Capítulo 9

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¿En qué momento pensé que ir a una cena de compromiso, en la cual ni siquiera conozco a los novios, era buena idea?

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¿En qué momento pensé que ir a una cena de compromiso, en la cual ni siquiera conozco a los novios, era buena idea?

Me he cambiado quince veces de ropa. Como siga mirándome al espejo lo desgastaré por el uso. Y mejor no mencionar que mi padre quiere conocer a Leiv. Imaginé muchas veces en cómo sería el día en el que mis padres conociesen a mi primer novio. En mi cabeza lo vivía como si fuese un mero trámite administrativo: presentarse, hablar de lo tiempo intentando evitar silencios incómodos y poco más. Tengo la impresión de que eso no ocurrirá así.

Desde mi habitación escucho el timbre y mis nervios van en aumento. ¿Por qué siento como si fuera mi primera cita? Bueno, supongo que técnicamente es lo que es.

Me doy prisa en bajar a recibirle, pero mi padre se adelanta. Cuando llego, ambos están quietos analizándose el uno al otro.

— Marcus, éste es mi amigo Leiv,— miro de reojo al último y veo que no le ha gustado mi forma de referirme a él ante mi padre.— Leiv, él es Marcus, mi padre.

Se dan la mano a regañadientes.

— ¿Nos podemos ir ya?

— No hay prisa,— me corta mi padre.— Pasa, Leiv,— y éste lo hace.

Debí haberle avisado sobre lo que se encontraría cuando viniese a mi casa, pero en el fondo me hace gracia ver a Leiv en este tipo de situaciones; situaciones normales y corrientes. Al menos mi madre no está en casa.

— Y dime, Leiv,— comienza el interrogatorio,— ¿de qué conoces a mi niña?

¿Mi niña? Primera vez que me llama así, lo juro.

— Nos conocimos por un amigo en común,— no profundiza; eso a mi padre no le va a convencer.

— Nunca te había visto. ¿Quiénes son tus padres?— noto como Leiv se tensa a mi lado.

— No vivimos aquí, sólo estamos de paso.

Parece que Leiv no solo es cerrado conmigo.

— ¿Y qué os ha traído a Oslo?— se cruza de brazos serio.

— Somos de Oslo, pero no de esta zona de la ciudad. Mi hermano ha encontrado a su mate en esta manada. Después de la boda volveremos a marcharnos.

¿Qué? ¿Se va a ir? Eso no me gusta. Leiv lo nota y se acerca un poco más a mí.

— ¿Te irás y dejarás tirada a mi hija?

— ¡Marcus!— sorprendo a mi padre gritando.— Ya te dije que no éramos novios,— me va a interrumpir, pero no le dejo.— Vámonos ya, Leiv.

Salgo de casa ignorando las voces de mi padre con Leiv siguiendo mis pasos. Cuando estamos fuera, doy un suspiro de cansancio.

— Lo siento,— digo girándome para mirarle.

MI MATE ME MATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora