Capítulo 5

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Despierto a causa de una pesadilla, aunque quizás lo más correcto sea decir a causa de otra pesadilla porque al parecer esto se ha convertido en costumbre. Miro la hora en mi teléfono y veo que son las cinco y media de la mañana y, por si fuera poco, sábado. Intento volver a conciliar el sueño pero me es imposible. Cada vez que cierro los ojos me sobresalto. No sueño con personas ni con hechos completos. La mayoría de las veces ni siquiera recuerdo qué era lo que me causa tanto terror. Otras veces recuerdo alguna cosa pero de forma vaga, como unos ojos, bosques oscuros...

Decido levantarme ya que es lo más productivo que se me ocurre hacer en estos momentos. Lleno la bañera con agua caliente hasta arriba, calculando la cantidad justa para que cuando entre en ella no se desborde. En casa sólo tenemos un baño y, al ser cinco personas, no recuerdo la última vez que pude relajarme en él, por lo que esta vez aprovecharé mi tiempo al máximo ya que sé que hoy ninguno madrugará. Vierto un poco de jabón para hacer espuma. Recojo mi pelo en un moño despeinado y me introduzco en la bañera suspirando al sentir en mi cuerpo el contacto con el agua. Cierro los ojos y apoyo la cabeza en uno de los extremos buscando la postura más cómoda posible.

El tiempo pasa lento pero lo estoy disfrutando. Estoy a punto de quedarme dormida cuando noto una caricia en mi hombro y me giro sobresaltada. Mi corazón bombea de tal forma que pienso que se me va a salir del pecho. Quedo sin respiración y abro mis ojos al máximo mirando hacia la puerta. No hay nadie y el baño de mi casa no es lo suficientemente grande como para que alguien se pueda esconder en alguna parte de él sin yo verle. Pongo una mano sobre mi pecho intentado tranquilizarme. Seguramente haya sido sólo mi imaginación. La falta de horas de sueño comienzan a pasarme factura.

Salgo del agua y me envuelvo en una toalla blanca, la primera que tengo a mano. Estoy inquieta. Últimamente me siento observada, como si hubiese alguien vigilando cada uno de mis movimientos. De nuevo miro la hora y son ya las siete y cuarto. Me visto y me tumbo en la cama a mirar mi móvil.

Ojalá pudiese hablar con alguien para decirle cómo me siento. Al instante de pensar en esto, mi teléfono vibra indicándome que he recibido un mensaje. Si ya creía que tenía miedo, ahora sí que sí, esto no puede ir peor.

"Hola, morena."— el mensaje proviene de un número desconocido.

No quiero contestar pero la curiosidad me puede.

"¿Quién eres?"— sé que no conozco a esta persona porque tengo el número de todos mis amigos, además de que ninguno de ellos me llamaría así; ni siquiera Carl.

Espero una respuesta que no recibo. Nunca pensé que diría esto pero ojalá Anna se despertase pronto y así aunque sea habría algo de ruido en la casa y no parecería todo tan silencioso.

Observo mi móvil con miedo, temiendo que la persona que haya al otro lado me conteste y a la vez que no lo haga. Dicen que la curiosidad mató al gato.

De nuevo vibra y lo sujeto temblando.

"Me conoces, pero eso es lo de menos. Eres muy madrugadora"— cada uno de sus mensajes es más siniestro que el anterior.

— "¿Quién eres y quién te ha dado mi número de teléfono?"— dudo que conteste a mis preguntas pero no pierdo nada por intentarlo.

Espero y espero pero antes de que me conteste, escucho movimiento en la casa lo que quiere decir que la gente ya se ha levantado. Salgo de mi habitación y entro en la cocina donde mi padre se encuentra preparando el desayuno.

— Buenos días, cariño. ¿Qué tal has dormido?

— Bien.

Me siento en la mesa y mi padre me pone delante un tazón de leche con cereales. Poco después, mi madre y Anna se unen a nosotros y comienzan a contar sus planes para hoy pero yo tengo la mente en otra parte. No puedo dejar de pensar en quién puede ser la persona que me manda esos mensajes pero por mucho que le doy vueltas a la cabeza, no se me ocurre nadie.

MI MATE ME MATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora