PRÓLOGO

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Tic-toc. Tic-toc. Tic-toc. El maldito reloj no para de sonar.
A cada segundo que pasa el sonido me perfora mas los oídos. Ansiosa por dejar de escuchar el paso del tiempo me levanto. Descuelgo el bonito reloj de cristal de la pared y lo dejo caer al suelo.

Los cristales rebotan en el suelo y salen disparados por todas partes. No puedo dejar de pensar en él, sin embargo, me torturo recordando lo sucedido una y otra vez.

Observo su escritorio. Impoluto y ordenado. Como a él le gusta. Incluso la forma en la que está todo colocado, a su manera, me recuerda a él. Me acerco al imponente escritorio caoba oscuro y tiro todo. Las hojas vuelan descontroladas, los bolígrafos golpean la madera. Todo esta desperdigado por el suelo.

Sé que a él no le gustaría este desorden. Me golpeo la frente con la mano. Sigo pensando en él.
Salgo rápidamente de su despacho y me marcho antes de cometer alguna estupidez.

--Señorita Bradley- la voz de la secretaria me llega lejana, distante-

-¿No va a esperar al señor Wells?-

-No-respondo borde y cortante. Algo impropio de mí. Al instante me doy cuenta y pienso en la pobre Enma. Ella no tiene la culpa de nada.

-Lo siento Em, no quería hablarte así.-

-No importa. Yo...siento lo que ha ocurrido-Me apena pensar que no voy a volver a pisar esta oficina.

-Digale al señor Wells que me envíe la factura de los imperfectos causados en su oficina-

-Lia...No te vayas. Si esperas un poco quiza...-Una pequeña lágrima cargada de frustración cae por mi mejilla.

-Gracias por todo- sin poder resistirme me giró y Em y yo nos fundimos en un fuerte abrazo.

-Cuidate Lia-su voz suena rota y con ese tono de voz que te sale en las despedidas.

Al separarnos suelto el aire que llevaba conteniendo desde que entré. Salgo del edificio con una clara idea en la cabeza. Se acabó.

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