2.Un reencuentro indecente

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Últimamente mi vida es un caos de sucesos. Con veinticinco años y con la carrera de arquitectura he acabado siendo actriz y modelo. Lo gracioso es que en ningún momento de mi tranquila vida pensé que acabaría así.

Tras darle vueltas y vueltas cojo mi teléfono y llamo a Cameron.
No puedo hablar con el abogado sin antes haber aclarado las cosas con él. Siempre tuve muy buena relación con su familia ycuando empezó a comportarse raro llamé a su hermana. La pobre me dijo que no creía a Cam capaz de hacer todo eso. Me enteré que con su familia estaba igual, al parecer no estaba pasando un buen momento.

Me siento culpable al pensar que el chico que conocí está cambiando por una ruptura.
Quiero ayudarle a ser el de antes.

Tras cuatro timbres contesta. Su voz al otro lado de la linea sigue siendo la misma de siempre. Suave y firme a la vez, algo que refleja su personalidad.

—¿Hola?— no me reconoce. Cambié de número para que no me llamase mas.

—Hola Cam—uso su diminutivo para que la conversación no suene forzada.

—Lia ¿Eres tú?—se le escucha tan normal, tan él, que me sorprende pensar en todo lo pasado y en el punto en el que nos encontramos.

—Sí. Soy yo. Necesito hablar contigo ¿Tienes tiempo para que podamos vernos?—

—Claro, cuando quieras. Pásate por mi casa dentro de un rato—

—No quiero que pienses nada raro. Solo quiero hablar—
No quiero ningún malentendido y que se una haga idea equivocada.

Indecisa con lo que voy a hacer ya es tarde para echarse atrás. Aparco el coche y bajo a la acera.
El frío me envuelve como una manta de viento. El día es nuboso como casi todos en Londres. Suerte que no este lloviendo.
Me aliso el cabello ondulado y miro al cielo.

Toco el timbre. Abre sin preguntar por lo que entro en el edificio. A cada escalón que subo se me acelera mas el pulso y no por el cansancio precisamente. Los nervios me hacen tropezar justo en el último peldaño.
Unos cálidos brazos me sujetan justo antes de caer estrepitosamente contra los fríos azulejos.

—Ten cuidado, no quieras que acabemos en urgencias —su voz me recorre el cuerpo en forma de un placentero hormigueo.
Alzo el rostro. Su bonita sonrisa me lleva a fijar la mirada en sus profundos ojos azules.

—Cam...—el peso de la culpa me comprime la voz.
Prácticamente he estado huyendo de el los últimos tres meses. ¿Pero qué podría haber hecho?
Sus brazos se alejan de mi cuerpo. Me apoyo en su pecho para recobrar el equilibrio.

Entro en su apartamento en silencio mientras él habla.
—¿Qué ha pasado Lia?—
Ignoro su pregunta. Muevo mi tobillo de un lado a otro, lo que me causa una mueca de dolor. Al tropezarme me he doblado el tobillo del esguince.

—Me hiciste un esguince —no debería haber dicho eso pero ya es tarde y sigo hablando —al acelerar el coche me pisaste el pie.
Los cristalinos ojos de Cam me miran como si le hubiera roto el corazón con mis palabras.

—¿Yo te hice eso? Mierda Lia, soy un desastre. Sabes que nunca te haría daño—

—Empiezo a dudarlo después de estos últimos meses—
Parece estar devastado, tiene ojeras y el rostro cansado. Aún así desprende el mismo aura de masculinidad que siempre.  No ha perdido ni una gota de su atractivo.

—Espera un momento. Voy a por algo de hielo para tu tobillo—
Me siento en el sofá a esperarle. Cuando estamos juntos parece volver a ser el mismo.

Se sienta a mi lado y su aroma a cítricos me envuelve. Suspiro largo y tendido. Tengo que centrarme en lo que he venido a hacer. El sofá se hunde con el peso de su cuerpo y sus muslos anchos y fuertes rozan los míos.

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