7.Otra faceta

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Salgo del gimnasio y le busco con la mirada. Le encuentro apoyado en su coche. Y menudo coche. Un BMW gris metalizado brillante a más no poder y con llantas negras. Se me cae la baba nada más verlo.

—Madre mía, tu coche me pone cachonda—encara una ceja y me mira divertido.

—¿Mas que el dueño?—

—Ja, ja. Muy gracioso—Nos montamos en su cochazo y este ruge al arrancar.
El interior es igual de elegante que el exterior. Asientos negros de cuero y un ligero olor a la loción de Derek.

Al instante me imagino como sería montarmelo con él aquí dentro. Cruzo las piernas y deshecho esa idea de mis acalorados pensamientos.

—¿Qué tal tu hermana?—

—Mejor. Supongo. No lo sé. Me cuesta entender a las mujeres—Suspiro con desagrado.

—¿Ahora qué pasa?—aparta la mirada un instante de la carretera para mirarme—Cada vez que no estás de acuerdo con algo empiezas a resoplar—arrugo la nariz —O a arrugar la nariz —

—Siempre con el mismo cuento. Que si las mujeres somos complicadas. Que si es imposible comprendernos. Bla bla bla. Quizá sea que sois demasiado cortitos de mente para entender nada—se ríe con fuerza.

—Vaya, gracias. Me alegra saber que piensas que los hombres somos  tontos—

—Yo no he dicho eso—

—Acabas de...—niega con la cabeza y decide que es mejor no seguir llevándome la contraria.

Pasamos un rato en el coche cuando me doy cuenta de que no tengo ni idea de a donde vamos.
—¿Se puede saber a dónde me   llevas?— observo el exterior intentando averiguar el lugar a donde nos dirigimos.

—Shh. Ya lo verás señorita curiosa—

—Nadas muy bien por cierto— aún sigo recordando la imagen que se ha quedado grabada en mi memoria. Creo que tardaré un tiempo en olvidarlo.

—Cuando era mas joven practicaba natación. Hacíamos competiciones entre institutos. ¿Estudiaste aquí?—

—No, estudié en España. Donde nací. Hasta que me vine aquí a trabajar—

—¿Eres española? No se nota—

—Mi padre nació aquí así que nunca tuve problemas para hablar inglés —

—Dicen que las españolas tenéis mucho carácter— su comentario me causa risa.

—No lo sé. ¿Tu qué piensas?—

—Prefiero no comentar—

Pienso en lo raro que es que yo esté de camino a algún sitio, con alguien a quién apenas conozco.
Normalmente rechazo estas proposiciones. Sin embargo, cuando Derek me lo ha propuesto, me he sorprendido conmigo misma. He aceptado inmediatamente. Y lo más raro es que lo estaba deseando.

Llegamos a una calle concurrida y bajamos. La lluvia sigue cayendo cada vez más fuerte. Me coge la mano y corremos hasta un callejón algo apartado.
Entramos por una puerta que pasa mas bien desapercibida. Es metálica y simple.
Nada más entrar bajamos unas escaleras.

—Es un bar subterráneo—me quedo sorprendida con cada cosa que veo.
La decoración es antigua y las luces amarillas.

—Es... Me encanta—digo como una niña con un muñeco nuevo.

Pasamos por una pared repleta de relojes. Me quedo observándolos, colgados en las paredes, cada uno con un diseño distinto.
—¿Qué es esto?— pregunto señalando la pared.

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