Capítulo 18

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Hoy empiezo el día con una actitud distinta. Después de mi charla con Tor, me siento con fuerzas para luchar por Leiv. No puedo decir que esté enamorada de él aún, pero el amor no surge así porque sí. La mayoría de la gente lo construye. No puedo esperar amar a alguien que caiga del cielo por arte de magia. Ésa es la definición exacta de "mate" y yo siempre me he negado en creer en el mío, así que sería una hipócrita si dejase de intentarlo con Leiv a la primera de cambio. Además, Leiv es el único chico por el que he sentido algo real en toda mi vida, razón de más por la que no me tengo que dar por vencida tan pronto. No esperaré a que él me llame porque Tor hable con él o porque en ese momento sí que le apetezca estar conmigo. Tengo la autoestima demasiado alta como para dejarme humillar de esa manera. Esto no funciona así.

Entro en la cocina y me encuentro con mis padres lavando las tazas del desayuno.

— ¡Hela! ¿Qué haces aún en pijama?— me reprende mi madre.— ¡Aún ni has desayunado!

No entiendo por qué se pone así si nunca me dicen nada sobre mis horarios.

— No es tan tarde, mamá. Además, ¿por qué tanta prisa?

— Porque Esben y su prometida, Elisabeth, están por llegar,— me sorprendo porque hace mucho que no veo a mi hermano y ya tengo ganas.— Les he convencido para que vengan a comer.

— ¡Genial!— digo aplaudiendo emocionada.

— Por cierto, no te quiero ver vestida como un hombre hoy,— ruedo mis ojos.

— Mamá, no existe ropa exclusivamente de hombre o de mujer,— no sé para qué me molesto si hablar de esto con mi madre es como hablar con una pared.

— Sí, sí, lo que tú digas,— me hace un gesto con la mano de desdén y yo me muerdo la lengua para no decirle cuatro cosas.— Pero ponte un vestido o algo, que también vienen los padres de Elisabeth.

Vaya... Señor y Señora vuelven a hacer acto de presencia. Esto puede ser divertido.

— También queremos que traigas a tu novio, — dice Marcus mientras cierra el fregadero y se seca las manos con un trapo.

Yo trago saliva.

— No vendrá,— respondo tajante.

— ¿Acabas de admitir que tienes novio?— dice mi madre mirándome con una sonrisa malévola y yo me golpeo la frente con la palma de la mano mentalmente.

¿Cómo he podido caer en la trampa? En verdad me da igual. Si quiero luchar por Leiv, por algo se empieza.

— Ese chico vendrá,— dice Marcus serio.— No hay debate que valga. Quiero saber con quién anda mi hija.

— ¿La familia de tu novio está bien posicionada?— pregunta mi madre sin disimular su clasismo habitual.

— ¡Mamá! ¿Cómo no te da vergüenza preguntar algo así? — vuelve hacer el gesto de la manita que tanto me enferma y me ignora.

Resoplo y me siento resignada. Quizás no sea tan mala idea. Puedo ir a buscar a Leiv y obligarle a venir como el me obligó cuando me invitó a la fiesta de compromiso de su hermano Paul.

Voy corriendo a mi habitación y me visto. Mi madre me reprende por no desayunar, pero cuando le digo que voy a buscar a Leiv, parece que el cabreo se le esfuma.

•••

Cuando estoy frente a la puerta de la casa de Leiv, toda mi valentía se esfuma. ¿Y si no me contestaba al teléfono porque no me quería ver? ¿Y si es porque se ha cansado de mí? Sacudo mi cabeza borrando esos pensamientos. Tor me dijo que me echaba de menos y, después de todo lo que hemos vivido, no puedo dudar de Leiv. Pero... ¿Y si llamo al timbre y me abre el padre de Leiv? ¡Dios mío! Eso sí que no lo podré afrontar. Creo que me da más miedo ese señor que Leiv transformado en su otro yo.

MI MATE ME MATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora