23.Mío

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Me levanto somnolienta y con los músculos doloridos. Me dirigió al baño para asearme y lavarme los dientes. Me pongo una camiseta tres tallas más grandes que tengo por el armario y salgo a la cocina.

—¿Se puede saber por qué siempre estás tan perfecto?— meto unas rebanadas de pan en la tostadora y saco la mermelada.

Le miro de arriba abajo, con el traje gris perfectamente planchado y el pelo aún mojado.

—Ven aquí — da unas palmadas en su regazo. Me siento en sus piernas y le redeo el cuello— me encanta como hueles.

—Sara me ha enviado un mensaje. Está en casa y durmió sola por si te interesa — le acaricio la barba incipiente y me muevo sobre su regazo.

—No sé que haría sin ti. Y no, no me interesa esa parte de la vida de mi hermana— me coje de ambas mejillas y roza sus labios con los míos, introduciendo su lengua poco a poco.

—¿Tienes todo listo o vas a tener que pasar por casa?—

—Tengo todo. Ayer me traje todo lo necesario en el coche, lo demás está aquí —

—Perfecto — le levanto de la silla tirándole de la corbata y empiezo a desatar sus botones— Estás empezando a llenar mi casa de tus cosas—

Si alguien entrara a mi casa ahora mismo pensaría que vivo con alguien más. La mitad de mi armario es ropa de hombre, mi baño está lleno de su cosas; colonia, espuma de afeitar, cremas... Poco a poco ha ido adentrándose en mi vida sin darme cuenta.

—¿Te molesta?— niego con la cabeza y me deshago de su chaqueta— Tengo que irme a trabajar Lía...— dice eso pero no hace nada para impedir que siga quitándole la ropa.

Me alza como si fuera una pluma, rodeo con mis piernas su cintura instintivamente. Poco a durado dejándome a mí al mando.

Me besa y me atosiga con su aroma varonil.  Paso mis ansiosas manos por su pecho, rozando cada uno de sus botones y notando su pecho subir y bajar con dificultad. Su corazón late con fuerza bajo mi mano, parece que se va a salir en cualquier momento.
Me deja en el suelo con cuidado y apoya la frente en la pared.

—Me vuelves loco Lia, tengo miedo de ver lo que me haces. No necesito a nadie a mi lado continuamente, no quiero una relación pero tú me haces dudar de todo lo que pensaba necesitar—

La garganta se me cierra de golpe al escuchar estas últimas palabras.

—¿Qué quieres de mí Derek?— entierro la cara en su hombro y le rodeo con un brazo, aunque no consigo cubrir ni la mitad de su espalda.

—Todo—coloco mis manos a cada lado de su bonito rostro, sobre la barba incipiente y le miro a los ojos.

Su respuesta queda en el aire mientras me quita la camiseta, dejándome desnuda. Me besa la carne de mis ya erizados pechos y sube hasta el saliente de mi clavícula. 
Me llena de dulces besos, colmandome de cariño.

—No puedes pedir eso— pasa sus yemas sobre mis enhiestos pezones, acariciandolos como si fueran el tesoro más preciado.

—Si que puedo. Quiero que solo tengas ojos para mí, que solo pienses en mí—

Pasa una mano por todo el largo de mis piernas, haciéndome estremecer, quemándome la piel.

—Desnúdate—hace un amago de sonrisa pero rápido desaparece para complacerme. Se desabrocha la camisa, se baja la bragueta de los pantalones y se los quita.

Observar como se desnuda es un completo espectáculo para mis ojos. Es perfecto, todo él. Todas sus imperfecciones son parte del conjunto de su encanto. Me quedo mirando su pene descaradamente, ya está duro y erecto. Y lo único que quiero es  que se hunda en mí.

Asciendo mi mirada por la uve de sus oblicuos, marcada y tentándome a que pase mi lengua por ella. Sigo por sus bonitos abdominales y cuando llego a su cara tiene una sonrisa que ocupa toda su cara.

—¿Te gusta lo que ves?— Imbécil y encantador arrogante.

—Cállate— extiendo los brazos para atraerlo a mí. Este los acepta y se hude entre mis pechos, restregando sus mejillas y rozando la sensible zona con su barba hasta dejarla roja.

—Mmm... Hasta tus pechos huelen dulce. Toda tú, hueles dulce. Mi pequeña con olor a miel—me río al recordar esa comparación.

—¿A miel?— poso mis manos en sus hombros y le raspo con mis uñas, se estremece bajo mis manos. Le toco la espalda, recorriendo su piel cacho a cacho.

—Sí — se mete un pezón en la boca y empieza a chuparlo. Hace lo mismo con él otro y a continuación se separa un poco de mí, se apoya en la pared y observa el resultado satisfecho.

Me lleva hasta el salón para tumbarme en el sofá.

—Así estás mejor— sigue hablando con esa voz ronca e irresistible que hace que abra las piernas, diciéndole en silencio lo que quiero.

Desde mis pechos va bajando mientras deposita pequeños besos. Pasa por la linea de mi abdomen y también me besa el ombligo. Y llega a mi monte de Venus.

Para entonces yo ya estoy excitadísima y preparada para que me folle. Pero Derek tiene otros planes.
Saca la lengua y me rodea el clítoris, la espalda se me arquea y grito cuando lo succiona.
Es verdad eso que dicen de que lo bueno se hace esperar.
Pasa la húmeda lengua por la hendidura de mi vagina, y vuelve a rodearme. La energía se junta en mi bajo vientre. Puedo sentir el orgasmo a punto de explotar, todos y cada uno de mis músculos se tensan.

Mis manos viajan a su cabeza y tiro de su pelo, presionando ansiosa.

—Correte Lia, en mi boca. Quiero sentirte en mi lengua—y cuando noto su aliento sobre mi centro me derrumbo, gritando su nombre por todo lo alto. Separándome del sofá y juntando mi pelvis con su boca.

Chupa y absorbe hasta la última gota de mi orgasmo, dejandome exhausta y temblando.
Se aleja de mi entrepierna y sube por mi cuerpo para besarme.

—Prueba lo bien que sabes pequeña— abro mi boca y rodeo su lengua con mi sabor salado, lo que me excita de sobremanera.

Y sin dejarme descansar me abre los muslos y me penetra. Sujeta mis pantorrillas y se las sube a los hombros.

—Oh Derek no puedo más— es lo más hondo que he sentido a un hombre nunca. No puedo explicar con palabras todo lo que siento en este momento. Nunca antes me habían transmitido tanto, nunca había sentido tanto cariño en unas simples caricias.

Su ritmo es tan suave y lento que es como una tortura.

—Si que puedes preciosa. Dame otro. Solo a mí—

En el instante en el que siento que voy a volver a explotar, la sensación desaparece. Cada vez que estoy a punto de culminar vuelve a ralentizar sus movimientos.

—Por favor Derek termina con esto. No puedo más-—consigo pronunciar entre embestida y embestida.

Levanto la pelvis animándole a que termine. Me está matando.
Aprieto mi vagina a su alrededor, Derek gruñe, me agarra las caderas y empieza a embestirme. No aguanto más y me corro sujetando el respaldo del sofá, cerrando los ojos con fuerza.

—Mírame— vuelvo a abrirlos y observo sus pupilas dilatadas. Solo queda una fina linea casi inexistente de ámbar. Sus brazos tensos, las venas marcadas de su cuello, el sonido de nuestros cuerpos chocar. Y es cuando me doy cuenta de que no hemos usado protección. Pero ya es tarde. Derek se corre sin remedio en mi interior con un chorro interminable de semen que se derrama por todas partes.

Se derrumba sobre mi cuerpo todavía unido al suyo. Estoy tan a gusto que no digo nada. Dejo que su sudor se junte con el mío, que su inestable respiración me inunde los oídos y que el aroma a sexo de la habitación me recuerde a lo que acabamos de hacer.

Los ojos me pesan como el plomo y poco a poco me voy durmiendo bajo su cuerpo. Noto como sale de mí, un extraño ruido abandona mi garganta pero no me muevo. No puedo. No tengo fuerzas siquiera para abrir los ojos.

—Te quiero Lia, quiero que seas solo para mí, que seas mi novia, que no pienses en otros— me besa en la frente con ternura y me deja sola en el sofá.

Creo escuchar el sonido de la puerta pero no me levanto para comprobarlo. Cierro los ojos y me dedicó a descansar.

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