mi cumpleaños y me gustaría dar una fiesta aquí. ¿Te importaría?
— Para nada, por mí no te preocupes,— le respondo sonriendo.
— ¡Genial! Muchas gracias,— me devuelve la sonrisa y está a punto de marcharse cuando se detiene.— Por cierto, todos los del piso estáis invitados.
— Oh, no tranquilo. Yo me quedaré a dormir en casa de mi novio,— quiero dejarle claro que tengo pareja.
— ¡Tráetele! Y a la chica morena si quieres también,— dice refiriéndose a Leyre.— Nos vemos,— y con eso se despide.
•••
Por la tarde Leiv me pasa a buscar para ir a cenar a su casa con su familia. Hacía tiempo que no iba y, sinceramente, siento a la familia de Leiv más mi familia que la mía propia.
Después de cenar, ignoramos las súplicas de Tor para jugar al Monopoly y nos subimos a la habitación de Leiv.
— Tor necesita una novia ya,— digo resoplando cuando cierro la puerta y a Leiv le hace gracia mi comentario.
— Lo veo imposible. Creo que solo podría tener una relación estable con su mate,— dice y yo asiento.
Me siento en la silla de su escritorio mientras miro alguna de las fotos que tiene Leiv en su habitación.
— Ahí estabas muy guapo,— digo señalando una en la que sale un poco más joven en un monte junto a sus dos hermanos.
— ¿Y aquí no lo estoy?— veo que está muy cerca de mí con una sonrisa traviesa.
— Aquí aún más,— me acerco a él sonriendo para darle un besito y se aparta bruscamente.— Dios, Leiv. ¡Lo siento!
— No te preocupes.
— Se me había olvidado por completo,— digo sintiéndome fatal conmigo misma porque sé lo duro que es todo esto para él.
— Es normal. Un gesto natural con tu pareja,— intenta fingir indiferencia, pero no lo consigue.
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MI MATE ME MATA
Kurt AdamHela ya ha rechazado a su mate antes de conocerse. Ése siempre fue el plan. Ahora ha conocido a Leiv, no es su mate, pero se enamoran. ¿Podrá rechazar a su mate por la persona que más ha querido nunca?