Capítulo 8

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Hoy es mi día libre y no sé cómo aprovecharlo. Lo más seguro es que me limite a tumbarme en la cama y ver todas las películas que mi cerebro sea capaz de asimilar.

Pienso en lo que ocurrió ayer sobre los Lundvic. ¿Quiénes eran aquellas personas? No sé si debería hacer caso a lo que mi jefa me dijo. No me parecieron una amenaza. Parecían una madre y un hijo completamente normales; normales, dentro de lo que cabe. Mi duda ahora está en por qué saben quién soy yo. Me gustaría preguntarle a mi madre por ellos pero sé que se pondría histérica y me prohibiría acercarme. Tampoco sé si quiero hacerlo pero mi curiosidad sobre esa familia puede más que las advertencias sobre esa gente. Sobre todo me gustaría conocer al marido de Anne. Mi jefa me dijo que rechazó a su mate por su actual mujer. Cuando decía que al encontrar a mi mate le rechazaría todo el mundo se reía de mí y no creía en mis palabras, alegando siempre que ninguno conoce a un lobo que haya sido capaz de hacerlo, y yo no sería diferente. Pero ahora sé que sí que es posible rechazar a tu mate sin que el dolor termine matándote.

Necesito hablar con alguien, alguien que me tome en serio y no me juzgue.

— ¡Hela!— grita mi hermana entrando a mi habitación.

— Anna, por una vez en tu vida, ¿no puedes comportarte como una persona normal?

— Lo intentaré, abuela,— ruedo mis ojos.— ¡Hay un chico súper sexy abajo esperando por ti!

— ¿Qué?

No sé de quién puede estar hablando. Anna conoce a todos mis amigos y no hay nadie más que pueda venir a mi casa a buscarme.

Bajo para eliminar mis dudas y cuando llego a la entrada, me detengo de inmediato al ver a Leiv mirándome fijamente.

— ¿Qué haces tú aquí?

— Yo también me alegro de verte.

— Mira que eres borde,— murmura mi hermana y yo le digo con la mirada que se marche.

— ¿Podemos hablar?

Parpadeo varias veces para centrarme y cuando consigo recomponerme asiento y le señalo la puerta para que salgamos de mi casa.

Caminamos hasta la plaza en silencio, como de costumbre. Cuando nos sentamos en el borde de la fuente, Leiv se frota nervioso las manos en su pantalón.

— ¿Ocurre algo?— le pregunto para romper el silencio e intentar que me hable.

— Mi hermano me ha contado lo que pasó el otro día.

— ¿Tu hermano?— pregunto confusa y el asiente.

— El entrometido de mi hermano y mi madre estuvieron hablando contigo en una tienda,— abro mis ojos al darme cuenta de a quienes se refiere.

— ¿Eran tus familiares?— asiente de nuevo.— Ahora sí que no entiendo nada.

— Es una historia muy larga pero se resume en que les hablé de ti e insistieron en conocerte. Como yo no te quería presentar, se buscaron la vida para localizarte y así asustarte.

Ahora la que está sin palabras soy yo.

— ¿Has hablado a tu familia sobre mí?

— Sí.

— Pero, ¿por qué?

— Porque quería.

— ¿Por qué querías?

— Porque tenía la necesidad de hacerlo.

— ¿Por qué?

MI MATE ME MATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora