— Voy a llamar a una ambulancia— dice Anne.
— ¡No!— la detengo.— No es necesario, estoy perfectamente,— digo poniéndome en pie,— ¿lo ve?
— ¿Estás segura?— me pregunta poco convencida.
— Sí, de verdad. No es la primera vez que me sucede esto,— Anne desvía su mirada.— ¿Ocurre algo?— pregunto, pero no recibo contestación.
Leiv me dijo que recibiría respuestas a mis preguntas, pero por ahora pocas de ellas me han sido resueltas. Ahora eso es lo menos importante. Necesito encontrarle. No entiendo por qué me ha dejado sola.
Comienzo a caminar pero Tor me detiene.
— ¿Dónde crees que vas?
— A buscar a Leiv, ya que nadie me quiere decir dónde demonios está,— me cruzo de brazos enfadada.
— Te llevaré con él,— dice Angust apareciendo en escena, ignorando los quejidos del tercero de sus hijos.
Caminamos hasta volver a entrar a la casa y una vez allí se detiene.
— Antes que nada, me gustaría hablar contigo,— dice mirándome serio a los ojos.
Yo también quería hablar con él, aunque no creo que éste sea el momento de hacerle un interrogatorio.
— Hela,— suspira,— siempre temí que llegase este momento.
— ¿Qué momento?— pregunto sin entender a qué se refiere.
El grado de misterio de esta familia supera a todo lo conocido por el hombre.
— El momento en el que mi hijo encontrase a su pareja,— no pierdo el tiempo en volver a negar que no somos nada, ¿para qué hacerlo?— Había dos opciones: que la primera chica, y seguramente la única, que traería a nuestra casa fuese una humana, o que fuese una loba o una vampiresa. En el primer caso, ya dormiría tranquilo por las noches.
— Y, ¿en el segundo?— pregunto preocupada.
— No quiero que me malinterpretes, Hela, no me disgustas. Seguramente seas una persona maravillosa, pero no quiero que mi hijo sufra, ya ha sufrido bastante durante su vida sin merecérselo.
— ¿De qué habla? ¿Por qué dice que Leiv ha sufrido?
— Pregúntaselo a él. Total, antes o después te lo tendrá que contar.
— ¿Y por qué le preocupa tanto que sea una loba?— sonríe de forma triste.
— Porque en alguna parte del mundo, tu mate te busca y en el momento en el que lo haga, te marcharás con él sin mirar atrás, dejando a Leiv hundido.
— Yo no haría nunca eso.
— Lo harás,— no me lo dice en forma de reproche, sino como si fuera una realidad,— recuerda que yo también soy un lobo.
— ¡Pero usted rechazó a su mate! ¿Por qué no lo iba a poder hacer yo?
— No lo entiendes, Hela. No te puedes llegar a imaginar lo fuerte que es el vínculo que une a dos lobos. No sabes el dolor tan horrible que se siente al rechazar a tu mate,— intenta que entre en razón pero no lo haré; no puedo.
— Usted es el que no lo entiende,— ahora soy yo quien se pone seria.— Llevo toda mi vida concienciándome de que algún día tendré que rechazarle, sea quien sea, con todo lo que ello implica. Si yo decidiese separarme de su hijo, sería porque así lo quiero yo, no porque ninguna estúpida alianza así lo diga.
— Me gustaría poder creerte, pero no puedo,— me dice apenado.
— ¡Estoy harta de todos! Todo el mundo me toma como una niñata tonta que no sabe lo que quiere, pero nadie me conoce, nadie está en mi cabeza para saber lo que pienso. Y, ahora, dígame por favor dónde está Leiv.
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MI MATE ME MATA
WerewolfHela ya ha rechazado a su mate antes de conocerse. Ése siempre fue el plan. Ahora ha conocido a Leiv, no es su mate, pero se enamoran. ¿Podrá rechazar a su mate por la persona que más ha querido nunca?