27. Una nueva vida

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Suena el timbre. Yo sigo consolando a Derek y él apoyado en mi cuerpo como si yo fuera el ancla que le mantiene. Se aferra a mi como si fuera el oxigeno que necesita para respirar.

Nunca había sentido tanto temor en una mirada. Temor a no poder tener la fuerza necesaria para deshacerse de sus fantasmas y poder vivir el presente de una vez por todas. Sin pesos ni remordimientos.

En los pocos meses en los que conozco a Derek he podido darme cuenta de lo jodido que está.
Aparentemente parece un hombre normal. A medida que nuestra relación se va afianzando he podido observar lo destrozado que está en realidad. Y no sé por que pero tengo la necesidad de ayudarle, es algo que brota de mi interior y no puedo detener. Me necesita y yo estoy aquí para unir los pedazos rotos de su corazón que no le dejan vivir.

Tengo la esperanza de poder ayudarle.

—Derek, tienes que levantarte. Seguramente sea Leo—pero no me escucha, sigue hundido en mi cuerpo.

—No te vayas Lia por favor—más lágrimas caen de mis ojos descediendo por mis mejilla. Es imposible intentar que no te afecte ver a un hombre como Derek, suplicando que me quede a su lado.

Le levanto el rostro. Sus ojos reflejan una tristeza que nunca antes había visto en su interior. Me mira como un niño abandonado buscando a su madre. Junto nuestros labios dejando que mis lágrimas se mezclen entre nuestras lenguas. Le beso intentando transmitirle todo el cariño que siento por él.

Debe de estar pasándolo muy mal para estar así. Se ve que la situación le ha superado.

El timbre vuelve a sonar.
Me separo de él llevandome conmigo el cuerpo de Derek que me sigue como un alma en pena. Le guío hasta la habitación y le siento en el borde de la cama.

—Voy a abrir el timbre. Ahora vuelvo ¿Vale? Esperame aquí—le beso la frente y me apresuro a contestar por el telefonillo de la entrada.

Leo y Rebeca aparecen en la puerta y cuando me ven ahí se sorprenden y preguntan por Derek.

—Está en la habitación. Ahora sale— prefiero no comentar nada de lo sucedido. Seguramente Derek no quiera que nadie le vea así. Si hasta conmigo le ha costado admitir que algo va mal, después de días y días diciéndome que todo iba bien. Hasta que no ha podido más.
Sabía que este día iba a llegar pero me ha pillado por sorpresa.

La pareja entra y se quitan los abrigos. Rebeca tiene una tripa gigante y redonda. Nos sentamos en el sofá y les sirvo unas bebidas.

—Por Dios Rebeca no se como puedes andar con esa tripa. Es mas grande que tú—me deja acariciarle la barriga.

Entonces noto la presencia de Derek que nos está mirando desde el quicio de la puerta. Observa como sonrío al notar unas patadas del bebé.
Se acerca a nosotros y se une a la conversación. Me asombro al percatar su actual actitud como si nada hubiera ocurrido. Vuelve a ser el Derek de antes, protegido por una gran fachada distante. Sin dejar que nadie entre en ella.

—Derek ¿Que tal tío?— Leo se levanta y se abrazan— Se te ve cansado ¿Demasiado trabajo?—

—Sí, últimamente no paro— intento no mirarle pero no puedo. ¿Trabajo? Yo sé que es lo que verdaderamente le ocurre y no tiene nada que ver con el trabajo.

Sus ojos se fijan en los míos mientras habla con Leo. Desvío la mirada y sigo conversando con Rebeca.
Y para mi sorpresa se sienta a mi lado y me rodea los hombros como si fuera la cosa mas casual del mundo. Incluso Rebeca y Leo se sorprenden con esta demostración de afecto.

Al principio estoy tensa pero en cuanto empieza a acariciarme el brazo desnudo suavemente me relajo. Sus dedos rozan mi piel en pequeños círculos y me siento como en casa. Entre los brazos de Derek, este es mi hogar.

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